viernes, 16 de febrero de 2024

EL MUNDO QUE ME CAMBIÓ - NOVELA, 2/2



Abril 1987

En abril de 1987 el Romano Pontífice Juan Pablo II, ex funcionario favorecido de la empresa Solvay, visita Chile. Emilio y Rebeca asistieron al encuentro en el Estadio Nacional, de magros recuerdos. La iglesia católica chilena se manejaba bien. Algunos presbíteros trabajaban al lado de los pobres y contra el dictador y otros mamaban en paz del régimen militar, todos subordinados a un mismo hábil Romano Pontífice. Siguiendo los lineamientos de la sagacidad vaticana, son unos expertos en estar en relativa paz con Dios y con el diablo. Emilio esperaba a un papado comprometido con los propósitos de la democracia y Rebeca también quería ver al representante de Jesucristo en la tierra. En su momento y a su modo Juan Pablo II bendijo a Augusto Pinochet, a Jorge Videla, a Alfredo Stroessner, a Alberto Fujimori y otros tantos símiles. Eso sí, Juan XXIII, el “papa bueno” que firmó la despiadada “Crimine Solicitacionis” que protegía formalmente a los pedófilos, excomulgó a Fidel Castro sin vacilaciones. El papa polaco no simpatizaba con hombres como monseñor Oscar Romero, tal vez por su excesiva sensibilidad social. Abogó por liberar a Pinochet de Londres y le felicitó por sus cincuenta años de matrimonio con la señora Lucía Hiriart. La Santa Sede no era antipinochetista, obviamente. La hostia no es para todos los tiranos. Juan Pablo II tampoco estuvo dispuesto a ordenar una objetiva autopsia al cuerpo envenenado de Juan Pablo I ni a entregar a sus banqueros de Dios a la justicia italiana que los requería, con la justificación inmoral de la inmunidad diplomática, del Tratado de Letrán. Paul Marcinkus fue uno de los agraciados. La canonización del papa polaco va, ya que cumple con todos los requisitos sobradamente para ser un buen santo romano. Hitler, Mussolini, Pavelic, Videla, Stroessner, Pinochet, Franco y otros, participaron siempre de la sagrada comunión, de la Eucaristía, de las variadas bendiciones apostólicas, acompañados de un coro polifónico, en algunas oportunidades. Es que estos dictadores eran más cercanos y generosos con la Madre Iglesia y eran bautizados. Los comunistas no poseen Dios ni ley. Cuando a Augusto Pinochet se le vio junto a Juan Pablo II en el balcón de La Moneda, muchos se decepcionaron. El piadoso Príncipe de los Apóstoles no era antipinochetista, categóricamente. Está demás decir que la iglesia católica chilena siempre quiso aparecer como adversaria del régimen, como parte del espectáculo. No se enfadaban con los beneficios que le entregaba la Junta Militar. El factor comunicacional es determinante. Cuando corresponde, el Romano Pontífice hace el rol del engañado, del desentendido, del que no sabía en detalle lo que sucedía.

Marzo 1988

Posterior a varias conversaciones telefónicas en la cual afinaron casi todos los detalles de procedimientos y valores, Lenin recibe en su oficina al divertido don Rigoberto, un canchero transportista internacional que además era importador, de carnes y otros. La simpatía le brotaba por los poros. Era una fiesta en dos pies.
-Lenin, el negocio es sencillo. Yo te traigo a tu puerta carne congelada de Argentina, Paraguay y Uruguay, y tú me la pagas acá con un cheque a 30 o 60 días, como quieras, previo pedido por teléfono. Si precisas algo más, te lo traigo. Quiero que cerremos el trato en un restaurante, con mi equipo más cercano. Yo pago todo. Me agrada invitar a mis clientes sobresalientes. Y así charlamos más. Créeme, ganarás buen dinero con este ítem. Creo que hay que celebrar desde ya.
-Tienes razón Rigoberto, este es un negocio con futuro para mí. Eres el proveedor que necesitaba. Gustoso acepto tu invitación. Ni por broma te rechazaría –risas baladíes-. Ven a buscarme con tus asesores a las veinte horas. Te sigo amigo.
Cuando llegaron al lugar, Lenin se percató que no era un restaurante sino la boite La Tetera. Y la cena se transformó en unos churrascos, vino tinto y ron. Lenin tenía al proveedor que requería y no lo iba a desperdiciar porque unas bailarinas curvilíneas con poquísima ropa cantaran mal o no supieran leer una partitura en clave de sol. Rigoberto podía traerle del extranjero cualquier producto, lo que pidiese, con buenos precios y a crédito. Era el contacto que le faltaba en su crecimiento comercial, y además es un amigo simpático y leal. Después de unos tragos y en medio de las bromas del parrandero y cómico Rigoberto se aparece en la mesa toda libidinosa la bailarina estrella, que era morena y colombiana y a la que los asiduos a La Tetera la llamaban cariñosamente “la condesa del catre” por su célebre y loada performance en la intimidad. Por instrucciones claras de Rigoberto, que era el que cubría todos los costes del festejo, la desafinada morena empezó a bailar alrededor de Lenin, con vítores y aplausos de la concurrencia, sobre sus muslos, caderas y vientre. Y a medida que la condesa se desprendía lentamente de sus ropas, más aplaudían y gritaban los comensales, como vueltos locos, y no sólo los de la mesa titular. Ya bailando con la colombiana semidesvestida en la pista, Rigoberto se suma a las danzas con otras bailarinas. El jolgorio y bullicio eran totales y el ron hacía sus efectos. En uno de los bailes la colombiana, que ya lo había tocado entero a Lenin en la previa sobre sus piernas, le pide al achispado dueño de La Ventajosa que la acompañe a buscar cigarros. Los cigarrillos estaban en su habitación. Ninguno de los dos fumó y quedaron en posición horizontal sobre el colchón de una morena que se tropezó sagazmente. Por mientras la colombiana le hacía su connotado número afrodisíaco a Lenin, afuera de la picaresca habitación estaban Rigoberto y sus asesores gritando, siempre escoltado por bailarinas o meseras y sus risotadas: -¡Vamos Lenin!, tienes el deber de mantener en pie el prestigio del empresariado chileno. ¡Lúcete con la morena! Y no te preocupes, porque no va a quedar embarazada, o si no me devuelven todo el dinero que invertí. ¡Confiamos en tus capacidades! ¡Ruge Lenin, ruge! Esta cuba libre es por ti. Azótala Lenin, azótala, y no te rindas jamás. Mantén la bandera al tope. Actúa como el tigre que eres. De alguna parte apareció un bombo que amenizaba el coqueto evento.
Lenin estuvo sólo veinte minutos en los sombríos y sensoriales aposentos de la ágil bailarina morena, y cuando salió todos estaban elogiándolo y congratulándolo, con abrazos y brindis, especialmente Rigoberto, que le decía: ¡Yo sabía que no me fallarías! ¡Grande Lenin! Rigoberto sí sabía tratar bien a sus clientes de primera línea. La condesa se expresó bien del excitante Farfán, y eso que estaba algo ebrio. El problema es que en el cuello de la camisa quedó una involuntaria y minúscula huella de lápiz labial. Esa sería la desalmada tinta con la que se firmaría la declaración formal de guerra entre él y Sara. Por el bullicio y la mala luminosidad nadie lo advirtió. Bailaron una hora más y a Lenin lo dejaron en el timbre de su casa, bebido. Sara Esther lo recibe con la amabilidad de siempre. Sabía que se sellaba una importante alianza y no iba a interferir en las jugosas transacciones comerciales internacionales de La Ventajosa, por una camisa algo desvencijada y una copa de vino adicional.
-Perrito, estás ebrio –dice Sara, algo preocupada por su malcriado cónyuge.
-Sarita, cerré un importante negocio para La Ventajosa –lo dice pronunciando mal.
-Lenin, siéntate en la mesa, te voy a servir un café cargado –expresa la dulce Sara.
A Ella le pareció muy extraño que se bebiera el café en forma tan silenciosa, que llegara chispo, tan tarde y con un pequeñísimo e infrecuente olor, un dudoso tufo. De todas formas lo llevó a la cama y empezó a desvestirlo. No iba a obstaculizar los asuntos lucrativos de su cónyuge sin motivo o por una botella de vino tinto fino. Cuando vio en el cuello de la camisa una marca de lápiz labial captó que había encontrado la prueba irrefutable de un escalofriante delito. Con todos los cabos atados la furia integral se apoderó de ella de inmediato, y sin alcanzar a respirar una vez más y ni a pensar, explosionó como si fuera Hiroshima, en el acto.
-¡Miserable Lenin, dime ¿dónde estuviste esta noche?! –le grita en la cara Sara.
-Cenando con Rigoberto y unos amigos –ya sospecha lo peor, lo adivina.
-¡Eso es mentira imbécil! Dime, ¿cómo se llamaba el restaurante? ¿Cuál es el domicilio? Quiero corroborarlo todo, de inmediato. Voy en la camioneta –Sara continúa gritándole desbocada, con un tono amenazante.
-Ellos me llevaron, no recuerdo los detalles –lo expresa como si fuera un penitente.
-No te acuerdas de los detalles porque no fuiste a ningún restaurante, ¡traidor! Llama ahora al celular del parrandero Rigoberto y consúltale el domicilio y nombre del lugar en que estuvieron bebiendo y prostituyéndose – le grita con más fuerza.
-No, no lo voy a llamar, eso sería pasar una gran vergüenza. Fueron unos churrascos y unos tragos –lo expresa con una discutible seriedad.
-Miserable, antes de que te abandone, dime, ¿dónde estuviste? Yo voy a llamar a Rigoberto y lo voy a obligar a que me diga la verdad. Y con el escándalo que voy a armar se va a enterar su esposa y todo Santiago –lo intimida con una inusitada y terminante furia, atípica de las ovejas militantes del rebaño de Cristo Jesús.
-Sara Esther no llames a Rigoberto ni a su esposa. No soportaría la vergüenza –se
lo suplica, en calidad de condenado, sin saber por que.
-Entonces sinvergüenza dime, ¿en qué prostíbulo estuviste hoy? O voy en la camioneta a la casa de Rigoberto a denunciarlo ¡aunque tenga que recorrer toda la Región Metropolitana! –se lo grita con la mano empuñada y furibunda.
-Estuve en una boite comiendo churrascos y bebiendo ron –ya era culpable, pero no sabía por qué, tampoco lo imaginaba. Veía todo plomizo.
-¡Un prostíbulo no es un restaurante perro mentiroso! Ahora dime, ¡¿con que prostituta te acostaste?! Y si me mientes ¡te abandono de inmediato! –Ella sabía todo, al parecer, y espías no tenía, y tampoco era clarividente.
-Sara, no me acosté con ninguna prostituta –intenta exculparse a como de lugar.
-¡Mientes! ¡Mientes! ¡Mientes descaradamente!, ¿Cómo se llamaba la boite? –los gritos ya son escandalosos, totalmente descompuestos y destemplados, como si fuera una dama ebria de la noche, de moral distraída.
-La boite se llama La Tetera –confiesa la primera parte de la fechoría, con sumisión y esperando una gota de piedad, que no llegará.
-¿Tuviste contacto físico con alguna de esas prostitutas? – ella se lo pregunta con una bola mágica en la mano, irrebatiblemente.
-No, no tuve contacto físico con ninguna de las bailarinas –piensa que puede soslayar su delito sexual, con esa voz del humilde pecador.
-Bailaste o te acercaste a alguna de las rameras –Sara algo descubrió, definitivamente, tal vez usando alguna tecnología de punta o bola de cristal.
-No, no me acerqué a ninguna, sólo las vi bailar en el escenario y desafinarse –no sabe si se está condenando o absolviéndose.
-¡¿Estás seguro de que no te acercaste a ninguna de esas rameras?! –Sara lo pregunta como si tuviera una prueba incriminatoria irrefutable escondida.
-No, Sara, no me acerqué ni toqué a ninguna de las bailarinas –ya Lenin habla en calidad de reo, esperando compasión y el fin del interrogatorio fiero.
-Entonces dime perro traidor, ¿por qué tienes olor a prostíbulo en tu ropa? ¿por qué hay lápiz labial de color guinda profundo en el cuello interior de tu camisa? No sabes que el color guinda oscuro es que el que usan las prostitutas -lanza una teoría-, estúpido farsante. Mañana mismo iré a La Tetera con una pistola y una fotografía tuya y averiguaré cual es la perra que usa este color, y así sabré con quien te acostaste esta noche, ¡perro traidor! Hasta tal vez le dispare. Todo Santiago se va a enterar de tu canallada. Y si a Rigoberto lo veo por acá ¡lo voy a acuchillar! –ya Sara no hablaba con la serenidad y sapiencia de una hija del Señor, redimida por la sangre preciosa del Salvador. Parece una demente.
-No imagino como el lápiz labial llegó al cuello de mi camisa –Lenin intenta vanamente librarse de su mortífera infracción.
-Otra mentira más, miserable. ¡Me voy! ¡Este matrimonio artificial se terminó! –la irreconocible Sara Esther estalló en mil llamaradas y se fue, con vocablos impropios. Atrapada por la ira Sara Esther toma a su hijo Josué Salvador y se va a la casa de su mamá en medio de la muy peligrosa noche y sin avisarle ni llamar por teléfono, caminando sola. Si estaba poseída por algún demonio era difícil saberlo. Lo que sí, daba la impresión que la rabia la iba a trastornar. Su mamá la recibe asustada.
-¿Qué pasa hija? –pregunta con un rostro espantado.
-Esta noche el señor Farfán se acostó con una prostituta. Lo sorprendí en una mentira tras otra. El matrimonio feneció. Volveré a mi trabajo antiguo. Todo se acabó. Me voy a mi pieza –contesta ceñuda y parcamente.
-Hija Sara, la vida no es tan sencilla. Mañana estarás más calmada y analizarás todo en su justa dimensión –intenta aconsejarla en vano presintiendo lo peor.
Chocantemente, al otro día la propia Sara Esther ingresa a la boite La Tetera, acompañada de Israel y encubierta. Se acerca sutilmente al escenario con Israel y se da cuenta de que la única que usa lápiz labial guinda es la morena, la colombiana. Además es la que más engatusaba a los clientes, bailando sobre ellos. El círculo se le cerró. No eran necesarias más pericias policiales ni fisgoneos. Lenin se había acostado con la morena colombiana, con la cantante desafinada. Adiós matrimonio. Israel le da los pormenores de la insólita y denodada actitud de Sara Esther a su jefe. Sara es una dama dulce y educada, pero ahora se había convertido en una mujer en estado de furor, en un leviatán con tacos, en un volcán inapagable, con lava y material piroclástico abundantes. Sara le ordena con claridad y vigor a Israel que le lleve todas las pertenencias suyas y las de Josué Salvador en la camioneta. Existía la posibilidad de una represalia con la perra de la boite, que gracias a Dios nunca se concretó. Ella y su vástago se han instalado en la hermosa ampliación que le hicieron a la vivienda de la señora Adela. Sara tenía buenos ahorros en su libreta de Bancoestado y Lenin en ningún momento la desampara, y menos al niño. Los primeros meses no hay diálogo entre los esposos. Ella no abre ninguna ventana. Su rabia no mengua y su mente no analiza nada y se bloquea ante cualquier posible contacto con el señor Farfán. Él asiste un domingo a la iglesia y al divisarla ella huye. Se va y se encrespa ante cualquier insinuación en favor del empresario lopradino. Lo que sí tranquilizó a Lenin fueron las palabras del pastor: “Amigo, no se preocupe tanto. Sara Esther es mujer de un solo hombre. Persevere en las plegarias. Yo también oraré por usted”. Él no deja de enviar mercaderías y vestuario o cualquier cosa que pidan a la casa de la señora Adela, quien ya estaba bastante aburrida también con la rigidez e intransigencia de su unigénita. Nadie aprobaba la actitud de Sara. Lenin la llamaba por teléfono, cada vez menos eso sí, y le enviaba todo tipo de recados y nada. No contestaba. El único contacto indirecto era cuando Sara Esther le llevaba el niño a La Ventajosa y se lo entregaba a Israel para que su buen papá pudiera estar y jugar con Josué Salvador. En este aspecto no eran necesario ni abogados ni jueces. Lenin era un excelente y generoso padre y un buen hombre. Un día de julio, a cuatro meses de la separación el que abre la puerta para recibir a Josué es el propio Lenin porque Israel estaba con un día de permiso. A la obcecada Sara no le agradó mucho la situación y maleducada no iba a ser, así que prosiguió.
-Lenin, te traigo a Josué Salvador para que juegues con él. Quiere una bicicleta. Que a las ocho de la noche Israel me lo lleve a mi casa en la camioneta.
-Sara, así lo haré. Chao –se despide afablemente y cierra la puerta rápida y cortésmente, casi de un portazo, con una inesperada desidia.
Por primera vez en más de tres meses Lenin no le ruega, no le suplica. Es más, ni siquiera intentó hablar con ella y al parecer estaba apurado, y con un rostro juicioso. No la invitó a que pasara a la casa ni nada y la miró sólo lo necesario. Sara Esther se va a su casa con el alma vacía, con la altivez desplomada. Le comunica lo sucedido a la señora Adela inmediatamente, zarandeada y enmarañada.
-Mamá, mamá, esta es la primera vez que Lenin ni siquiera intentó charlar conmigo –lo plantea intranquilizada a una madre que dibuja escenarios factibles.
-Hija, ¿alcanzaste a ver huellas de la presencia de una mujer?
-No, ¿de qué mujer me hablas?
-Pedazo de idiota, me refiero a su amante, a la mujer que hoy lo recrea y lo acompaña. Me refiero a la mujer que lo manosea entero y que intentará borrarte del mapa y que va a convertirse en la nueva ama de casa en La Ventajosa. Hablo de la mujer que en unos meses le va a pedir a Lenin la nulidad de tu matrimonio, por mientras baila desnuda y libidinosa sobre su ombligo –lo dice enfadada y levantando la voz.
-¿Crees que Lenin llegue a ese extremo? –es una pregunta cándida y enfermante.
-Lenin ya está llegando a ese extremo. El desastre ya comenzó. Pedazo de idiota, ¡¿qué crees que hace un hombre sin compañía femenina tres meses y con mucho dinero en los bolsillos y con una buena pinta?! –Adela lo expresa gritando.
-Mamá, no me insultes –Sara Esther intenta hacer el rol de víctima, inútilmente.
-¡¿No me insultes?! Vas a perder a tu marido, tu casa, tu matrimonio y alguna ramera se va a transformar lentamente en la nueva ama de casa en La Ventajosa y tú me pides que ¡no te insulte! Eres una ¡descerebrada! Una puta va a ser la segunda mamá de tu hijo –Adela está furiosa e incontrolable y sus vigorosas razones tiene, ya que divisa un porvenir lóbrego.
-Mamá, sobreviviré trabajando y con la pensión de Lenin –Sara empeora la situación improvisando una réplica altiva.
-¡Pedazo de idiota! la segunda esposa de Lenin te va a dejar en la calle y en La Ventajosa nadie más pronunciará tu nombre. Hay hombres que prefieren ir a la cárcel que pagar una pensión alimenticia. Te repito que no quiero otro divorcio en la familia. Josué va a crecer sin su padre y si la yegua que entretiene hoy a Lenin queda embarazada, capaz que también el chichito pase al olvido. Estúpida, tu arrogancia nos va a perjudicar a todos. Mañana mismo conversarás con humildad con la hermana Marta, que es una mujer sabia. Estás cavando de a poco tu tumba, arruinándote. Con tu mugriento trabajo no vas a educar apropiadamente a Josué Salvador, que asiste a un colegio caro, del barrio alto. Tú sabes que la educación pública es una porquería que sólo genera fracasados y mediocres. Ahora comprendo el sigilo de Israel –Adela se siente impotente ante la necedad de su hija, que no calcula muy bien los ramificaciones de su vesania compacta.
-Mamá, habla con Israel, con astucia de mujer e inténtale sonsacar algo –Sara habla como una tonta, tajantemente, como si fuera el eje de lo que le rodea.
-Querida hija Sara, Israel le es leal a Dios y a tu marido, y no va a traicionar a Lenin ¡ni bajo tortura! ¡Despierta cabeza de cuesco! ¿De qué astucia me hablas?, ridícula engreída -y una iracunda Adela le da una fuerte bofetada a su querida hija-. Si me contestas otra idiotez te más te apaleo aquí mismo – concluye Adela, y Sara, que nunca ha sido insolente con su madre, optó por un sabio mutismo, sospechando que la bofetada era más que merecida. Sabía que ella era sensata y que ha sufrido mucho.

Mayo 1988

Lenin simplemente adoraba a su hermosa esposa y a su hijo. La fotografía de Sara era omnipresente en su casa. Pero considerando la férrea terquedad y sublime cólera de su cónyuge se convenció de que su matrimonio era una ruina. Se cansó de suplicar e intentar pedir perdón, por todos los medios posibles. Sara divisaba cualquier misiva o señal de humo de su cónyuge y le volvía la saña. El caso se cerraba y volvía a estar solo, como un asalariado anciano y pobre, así que decide casi automáticamente ir otra vez a La Tetera, al origen de su mal, a beberse unos tragos, a rearmarse, a deleitar la vista y a llorar. No había ninguna duda de que la colombiana era una bailarina rimbombante y movediza, de una capacidad física privilegiada y con pergaminos, y seguramente con un entrenamiento de atleta. La boite era también una casa de citas de prestigio y cara, en el centro de Santiago, a donde iban empresarios que pagaban cariños expertos, bailes lascivos y todo tipo de excentricidades obscenas. Todos buscaban una Tongolele o una Kim Novak a puertas cerradas. Por mientras miraba algunos de los espectáculos nocturnos se le acerca la misma “condesa del catre”, quien ya sabía que era un próspero empresario el hombre que bebía sin ninguna compañía una piscola en un rincón y a quien le diera muestras de sus destrezas, calor y palpamientos aquella nefasta noche de sexo de alto impacto y reproches.
-Desamparado papi, me puedo sentar al lado tuyo –consulta cariñosamente la epicúrea colombiana, que se acercó como una serpiente versada.
-Por supuesto, no faltaba más. Total, ya nos conocemos en vivo y en directo –ríe-. Quédate conmigo todo lo quieras y pide todo lo que se te antoje. Eres muy cariñosa. ¿Cómo te llamas? –contesta y pregunta educadamente Lenin.
-Soy una bailarina colombiana. Me llamo Tanga y me dicen tanguita o la condesa, y no por ser de la aristocracia –se ríe con las pestañas-. Papi, me gustaría beber lo mismo que tú y una pizza –dice ella llamando al garzón con sus dedos.
-Tanga, eres bella y tú y tu baile son sensacionales. La forma en que te movías sobre mis piernas no lo voy a olvidar jamás, y menos ahora, que parezco soltero universitario en una pensión menesterosa –dice un repuesto y rijoso Lenin.
-Pero mi querido muchacho, yo te puedo repetir el número en mi alcoba, con más privacidad, sabor y calma. Sólo debes conversarlo con el dueño del local. Papi, no seas tímido. Conmigo se te borrarán todas las penas, tú sabes, yo soy “la condesa del catre” y el libro de reclamos está vacío –presume un poco ella, con unas pestañas que son unos abanicos nervudos que embelesan.
-Es una buena idea, trataré el asunto con el dueño del local. Tanga, no estoy muy entusiasmado. Estoy algo deprimido. Mi gran matrimonio se arruinó y en cualquier momento me van a solicitar el divorcio. Estoy liquidado –le comunica Lenin.
-Amorcito, no te preocupes, Tanga se encarga de todo. La sicología del catre es la más fructífera. Sólo debes relajarte y degustar y tu mami se encarga de todos los detalles –lo dice con vivacidad y un rostro deseoso, casi como desesperada por intimar con el adinerado y munífico propietario del supermercado.
Lenin habla con el dueño del local y le cancela 800 dólares por una noche con tanguita. Efectivamente ella no sólo era una bailarina profesional, también en la intimidad sexual era una académica posgraduada, con adornos y figuras que no se ven casi en ninguna parte. Ella se tomaba su tiempo en cada paso lujurioso que le daba y lo hacía bastante concentrada. También lo adulaba y lo estimulaba a seguir luchando en la vida. Lenin se fue tan contentó a su casa que ya había decidido regresar, y Tanga lo animaba de sobremanera a que volviera a repetirse el nocturno y moreno plato especial de pasión cruda con plumas de la boite, que era una película porno en vivo. Casi se lo suplicaba. Además, 200 dólares de propina son un lujo que pocos pueden costear y que la toplera los recibía desnuda y gustosa, con sus tacones altos puestos y música y luces sensuales, finalizado los perspicaces vaivenes. Lenin, al acostarse solo y algo bebido en la cama de su casa, recordaba casi con lágrimas a Sacha, la bailarina del cielo que no pudo tocar por ser pobre y a la que amó y deseó con sinceridad por unos meses. Sacha era su otra utopía, la del proletario. Recordaba su cintura, su trasero, su cuerpo sobrenatural, su sonrisa de actriz famosa y el abatido poema. Sacha era el ángel intocable de una adolescencia romántica y prístina. En Tanga veía a Sacha, y una voluptuosa y sana venganza. Ahora sí podía cancelar al contado algunos placeres burgueses y de ricachones, sin enviciarse, claro está. A pesar de su estrés y de que volvería con su bella Sara Esther en menos de lo canta un gallo, y sin saberlo aún, visitó dos veces más a tanguita y cortejó gratis un par de veces a algunas clientas risueñas y acaloradas que siempre aparecen asombrosamente, desde la nada, cuando hay al frente una billetera voluminosa y solitaria. Lenin no era feo. A Sacha la amó, a Tanga la deseó. Con Sacha no tenía un centavo, con Tanga sí, y muchos. Con Sacha volvía a su novelesca juventud, a su ingenuidad perdida, a sus ideales políticos hoy agujereados por el mercantilismo. El destino es mordaz. No se llamaba Tanga porque le gustara el tango, era en honor a la prenda de vestir y vino a Chile a combatir la escasez. La infancia de Tanga en Medellín fue un tormento. Tanga era su triunfante nombre artístico, que rebosaba de prestigio entre los libidinosos parroquianos. Algunos pensaban que la tanguita era el mejor regalo que se le podía hacer a un hombre en la república. Ser pobre y enamorarse de una bailarina colmada de curvas es un número muy desconsolador. De una u otra forma todos sufrimos y batallamos por subsistir intentando derrotar los sinsabores y desaires del impredecible destino. Si esta ruta seguía, el divorcio era apuesta segura.

Julio 1988

Desvinculándose de la soberbia y la necedad, Sara Esther se presenta en el templo y conversa en privado en una de las bancas con la experimentada Marta, que conjuntamente poseía estudios de sicología y teología, y había escuchado miles de veces a mujeres relatando amargamente sus vivencias y dolores hogareños.
-Hermana Sara Esther, ¿su marido ha vuelto a visitar a la morena? –consulta quisquillosa y necesaria de parte de Marta.
-No, no lo creo hermana Marta. Está muy arrepentido por lo que hizo –lo expresa con una dudosa certidumbre, que la delata.
-¿Está segura?¿De qué tipo de arrepentimiento me habla? Mire que los hombres no aguantan mucho tiempo sin una mujer, y si usted abandonó a su marido por su razonable ira, él está en esa lasciva zona de peligro. Si su marido se apasiona con la morena u otra dama usted no lo volverá a ver, previo desastre. No piense que él es casto o un mártir del amor – le señala a Sara que la ingenuidad en estas circunstancias es nociva, y a veces irreversible.
-Bueno, si mi cónyuge se quiere ir con la morena o con otra, no creo que lo pueda evitar. Por mientras me envíe la pensión de mi hijo y algo para su manutención, todo bien. Tendré que trabajar y buscarme un hombre fiel. Yo soy bonita –lo dice con una resignación y vanidad inconducentes, que inspiran clemencia.
-Si la morena u otra vampiresa se convierte en la nueva dueña de casa en La Ventajosa, usted se va a quedar sin pensión ni dinero, y la bailarina se va a encargar, con su lujuria, de dejarla en calidad de indigente, con su hijo incluido. Sí, puede evitar perder a su esposo, por medio de la gracia del Señor. Perdónelo como el Señor la perdonó a usted. Por su orgullo herido usted se va a quedar sin marido, sin pensión, sin casa y pobre. ¿Qué tipo de hombre vas a encontrar casada y con un hijo? ¿Qué trabajo le va a dar el estilo de vida que le da don Lenin? Por buscar un hombre eternamente fiel podrías terminar casándote cinco veces, y sin éxito. Lo que usted debe hacer es tomar posesión nuevamente de su casa. De repente la dama morena tiene trucos y movimientos pélvicos que usted no posee y que debería aprender. El erotismo persuasivo dentro del matrimonio es santo –Sara la mira casi asustada, porque se supone que es puritana-. Recupere todo lo que perdió por su furia. Si usted no es la ama de La Ventajosa otra morena o rubia o trigueña lo será, y muy pronto, y usted pasará a la historia, Sara Esther. Espero que no sea tarde. Pídale perdón a Dios Padre por su altivez y recupere al único marido que el Señor le va a entregar. Dios no le da dos a maridos a una mujer, y menos si son arrogantes, a excepción de algunas viudas. Muévase con rapidez y la astucia de una víbora y cómprese ropa de cortesana –Marta por medio de una rotunda y amorosa reprimenda pone a Sara en la carretera de la sabiduría, con un consejo prudente y prolífico tras otro.
-Es exactamente lo que haré Marta y gracias –remata Sara, después que un rayo furioso de sensatez y apuro cae sobre ella. El caso está cerrado: Sara Esther no desmantelará su matrimonio por la iglesia y recuperará a su marido como sea, desmarcándose de toda obcecación, con fe y rogativas impetuosas.

Agosto 1988

Sara Esther recordó los principios y la misericordia del cristianismo auténtico. Y le pedía perdón a Jesús de Nazaret por su orgullo, bobería, cólera y por sus palabras y actitudes pútridas. Valoró tremendamente las amonestaciones de su madre y de Marta. La hija de Adela renacía. Ahora le imploraba a Dios recuperar a su marido de una forma digna y segura, de ser posible. Necesitaba una mano del mismo santo cielo. Sí, sumando y restando Lenin era espectacular, un buen esposo y padre sobresaliente, y los maridos de calidad escasean, son una bendición. Las tres mujeres de la casa oraban por lo mismo, con pasión y sinceridad, con ayunos y fe en el Redentor. Y esa ayuda del reino celestial llegó dieciocho días después. Israel
golpea la puerta de la señora Adela fuertemente, y atolondrado. La abre Sara.
-¿Qué sucede Israel? ¿por qué tienes esa cara de pánico? –pregunta una impresionada Sara que no imagina lo que sucede.
-Señora Sara Esther, la ambulancia llevó a don Lenin a la clínica “Torrelaguna”. Pensaban que era el páncreas y que se moría, pero no, era la vesícula, por el estrés y su angustia. Lo operaron de urgencia. Tiene tres agujeros por la cirugía y ya despertó. Está convaleciente y triste -explica un desacoplado y desconsolado Israel por mientras Adela da un minúsculo grito del susto.
-¿Y en qué te puedo ayudar Israel? –consulta una atenta y encubierta Sara.
-Cuando don Lenin despertó sólo quería verla. Por eso estoy aquí. Le ruego que me acompañe a la pieza 117. Por favor, no se niegue. Don Lenin sólo pregunta por usted. Está con una depresión aguda y emocionalmente quebrado. Por favor, vaya. Le demando que no sea tan terca, que considere las circunstancias, por favor. Mi jefe está muy mal, y si usted no va yo la secuestro, porque él necesita verla. No permitiré que empeore –manifiesta un desgarrado y fastidiado Israel, por la situación que pasa su patrón, al que estima sinceramente.
-Israel, por supuesto que iré contigo a la clínica. Espérame cinco minutos –sentencia ella presurosamente, sin descontrolarse y tomando el timón.
Sara en tres minutos se pintó los labios, se peinó y se acicaló, con la complicidad y asistencia de su madre y abuela, como si fuera una operación de comandos. Nadie sabe como se subió a la camioneta con presteza en menos de cuatro minutos y a ésta la estacionaron cerca de la clínica, en un lapso brevísimo. Ella, escoltada por Israel y siguiéndolo, se dirigió con entereza y raudamente a la pieza 117 y al ingresar se encuentra con el médico tratante de frente, dando instrucciones. Todo sucedía vertiginosamente y sin distracciones.
-Disculpe doctor, ¿cómo se encuentra mi marido? –consulta ella con ansias y con un Lenin que queda perplejo al divisarla.
-Señora, don Lenin se está recuperando maravillosamente. Ya le levanté el régimen cero, así que puede comer gelatina. Mañana se lo lleva a su casa –responde un médico que ya no ve ningún peligro y que se retira.
Sara Esther tomó la gelatina de frambuesa con determinación y suavidad y sin consultarle a nadie comenzó a dársela a Lenin en la boca, cucharada por cucharada, como muchas veces antes lo hizo. Lenin sobrecogido con la escena optó por el mutismo y la obediencia. Israel estaba absorto y comedido. Terminada la ligera alimentación Lenin osa hablarle a su esposa, con la voz baja, pensando bien cada palabra y gesto, como transitando en la cuerda floja, con viento.
-Sara Esther, estoy enfermo y me gustaría que tú me cuidaras, por favor –lo señala como sentado sobre vidrios rotos y en tono suplicante, como un flagelado.
-Lenin, no te preocupes, tu esposa te va a cuidar. Ahora descansa –Lenin derrama unas lágrimas, sobre todo porque Sara Esther se veía tan linda como siempre.
-Sarita, me gustaría que regresarás a La Ventajosa –era el ruego incesante de un reo condenado que pedía la liberación de sus padecimientos, con humildad.
-Lenin, -se queda abstraída- acepto tu proposición –lo expresa lenta y parcamente, sin darles más vueltas al asunto. Estaba ganando el juego sin mover una pieza.
-Israel –que estaba parado en la puerta y atento-, lleva ¡de inmediato! todas las pertenencias de Sara Esther y el chichito a la casa, antes de que termine este día, y te apuras.
-Don Lenin, a su orden: voy corriendo –dijo un deportivo Israel, que ya se subía al bólido a cumplir tan magnánima misión.
-Lenin, no grites de esa forma, que te hace mal –lo expresa Sara en su calidad de enfermera privada y ama de casa resarcida.
A los cuarenta minutos después Israel ya empacaba todo, con la venia y alegría velada de la madre y la abuela. Veinticuatro horas después Sara Esther y Josué Salvador se instalaron nuevamente en La Ventajosa. El desorden y la suciedad específicamente de la casa probarían que ninguna mujer rondó por ese sitio. Israel le confesó con convicción a Sara Esther que don Lenin prohibió el ingreso de hembras al segundo piso y que era casi un santo, y que soportó su soledad como un apóstol. Eso tampoco ya tenía importancia. Lenin estuvo sin una compañera casi medio año y nunca fue un apóstol del Dios Todopoderoso. Demasiado tiempo. En todo caso las preguntas se acabaron y manos a la obra hasta que el hogar quede reluciente otra vez. Sara Esther era la única dueña de casa y patrona de don Lenin. Ella, tan decidida y orgullosa al principio, tampoco disfrutó la soledad. Aprendió que sin su marido su existencia emocional y cotidiana era un caos. Dormir sola noche trasnoche no fue un edén. A ella le gustaba dormir semidesnuda al lado de su marido. Toda hembra quiere a un macho. Punto. Ver que Josué residía en una casa sin su buen papá, tampoco era una delectación. No es bueno que la mujer esté sola si lo puede evitar. El lioso sumario amatorio a Lenin Farfán se cerró y aquí no ha pasado nada. Hay que dar vuelta la hoja.

Octubre 1988

El esperado y determinante plebiscito del 5 de octubre de 1988 llegó. Si el proceso se desenvolvía con normalidad, como finalmente sucedió, ganaba la opción No, no a la continuidad de Augusto Pinochet como Presidente de la República y todo lo que representaba. El Comando del No palpaba el triunfo, lo escarbaba. Realizaron un trabajo político inteligente, histórico, pluralista y pacífico. Se avivaron. La franja televisiva del No pasó a ser mítica y mística, por su sabia, prudente y alegre producción. En el azorado Comando del Sí se engañaban con figuraciones estrambóticas y en su franja televisiva sólo les falto disfrazarse de Drácula. El Gobierno Militar nunca reconoció crímenes, nunca tomó medidas para mitigar el tanto daño causado, nunca reconocieron torturas ni asesinatos a los rivales políticos, nunca dialogó con la oposición de cara al país, nunca tuvieron muñeca política, nunca practicaron la humildad que el catolicismo de barrio predica, nunca entregaron cadáveres, nunca colaboraron con la justicia y con la verdad, nunca cedieron, nunca pidieron perdón, nunca repararon nada. La arrogancia sublime los dominó siempre. Es que colaborar con el enemigo, con aquellos marxistas que destruyeron la patria y la democracia no tenía sentido, y era casi una felonía. Un chileno bien nacido no vende sus principios. La opción Sí a Pinochet era la de los patriotas verdaderos, la de los que amaban a Chile desde el fondo del corazón. No había motivos para pedir perdón o reconocer abusos. El despotismo emperifollado con la bandera chilena en alto era su gran apuesta. Y si hubo algún exceso, fue en defensa del emblema patrio y eso cualquier tarado lo comprende. En el Comando del No era absurdo el concepto de amigos y enemigos, o el de patriotas y antipatriotas. Sólo existían adversarios y eso no es escalofriante en ningún sitio. El triunfo de la opción No fue rotundo y claro con un 55.99% y el fin del Régimen Militar estaba a la vuelta de la esquina. Adiós dictadura, buenos días democracia. La recia lucha en favor de los chilenos bien nacidos finalizaba. La excelente macroeconomía y un país con proyecciones no fueron suficientes. La inequidad era grande como el Everest, el país estaba dividido y polarizado, y los ciertos atropellos a los derechos humanos por parte del Capitán General se suponían que era una maniobra más del marxismo internacional que lo quería denigrar por haber salvado a Chile de la nefasta cubanización que se venía. Unos pocos apellidos eran los propietarios de esta sociedad anónima llamada República de Chile. Los viejos, fogueados y mañosos estandartes de la centro izquierda criolla volverían a La Moneda, legítimamente. La mañosa y cruenta derecha económica gobernaría ahora desde afuera, manipulando al presidente de turno con prebendas y amenazas veladas, con una constitución política pinochetista que les permitía una siesta relajada. Reformas profundas como la total nacionalización de la minería son un peligro para la esencia de la patria misma, es demagogia. Por mientras no le rasguñen la billetera, al faraón le da mismo la democracia, la dictadura, una monarquía o una teocracia. Lenin, Emilio y Rebeca votaron No. Sara Esther votó Sí en silencio, sin pasión. Todos estaban obligados a dar vuelta la página. Es que la competencia comercial era cada día más dura y el quehacer político gratis es estéril y desgastador. El más contento con las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 1989 era Emilio porque estaba totalmente convencido de que el pueblo volvería al poder, y se lo comentaba a Rebeca por mientras ésta intentaba contratar informalmente a Inés como su primera trabajadora de la incipiente pastelería.
-Esposa Rebeca, con el retorno de la democracia desde el 11 de marzo 1990 el pueblo volverá a gobernar en La Moneda, la libertad de expresión brillará otra vez, los derechos de los trabajadores serán respetados, los parlamentarios le van a hacer al trote las transformaciones de fondo a este maldito modelo neoliberal que asfixia a los postergados. Las reformas estructurales se vienen con todo, así que afírmate. Chile se reinsertará en el ámbito internacional y la lucha por los derechos humanos no descansará ni un minuto –comenta un dichoso Emilio.
-Emilio, la joven Inés está dispuesta a ser la primera operaria de nuestra pastelería, pero exige un contrato de trabajo, previsión y el pago de las horas extraordinarias cuando corresponda. Pienso que es demasiado y no lo aguantaré –Rebeca habla como una empresaria primeriza compenetrada con sus metas comerciales y con un ábaco afinado en la mano.
-Rebeca, por favor, intenta firmar un contrato de trabajo con Inés. Son sus derechos. Es por lo que el pueblo ha luchado por tantos decenios en las calles y en las urnas. Tenemos que respetar la dignidad de los asalariados –Emilio lo pronuncia con una profunda certeza filosófica y una estola episcopal socialista en el cuello.
-Muchacho generoso, y ¿quién se preocupa de mis derechos? Si le pago salud, previsión y horas extraordinarias me voy a ir a la quiebra en un tris, antes de empezar. Soy una microempresaria en pañales y mi flujo de caja sobrevive a duras penas. Es nuestra primera trabajadora y tú la quieres malcriar. Le voy a ofrecer el salario mínimo sin contrato, sin previsión ni horas extraordinarias. Y si no le gusta que se vaya. Lo lamento mucho. Me gustaría tener un marido que estuviera de mi lado, que comprendiera que mi único trabajo y sustento es la pastelería, sin beneficios sociales y con utilidades que son exiguas, y que mi jornada es la de un explotado burro de carga. Estoy batallando de lunes a lunes por progresar, sin reposar. Con cualquier dinero adicional que reciba compraré insumos, equipos,
infraestructura, tecnología, materiales. Cuando sea solvente me preocuparé de la legislación laboral de la república, obviamente –Rebeca lo señala frustrada.
-Disculpa, soy un partidario de la histórica lucha social de los trabajadores. La dignidad de los trabajadores es sagrada –Emilio insiste en sus profundas convicciones sociales y éticas, con la mano en el corazón.
-Entonces con tu sueldo de profesor le cancelarás las horas extraordinarias y los beneficios obligatorios a Inés, y yo le cancelaré el salario mínimo, y así colaboras con un gramo de arena en la histórica lucha social – replica ella con desagrado.
-Rebeca –su lengua se petrifica por unos segundos-, no lo pongas de esa forma. Mi sueldo de la escuela es escueto, no me alcanza. Tú sabes que me estoy reuniendo con otros profesores muy discretamente para marchar por las mejoras salariales y beneficios sociales, cuando sea el tiempo adecuado –Emilio hace una conmovedora apología a su billetera o capital.
-Emilio, tú no le quieres pagar y yo no le puedo pagar lo que solicita. O Inés se queda bajo mis modestas condiciones o se va de inmediato –Rebeca levanta la voz y ensalza sus principios mercantiles.
-Está bien, está bien, que sea como tú dices –Emilio desestima ya sus profundas convicciones sociales y éticas, con una portentosa rapidez.
-Es extraño Emilio, cada vez que te tocan la billetera dejas de ser socialista de inmediato, sin pensarlo dos veces. No es complejo ser solidario con el dinero ajeno. ¿Cuántos socialistas son generosos con su patrimonio o desprendidos con el mísero? ¿Qué te hace pensar que los empresarios progresistas respetan a cabalidad le ley laboral? El empresario es lo que es aquí y en la quebrada del ají –cree que el incoherente Emilio necesita una reconvención.
-Por favor, no lo plantees así –a Emilio se le cae el credo, su filosofía política, su historia personal, sus periplos, sus convicciones sociales, sus marchas por la Alameda y su ética altisonante, y desenmascarado, se queda sin nada.
-Es fácil ser un entusiasta solidario con el dinero de otros. Los empresarios que son izquierdistas pueden ser tan explotadores y maliciosos como cualquiera. Te sorprenderías lo miserable que es este perro mundo. El único líder es el dólar –Rebeca lo remata con un balazo a su alma, un poco más calmada.
Lo que nadie le comunicó a Emilio, porque aún no ocurría, es que el centro izquierdo político, que gobernó Chile por veinte años desde el 1990 al 2010 con el nombre de “Concertación de partidos por la democracia” no modificó ni modificaría el neoliberalismo, más bien lo exaltaba, entre gallos y medianoche, con sofismas, gafas y rostros de mármol. Se vendieron totalmente al enemigo, como una ramera borracha de barrio pobre. Adiós a las reformas estructurales, que traerían consecuencias. Los cambios eran cosméticos y con el único propósito de incrementar el número de senadores, diputados, alcaldes y concejales, de su sector. El neoliberalismo es el capitalismo prostituido en donde los millonarios se enriquecen mediante la usura, la especulación, la colusión y la trampa, y en donde el Estado es reservista, como los jugadores de fútbol que se sientan en la banca todo el tiempo. Puede convertir toda la selva del amazonas en una alfombra de alquitrán, si es que es un buen negocio, y no hay pecado. Y para lanzar por el desvío al eterno ciudadano crédulo, los creativos progresistas de las comunicaciones diseñaron eslóganes alucinógenos como “crecer con equidad” “gobierno ciudadano” “estar cerca de la gente” “una agenda social vigorosa” “tus desolaciones confeccionan mi agenda” y otros narcóticos. La centro izquierda nunca propuso formalmente estatizar toda la minería, crear una Administradora de Fondos de Pensiones estatal, que los trabajadores sean propietarios del sistema de salud privado en un 70% al menos. Eso sí, en los discursos preeleccionarios lo prometían todo. Algunos hasta hablaban de reformas al torcido modelo capitalista, glorificado por ellos mismos. Al igual que la derecha, particularmente la gélida y sangrienta derecha económica, eran capaces de todo, con el pertinente disimulo. Cualquier analgésico demagogo servía. Los incautos eran los más leales. Lo importante era ganar la próxima elección presidencial, municipal o parlamentaria, no soltar la mamadera, profitar del Estado. La nueva y la vieja derecha tartamudean un poco cuando en nombre de la justicia social se les solicita la estatización de las riquezas naturales estratégicas del amado terruño o que los trabajadores sean propietarios de la banca y de las macroempresas en un 50%, por ejemplo, a través de un capitalismo popular fehaciente. Es que no les gusta fomentar el genuino capitalismo nacional o plebeyo. En un porcentaje significativo, las Administradoras de Fondos de Pensiones deberían ser de patrimonio de los trabajadores, la salud privada también. Una clase obrera capitalizada compraría acciones en la bolsa, de bancos, multitiendas y grandes empresas, fomentándose así el capitalismo gigante y el popular, de un solo golpe, con la intervención del Estado a favor de los postergados en estas operaciones financieras. Alternativas que mejoren las condiciones de vida hay varias, mas la voluntad política es nula a la hora de firmar o de mojarse el culo. Y como la izquierda se ha derechizado, también tartamudea, aunque lo encubren tan bien, que la galería los ovaciona sin más y vota por ellos con carteles de cinco metros. Todos los medios y miedos se subyugaron al faraón o poderosos. La propiedad privada absoluta a todo evento no es el Verbo encarnado, en el congreso descompuesto sí. La codicia demencial es el Sinaí del neoliberalismo. La esclavitud, con sus centenares de nombres y formas es inmortal. El que no cree en el impasible mercado es un renegado. El invisible e impalpable chorreo es su profeta. El chorreo es el cuento de un lobo disfrazado de oveja. La nueva derecha y la nueva izquierda son gemelas, comen de un mismo plato. Son dos traseros en un calzón. Son la misma prostituta con diferente minifalda. Una acribilla al pueblo con la mano derecha y la otra con la mano izquierda. Sólo se visten de dos colores ante las urnas, en el conteo de los escrutinios. Así, existirían dos opciones distintas, con candorosos que defienden con enardecimiento y banderines estas supuestas dos opciones políticas, que nunca han dejado de ser vasallas de la elite. En Estados Unidos uno de los peligros era que el negro aprendiese a leer bien, en aquellos años en que el demonio era el único amo. En mi país la educación pública es de mala calidad intencionalmente, planificadamente. Un chileno pobre bien educado es un ser pensante, un contestatario ilustrado, un peligro multiplicador. Los intereses de la aristocracia santiaguina no tolerarán a un agitador bien instruido parado en cada esquina. La buena formación es un beneficio exclusivo de los establecimientos o colegios privados. El postgrado cierto, en el extranjero, casi no visita la barriada, que duerme el sueño de los injustos. Cada parlamentario es un saltimbanqui, un actor de la comedia escrita sin piedad por los nuevos zares. La idolatría al mercado por parte de los izquierdistas modernos es un espectáculo imperdible. Tony Blair es el padrino de una de las hijas del multimillonario de las comunicaciones Rupert Murdoch. Este manoseo impúdico debajo el ombligo entre líderes izquierdistas “comprometidos” con el pueblo y heterogéneos millonarios es más común de lo que se cree. El más anhelado objetivo de algunos distinguidos izquierdistas o ex-revolucionarios es residir en el barrio alto, al lado de los acomodados y pudientes y estar de esta manera alejado de las barriadas, de los atorrantes, sin que nadie lo note, claro está, y darles así a sus hijos una educación de niño holgado, con enmascaramiento. De Salvador Allende sólo quedan algunas fotografías que custodian con celo. Las imágenes del gran Che Guevara no faltan jamás, sería una procacidad. El intocable modelo económico instaurado por Augusto Pinochet es el que pervive y reina por los siglos de los siglos. Nadie puede publicar en primera plana que Chile en este aspecto es pinochetista porque algunos estómagos se descompondrían y más de alguien propondría un harakiri por el agravio. Y también muchos reconocen que este neoliberalismo en democracia ha traído prosperidad y crecimiento, por que no decirlo, aunque continúe siendo un escándalo, que nació en el centro del infierno, que cien apellidos sean los dueños indiscutidos de la nación. Nadie más juega. La satánica distribución de la riqueza es un dogma que no revisan ni los socialistas ebrios. La excepción la componen los candidatos a cualquier cosa y los que piensan que el crecimiento económico esquelético del modelo cubano es una alternativa viable y veraz. Fidel, el súbdito adicto de la U.R.S.S., es el tirano encantado y lúcido, en estos casos, la vela que ilumina a los sandios y majaderos de siempre. El hambre y la falta de pluralismo en Cuba tendrían razones profundas, excelsas. Chile es una sociedad de responsabilidad limitada y los trabajadores participan de los costos mas no de la rentabilidad. Los postergados de siempre continúan ahí, ahora con un fono celular en la mano. Según Emilio seguimos siendo inquilinos, peones. El fundo es de ellos. Con tal de no mezclarse con el populacho, lo adinerados construyen sus casas cada vez más cerca de la cordillera, y allí entierran sus pecadillos, sus licitaciones brujas, los sobornos de guante blanco, los desfalcos a la amada patria, sus asociaciones ilícitas, sus salidas de madre, sus evasiones hercúleas al fisco, sus prepotencias, sus contratos al estilo de Vito Corleone, sus fechorías sensuales o impurezas de motel previas a la hostia y sus desmanes. Al igual que en Estados Unidos y España y otros, los dos bloques políticos existentes en Chile son de derecha en todo lo que sea economía y concentración de la riqueza. Los demócratas, los republicanos, los banqueros, los masones, la industria armamentista, las empresas multinacionales, la mafia y algunas instituciones nacionales como la CIA y otras, forman una asociación ilícita con el claro propósito de desvalijar a los Estados Unidos, con una Biblia en la mano y membrudas apologías a su estatua de la libertad, cada día más enmohecida, por la infamia.

Enero 1989

Eugenio Morales, un joven alto que asistía al templo metodista, de madre mapuche, le pide a Sara Esther, a través de la señora Adela y el pastor, que interceda ante el coronel Valladares. Morales le rogaba a Dios ingresar a la escuela militar Bernardo O’higgins. Tenía todos los requisitos y ya había postulado. Un impulso no estaría demás. Lo suyo era vocación castrense pura, un don de Dios. Amaba a esa escuela de oficiales que no conocía. Era un patriota entero, verídico.
-Lenin, el joven Morales, quien estuvo en nuestra boda y a quien conozco desde siempre postuló a la Escuela Militar del Libertador Bernardo O’higgins. Toda la congregación quiere verlo vestido de cadete. Tiene un excelente promedio en su colegio particular, es basquetbolista y cumple con todos los requisitos y aborrece a los marxistas y a todo lo que se parezca. Mide 1.83 metros. Por favor, habla con tu amigo el coronel Valladares. Ayúdalo, por favor. Esta bellamente entusiasmado.
-Bueno Sarita, lo intentaré. A mí también me cautivó el muchacho. Se le ve muy contento –lo indica en calidad de flagelante y con sinceridad.
El coronel, amigo personal y cliente de Lenin, escoltado por fino un whisky escocés, le señaló que el currículo del joven Morales era brillante, y que respetando los protocolos hará algunas llamadas telefónicas y consultas. No le prometió nada. Lenin pretendía éxito en la comisión. Por lo ocurrido en La Tetera era un gustoso penitente permanente. Le era un agrado cumplir los deseos de Sara Esther, cual vasallo, y a la que encontraba particularmente bella cuando ésta salía del baño aderezada. Era un lelo que no se cansaba de verla. Además estaba convertido prácticamente en un millonario o algo parecido con una Ventajosa gigante que tenía adentro heladerías, farmacias, centro de apuestas, restaurantes rápidos y otros, más sus infaltables inversiones en la bolsa, considerando la realidad económica del barrio y de la patria. Era un especulador talentoso y muy intuitivo en la compra y ventas de acciones en la bolsa de Santiago, y con información privilegiada a veces en una mañana ganaba varios millones, descontando los sobornos o incentivos obligatorios del caso. El camino recorrido desde el dogmático congreso de Chillán a hoy era anchuroso, liado y sorprendente.

Marzo 1989

El 29 de marzo se instaura como el día del combatiente entre los rebeldes. El modelo político le daba crecimiento y oportunidades al país, con un costo social que obviamente pagaron los trabajadores. Las buenas variables macroeconómicas que exhibía el régimen militar no se generaron de la nada. El efecto de rebalse es una comedia negra. Otros creen firmemente que en democracia hubiese sido imposible una revolución neoliberal de esta magnitud y a este ritmo. Las grandes mayorías fueron eliminadas de las bendiciones del esquema económico copiado por los Chicago boys a Estados Unidos, en una versión autóctona y pintoresca. Algunas privatizaciones se efectuaron con las puertas bien cerradas y determinadas empresas públicas fueron rematadas al peor postor, sin piedad por el prójimo. La sempiterna derecha económica se terminaba de adueñar de un país que ya le pertenecía, con la venia del Capitán General, al cual lanzaron al tarro de la basura al primer percance serio, años después. El Gobierno Militar fue leal con los empresarios. Los empresarios, al igual que los anarquistas, no tienen patria, ni Dios, ni ley, ni ideología, ni lealtad, ni alma ni nada. Su única divinidad es el dólar, o el euro, o lo que venga. De entre los tantos marginados algunos se aburrieron de patear piedras, llorar y de manifestarse apaciblemente. De los más vulnerables y humillados por el beatificado modelo de desarrollo, ciertos jóvenes estallaron y manifestaron su ira lanzándoles cualquier cosa a la policía, saqueando locales comerciales, vociferando, maltratando la propiedad pública y privada. Estos adolescentes eran y son una bomba de tiempo, manejados por mentes radicalizadas. Uno de estos grupos de descolgó de las violentas protestas en la Villa Francia y apareció con rabia esa noche en La Ventajosa, algo bebidos o drogados, arrojando piedras y patadas a una de las cortinas metálicas del supermercado. Lenin e Israel despertaron de inmediato e intentaron poner un macizo mueble de protección. El jefe e Israel, con unos palos en la mano que nunca utilizaron, resistían bien la agresión externa de los furiosos muchachos, al parecer de perfil revolucionario. De repente, con una de las patadas se abre un forado de unos treinta centímetros y Lenin queda expuesto a una eventual embestida. Sara al ver a su Lenin en peligro enloquece, se trastorna. Deja a su hijo solo, toma la pistola debidamente registrada del local que nunca ha sido percutida y baja las escaleras como en un avión gritando en la débil oscuridad: ¡váyanse de aquí, ratas sucias, no fastidien a mi marido! ¡los voy a matar a todos, perros miserables!, más otros epítetos irreproducibles. El primer disparo lo lanza al techo desde adentro, por mientras corría, producto de su crisis nerviosa. Abre la puerta que da a la calle sin precaución alguna y dispara cuatro balazos hacia arriba sin apuntar bien ni medir consecuencias. Avanzando unos treinta metros y gritando: ¡al que vea lo mato! Los alborotadores se disipan, al escuchar el primer balazo. En eso llega la policía con su bulliciosa sirena y se bajan preocupados, parapetándose, debido a los disparos. Un estupefacto Lenin les hace estruendosas señas a los policías uniformados y les grita: ¡todo está bien! ¡calma, calma! El capitán Jorquera se acerca remisamente a la cortina deteriorada, con sus patrulleros, bien armados. También lo hacen una neurasténica Sara Esther y un asombrado Lenin, que busca una postura digna.
-Señora, ¿qué tiene debajo del chaleco? – consulta un atento capitán, al ver que ella algo escondía sin sutilidad alguna.
-Una pistola señor –contesta una aterrorizada Sara Esther, abrazada por su esposo en todo instante.
-Tome el arma con su dedo pulgar e índice y me la entrega, pausadamente –pide el capitán, con impavidez, por mientras un patrullero tiene su dedo en el gatillo.
-Tome señor, aquí está la pistola del local comercial –responde Sara.
-Está debidamente inscrita oficial –acota Lenin.
-Señor, detálleme lentamente lo ocurrido –le solicita Jorquera a Lenin.
-Capitán, yo soy el dueño del supermercado y esta heroína es mi esposa Sara. Unos bravucones intentaron destruir la cortina del local, por esa aberración llamada día del combatiente. Mi esposa se asustó en demasía porque quedé al descubierto, tomó el arma, bajó la escalera audaz e irresponsablemente y en pánico, y disparó varias veces, por defender a su familia y nuestro patrimonio. Su valentía fue increíble –contesta un orgulloso y a la vez algo avergonzado Lenin.
-¿Mató a algún vecino o a algún gato, aparte del foco de la luz que voló? –pregunta el capitán de los carabineros con un demarcado sarcasmo.
-No, capitán, no lo creo –contesta otra vez Lenin, algo desorientado, por mientras los patrulleros miraban por todos lados, con avidez.
-Señora Sara, lo que hizo fue delicado y peligroso, mas la felicitó. Si todos actuaran como usted con estos rufianes, Chile no necesitaría de nosotros –lo expresa con una sonrisa irónica que ya parece carcajada-. Señor dueño del supermercado, usted es un afortunado. A cualquier varón del globo le agradaría tener una esposa como la suya, que arriesga su pellejo por lo que ama.
-Sí, capitán, soy más que un bienaventurado. Esa es la pura y santa verdad – concluye un cabizbajo Lenin, que fue socorrido por su esposa.
-Estimado don Lenin le devuelvo la pistola –que descargó previamente-, y le pido que la aleje de su esposa, o si no podría comenzar la tercera guerra.
-Eso haré capitán –responde Lenin, con una mueca de complacencia.
Algunos vecinos que escucharon gritar a Sara salieron de su casa para aplaudirla en público. Un médico atendió a la atribulada esposa con calmantes y también esa noche llegó el pastor y oró al Señor por todos y no pudiendo creer todo lo que había ocurrido, todo lo que había protagonizado la devota Sara, conversa con Lenin. Todo Lo Prado comenzó a comentar con asombro y socarronería la valerosa reacción de Sara Esther, a la que algunos ya llamaban la “wonderwoman”, cariñosamente. El capitán Jorquera y sus patrulleros se subieron al furgón y se doblaban de la risa y contaron la anécdota por años, como muchos vecinos.
-Don Lenin, lo que hizo Sara fue extraordinario. Es evidente que Dios le dio la fuerza y el arrojo para defender a su familia y propiedad. Su esposa es una hija del Señor, una mujer extraordinaria, como en algún momento se lo comenté. Con una mano sobre la Escritura, usted debe agradecerle a Jesús Nazareno.
-Sí, pastor, le agradeceré esta noche a Jesús por la virtuosa esposa que me regaló, sin yo merecerlo. Terminantemente Sara Esther es un tesoro invaluable.
-Extraña forma la de acercarse al Redentor la suya. Los caminos del Espíritu Santo son insondables. El Padre está usando este complicado episodio para golpear la puerta de su corazón, espero que escuche su llamado.
-Tendré en consideración sus palabras. Muchas gracias por venir a estas altas horas de la noche a orar a Jesús por mi venerada Sarita. Si necesita algo, pídamelo.
-Don Lenin, con lo ocurrido esta noche usted queda moralmente atado a su esposa, por siempre. Le repito, Sara es hembra de un solo hombre, y ha demostrado de sobremanera que está dispuesta a morir por usted y por los retoños que el Señor envíe. Cuando corresponde, ella es una fiera indomable.
-Comprendo a cabalidad sus palabras, como nunca antes. Sara Esther es la mejor mujer del planeta, y es mi esposa, y puede ser más ruda que un boina negra por defender lo suyo. No le voy a refutar eso de fiera indomable –caen diminutas lágrimas por sus mejillas. Posteriormente Sara también le pidió perdón a Jesús en el templo por los vocablos deslustrados pronunciados en su momento de desesperación cuando estaba disparando el arma. El pastor le señaló que no se preocupara más del asunto y que le pidiera al Dios Padre que proteja a su familia, a toda hora y en todo lugar. La lengua traiciona a cualquiera, incluyendo a los inmaculados y reverenciados.

Abril 1989

Por un contacto que hizo Lenin con un coronel amigo al que le consultaba y cotizaba llaman a Rebeca desde el casino de oficiales del Ejército de Chile, para que en su calidad de banquetera le celebre el cumpleaños al general Olivares. Ella llevó las tortas, los vasos, las servilletas y todo, y a Emilio como garzón. Era una oportunidad conquistar más clientes en su ampliación de giro y le recalca a su esposo idealista lo de siempre, con dibujos animados.
-Emilio, a estos oficiales y sus esposas los vamos a tratar como a príncipes. Si al general Olivares le agrada mi servicio, mi sonrisa y mis tortas, incrementaré mi facturación mensual. No hables de política ni con la mente, por favor –le ruega una Rebeca que conoce sus desvaríos ideológicos.
-No te preocupes, te ayudaré en ganar al general como cliente. Eso sí, no le sonrías demasiado. Tú eres bella y tu sonrisa un peligro latente.
-Gracias por lo de bella, deberías decírmelo más seguido, y mirándome a los ojos.
Maximizaré la rentabilidad de mi sonrisa, sin sobrepasarme –remata una maciza e irónica microempresaria que jamás se agota.
La celebración del cumpleaños del general fue espectacular. Todos se extasiaron con las disímiles tortas de la talentosa Rebeca. Los garzones Emilio y Rebeca se comportaron tan bien, que el propio general Olivares, amigo personal del general Pinochet, los felicitó personalmente. La sonrisa de Rebeca siempre es provechosa y la unidad de adquisiciones del Ejército de Chile tiene ahora un nuevo proveedor, como lo es La Ventajosa. Emilio y Rebeca se amaron hasta el final. Él continuó siendo profesor y microempresario el fin de semana y los días feriados, acompañando a su incansable Rebeca. Con los años prosperaron y pudieron planificar una verdadera luna de miel en un buen hotel de Arica, cerca del sol, la playa, el desierto y sus valles, y visitar el lago Chungará y el Machu Pichu. Rebeca amó al sano y buen Emilio todos los días de su vida.

Julio 1989

Después de la sonora reconciliación, Sara se puso en campaña para darle un hijo más a Lenin, que incluían más plegarias y obscenidades en la intimidad a destajo. Ella mimaba a su marido con más intensidad que en su primer mes de matrimonio. Lo de Lenin y Sara era una nueva boda, una segunda luna de miel. Desde el punto de vista de ese cristianismo puro, no maleado por fumadores o liberales, ella se convenció más que nunca que la familia era sagrada y que el matrimonio era una institución divina. Lo que Dios ha unido no lo separará el ser humano o la legítima furia destemplada de una esposa magullada por las veleidades del casamiento. Ella amaba a Dios, a la iglesia, a la familia, a la patria, a los canarios, a los perros callejeros y a los militares profesionales, con sinceridad, y no con palabras vacías o discursos enmarañados. Rebeca transitaba también por esta profunda vía, con algunos matices distintos. En la mañana del 17 de Julio de 1989 nace en la clínica Torrelaguna la señorita Priscila Isabel, pesando un poco más de tres kilogramos, con ojos claros y una excelente salud. Lenin no podía creer la hermosura suya que tenía frente a sus ojos. Era bella como Sara Esther. Su rostro era el de un papá deslumbrado. Estaba anonadado con la bendición de la mejor hija del continente americano.

Diciembre 1989

Caído el Muro de Berlín algunos marxistas o exrevolucionarios llenaron sus almas dedicándose con ímpetu a la aprobación del aborto, del matrimonio homosexual y otros ideales. La idea es excluir a Dios del quehacer terrenal nuevamente y de esta forma asegurarían otra vez un nuevo fiasco. La moral objetiva es una carga innecesaria. Dos adultos de un mismo sexo pueden casarse, haciendo uso de sus derechos civiles y libertades individuales. También van a permitir que un musulmán se case con las tres mujeres que ama y con las cuales ya tiene ocho hijos, en nombre de esa misma libertad individual. En respeto a los sacrosantos derechos individuales se aprobarán la poligamia heterosexual, bisexual y homosexual, subordinados a la diosa libertad. Un ser humano mayor de edad se va a poder casar con dos hombres y con dos mujeres a la misma vez, y si la relación es consentida también se autorizará el matrimonio entre familiares cercanos o directos, como guinda de la torta, y más, desligándose la sociedad de un leñazo de todo conservadurismo retrógrado. En nombre de la sagrada libertad se canonizarán en el Servicio del Registro Civil el homosexualismo, la poligamia, la poligamia mixta, el incesto, la zoofilia y lo inimaginable. Inclusive, un hombre libre podrá vender su libertad al mejor postor y hacerse esclavo libremente, por una decisión personal que nadie perforará, en nombre de la libertad individual. En esta novedosa y libertina atmósfera, la legislación sobre el o los divorcios y la adopción de menores será un enjambre de nudos ciegos. Un homosexual adulto se va a poder casar con un joven de 15 años de edad, si sus padres lo autorizan. Ser un progresista consecuente hasta el final del camino no es fácil. El nuevo fundamentalismo religioso o confesional se llama secularismo y Lenin no participará de él a plenitud. Con el aborto convirtieron el vientre de una mujer en un patíbulo que no descansa un minuto, en nombre de la libertad. Hay que respetar el derecho reproductivo de la mujer por sobre el derecho de nacer. El derecho del más fuerte, o el de la más fuerte, aplasta el derecho del más débil, del que no se puede defender ni inscribirse en un partido político o en una organización que lo ampare. Cada progresista decidido es un ayatolá de su credo, con la frente en alto. De las reformas estructurales de fondo simplemente se olvidaron y pareciera que el socialismo fidedigno es sólo un mal recuerdo, una punta de lanza de la inmoralidad objetiva. Se ensalzarán las libertades personales aunque no quede piedra sobre piedra. El laicismo es un Estado teocrático, con la libertad individual como el supremo dios. Los bebés que no fueron abortados celebran el día internacional del niño con vigor, gritos, loas, letreros y marchas. El secularismo es el único becerro de oro, el materialismo es el opio de los pueblos. Los progresistas ganan en las urnas batalla tras batalla, fidedignamente. La libertad personal va a ser adulada hasta que el mentado Apocalipsis nos golpee la puerta con un tanque blindado moderno y molestoso, o algo similar. Un progresista apagará el último interruptor en el último día, pensaba Sara, en su hermenéutica de los últimos tiempos, desde su visión confesional de la Escritura.

Febrero 1990

Aunque es delgada y acinturada, Sara Esther asiste a un gimnasio regularmente con el propósito de mantenerse en forma y aprender bailes árabes y sensuales. Con el estímulo de su madre le preparaba una sorpresa libidinosa a Lenin, a pesar de que era muy erótica y movediza con él, gracias al Kamasutra, las plegarias y otros, siguiendo los consejos de Marta y de algunos sexólogos. El democratacristiano y prestigioso Patricio Aylwin se prepara como el próximo presidente del país, con algunos viejos cracks algo sedientos de poder, e inicia el proceso de normalización en las instituciones republicanas. Su primera misión gubernamental era entregarle la banda presidencial a un hombre elegido por el pueblo cuatro años después, con el desasosegado Augusto Pinochet Ugarte en la Comandancia en Jefe del Ejército. Don Patricio, unos de los patriarcas más respetados por todos, no condenó el golpe de Estado de 1973 de inmediato, es más, algunos lo acusan derechamente de golpista. El 9 de febrero era el cumpleaños de Lenin y en un escenario improvisado, a media luz y después de una cena ligera, la improvisada bailarina nocturna le dice a su marido que la espere un momento. Una mujer al cumplir treinta se complicaría entera. Aparece en la yema de la siquis una crisis, que es superable. Se mira desnuda y con ropa en el espejo desde todos los ángulos. Se cuestiona su futuro, el matrimonio, su cintura, el trasero, las piernas, los senos y más. Se siente un poco más vieja y no sabe si es la misma de ayer. Las arrugas y las canas las cuenta de a una, que en todo caso eran muy pocas, casi nada. Se compara con otras mujeres. Busca un nuevo vestuario. Intenta renovarse. E ingresa Sara Esther al hogareño escenario vestida de mesalina y le habla, pestañeando con bríos.
-Hola guapo, yo soy la prostituta –se vistió como tal- más cotizada de este lugar, ¿te gustaría que te baile, con mi pezón en tu boca?
Puso la sensorial música y bailó carnalmente, lo que había ensayado con afecto, desvistiéndose lentamente. Él, de pie y bailando también un poco, gozaba del espectáculo artístico y conyugal. Él se gozaba con todo lo que ella se preocupaba por el matrimonio, sus hijos y el negocio. Terminado todo, y antes de caminar hacia la habitación ella le pregunta un poco obsequiada y levemente deprimida:
-Lenin, en diciembre cumplo treinta años. ¿Me amarás mañana, el próximo decenio, cuando cumpla medio siglo de vida y más?
-Sara, a tu repetida pregunta siempre le respondo lo mismo –le contesta románticamente y con rubor.
-Lenin, dime que me amas mirándome a los ojos, sin parpadear, por favor –ella le ruega dulcemente, y él se ruboriza.
-Sara, tú sabes que soy tímido y lo que siento por ti –replica un sonrojado Lenin.
Al otro día Lenin le compra cien rosas rojas con una tarjeta grande que decía “una rosa por cada año de nuestro matrimonio” más el infaltable oso de peluche, que ella ya los coleccionaba en una pieza aparte. Sara lloró en el baño, de gozo, con la complicidad de su madre. Amaba a su Lenin, a morir, a ese Lenin que estuvo a menos de un metro de perder. A un buen marido hay que cuidarlo con una metralleta, todos los días, dicen las expertas en el área de la vigilancia.

Junio 1990

Instalado ya el nuevo gobierno elegido por el pueblo chileno desde el 11 de marzo de 1990, Emilio sufre su primera decepción porque los ministros y parlamentarios oficialistas, de la centro izquierda, ni siquiera hacen anuncios de las tan famosas y esperadas reformas estructurales. Se les ve cómodos en sus sillones y en el poder. El largo discurso presidencial oficial de mayo de ese año sólo trajo la verborrea clásica repleta de buenas intenciones y anuncios populares. En La Ventajosa estaban Lenin, Sara Esther y la señora Adela y en forma repentina ingresa al hall del primer piso un Eugenio Morales vestido con una impecable tenida de cadete de la escuela militar. Las dos mujeres lanzan un grito controlado, de complacencia, y el joven se dirige hacia don Lenin con gallardía.
-Don Lenin, venía a agradecerle personalmente por todas las molestias que se tomó en favor de mi ingreso a la Escuela Militar. Le traigo este insignificante regalo. Le obsequiaría la fotografía autografiada de mi general Pinochet –la muestra complacido y discretamente, bromeando un poco-, pero es demasiado insigne para mí. Le comunico que en la Escuela soy un muy buen corredor y un excelente alumno.
-Estimado Eugenio, nada agradezcas. Lo que me pida mi esposa trato de hacer. Cuando te cases me entenderás -esboza una sonrisa socarrona-. Te ves muy bien con ese impecable uniforme. El coronel Valladares también me mostró orgulloso una fotografía con el general Pinochet y creo que le hizo una ampliación de tres metros por tres –ríe-. Espero que seas un buen general del Ejército de Chile. Veo que conservas el enardecimiento del principio.
-Gracias Sara Esther y señora Adela por ayudarme a vestir este uniforme, que es lo mejor que le puede ocurrir a un hombre chileno –dice Morales con bizarría.
-No faltaba más. En la congregación estamos todos dichosos que por primera vez uno de los nuestros ingrese a la hermosa Escuela Militar. Que Dios bendiga a todos nuestros uniformados, sin excepción –expresa Sara Esther, con orgullo.
-Don Lenin, que Jesús de Nazaret le bendiga a usted y su familia –dice un agradecido Eugenio Morales, que pinta para general de la república.
-Que le vaya bien mi teniente. Cuando sea coronel espero que sea mi cliente –lo expresa Lenin con un agrado irrefutable y mirando el futuro.
-Así será don Lenin. Le compraré todo lo que venda. Usted va a ser mi proveedor predilecto –concluye el cadete, sonriendo.

Mayo 1995

El empleador Lenin Farfán asiste voluntariamente a la inspección del Trabajo de Lo Prado. Fue demandado por diez extrabajadores de La Ventajosa por el no pago del feriado legal, desahucio y horas extraordinarias, entre otros. Como corre en contra del tiempo, el demandado no acudirá con un buen abogado que intimide a sus ex operarios, así que lo hará personalmente, intentando buscar el mejor acuerdo posible con los curtidos fiscalizadores del Estado.
-Se llama al representante legal de La Ventajosa y a los diez demandantes a la oficina tres –señala el inspector Torres por altoparlante.
Ingresan al despecho Lenin Farfán y enrabiados y humillados diez exoperarios comandados por María Adelina, la marujita, que era la única sin ningún miedo.
-Señor Farfán, le entrego un detalle escrito de las horas extraordinarias, gratificaciones, horas ordinarias y desahucios impagos, más otros ítems menores.
En Chile la jornada de lunes a domingo es anormal –hace hincapié el inspector, de cuero duro y con años en el circo.
-Señor Torres, yo también trabajo de lunes a domingo sin descanso y cuando contrató a un colaborador le explicó sin ardides las características del negocio y las complicaciones de éste –señala Lenin con una dudosa convicción y el rostro severo, como esperando un cachiporrazo jurídico.
-Don Lenin, da la impresión que jamás en su vida usted ha oído hablar de los derechos de los trabajadores de esta nación. Todas las horas extraordinarias se deben cancelar sin cálculos antojadizos, todas –recalca un acostumbrado Torres a estas lides y a empleadores cicateros.
-Inspector, tenga cuidado que este negrero nunca paga nada. No sabe lo que es lo correcto y cree que los aprisionados operarios son esclavos. El señor Farfán es el clásico explotador santiaguino –acota la enfadada marujita, que demandaba desembarazarse también.
-Señora María Adelina, cuide el lenguaje –ordena Torres.
-Disculpe inspector, es que cada vez que veo a un aprovechador, a un abusador del prójimo, me irrito –afirma la marujita firmemente, descargándose otra vez.
-Inspector, yo soy un emprendedor con serias dificultades en mi flujo de caja y le pediría que autorizara un descuento porque el monto a pagar es abultado –solicita mansamente el empleador del supermercado.
-No, no es posible un descuento porque la actual legislación laboral obliga al representante legal a cancelar a tiempo todo lo demandado por estos diez trabajadores que usted despidió injustamente en los últimos seis meses. Esto no es una subasta. Si pretende acudir a los tribunales de justicia, no le conculcaré ese derecho –indica con claridad un estricto Torres.
Un juicio laboral puede durar más de un año y no hay tiempo para Lenin, aunque sabe que lo puede ganar.
-Lo que sucede es que el ritmo del trabajo en La Ventajosa es tan duro que es por eso que tengo una elevada rotación de personal. No todos la soportan. ¿Es correcto pagar una hora extraordinaria al jornalero que se atrasó en su trabajo o fue negligente? Todos los meses ingresan y se van varios –lo expresa Lenin como disculpándose por sus reiterados despidos de operarios.
-Sí, es lo correcto que pague, además de ser una obligación hacerlo a tiempo, o se expone a multas severas –reitera Torres, que conoce la ley laboral de memoria y las triquiñuelas patronales.
-Lo que realmente sucede es que a usted no le molesta humillar al hombre pobre, al proletario –señala una encolerizada marujita.
-Señora María, termine con este tipo de interrupciones, por favor –reitera el inspector, otra vez, a la enfadada dama.
-Señor Torres, está bien, cancelaré con un cheque ahora todo lo adeudado y actualizaré desde mi oficina el pago pendiente de todas las leyes sociales y beneficios pendientes, y de esta forma le demuestro con hechos mi correcta actitud. No tengo tiempo ni el ánimo para asistir a los tribunales de justicia. No es mi estilo de trabajo –recalca Lenin con gravedad.
-Entonces el caso de La Ventajosa está cerrado –remata Torres.
-Inspector Torres, este miserable de Lenin Farfán paga lo que debe porque va a recibir un importante premio, sólo por eso. Fue elegido el empresario del año y no es un chiste o una pulla –acota una marujita bien informada.
-Por favor, retírense todos de mi oficina, la demanda concluyó -ordena Torres.
Retirándose Lenin por la escalera de la Inspección del Trabajo la marujita le entrega a su ex patrón un mensaje postrero, desde el fondo de su corazón.
-Lenin Farfán, eres un negrero fascista y toda la comuna se enterará. Te vamos a desenmascarar –remató así la marujita el episodio de los finiquitos y beneficios sociales impagos del supermercado La Ventajosa.
Este fue un gritó que los desahogó a todos y descomprimió ese tenso ambiente que se germinó por los atropellos de Farfán a los derechos primordiales de los trabajadores. El desahogo de la marujita interpretaba la frustración de muchos trabajadores y echados chilenos, que con una alta cesantía en toda la república, estaban atados a los caprichos y fechorías de los empleadores mezquinos, que eran la mayoría y vivían su edad de oro. El capitalismo salvaje es el rey con corona.

Junio 1995

Después de cancelar tardíamente algunos finiquitos y otros beneficios pendientes por el valor que realmente corresponde a algunos de sus trabajadores despedidos injustamente y algunas multas ante la Inspección del Trabajo, ya está en condiciones de aceptar de parte de la Ilustre Municipalidad de Lo Prado y la asociación de empresarios el premio al empresario emprendedor del año y dar una entrevista en la radio Pesebre. Lenin fue generoso en la campaña de las pasadas elecciones municipales y es uno de los proveedores favoritos de Lo Prado y de otras comunas. El alcalde y los concejales lo piropean. Como experto en capturar clientes no mira colores políticos, ni sociales, ni religiosos, ni nada. Todo aquel que esté dispuesto a comprarle, es su entrañable amigo. Lo demás es humo y charlatanería juvenil. Ingresa calmo a la radio y el periodista inicia la entrevista.
-Don Lenin, ¿cómo un hombre que fue pobre, de Lo Prado, termina siendo un exitoso y reconocido empresario en casi toda la capital?
-Lo más importante es poseer una visión, un sueño aterrizado. Yo todos los días me levanto muy temprano, trabajo duro de sol a sol, casi sin descanso. Soy ahorrativo, laborioso y austero. Vigilo con responsabilidad diariamente mi estructura de costos. Estoy buscando incansablemente nuevos clientes, nuevos productos, nuevos puntos de venta. Nunca me rindo. Si me caigo diez veces, me levanto once. Vivo y muero por mi negocio. Estoy consagrado a mi supermercado y a las otras inversiones –contesta calmo y claramente seguro de sí mismo.
-Señor Farfán, el Ministro del Trabajo del Presidente Frei Ruiz-Tagle, está empecinado en el cumplimiento de toda la legislación laboral vigente. A usted, ¿qué le parece esta actitud política?
-Respetar las reglas del juego es determinante. Soy un fuerte partidario de que los empresarios deben ser rigurosos en el acatamiento de los derechos de los trabajadores. Esta patria la construiremos entre todos. Nadie sobra. Uno labora con ellos, no en contra de ellos. Con mis trabajadores mantengo un diálogo franco y directo. Son el pilar fundamental de todo negocio o emprendimiento –lo expone como exhortando, a esos humildes y esperanzados oyentes.
-¿Qué opina usted de las reformas laborales?
-En política se debe actuar con responsabilidad. Si unas reformas laborales pactadas y moderadas se aprueban por mayoría, estoy de acuerdo – es una respuesta de buena crianza.
-¿Qué piensa de la estatización de empresas que fueron del Estado?
-Mantengo un elevado e indisoluble respeto a la propiedad privada, mas no me opongo a que se revisen algunas extrañas privatizaciones que pudieron existir en el gobierno del señor Pinochet –no se quiere meter en las patas de los caballos.
-¿Cuál es el rol de la empresa privada?
-La empresa privada es el motor de la economía, el alma máter del progreso. Es importante que aumente el número de propietarios y no de proletarios. El empresario posee la responsabilidad moral y social de generar empleos y riqueza, de pagar sus impuestos. Hay que fomentar el emprendimiento, excluyendo cualquier sobrecarga ideológica, sobre todo ahora que el muro de Berlín ya no existe. Los canónigos del estatismo están obsoletos. El Estado debería participar lo menos posible –lo expresa como un arzobispo del mercantilismo, supuestamente bien interpretado.
-¿Qué opina de las utopías políticas que pregonan algunos jóvenes?
-El derrumbe del muro de Berlín aplastó muchas utopías políticas. Prefiero el pragmatismo y enfrentar la realidad como es, como viene. La mejor utopía es el progreso mediante el trabajo duro y la iniciativa – se independiza de su historia personal y de los decenios de la dura lucha social en un tris.
-Y ¿sobre la familia?
-La familia es la columna fundamental de la sociedad. Todo nuestro pensar y hacer, nuestras alegrías y tristezas, se desenvuelven en una familia. Hay que legislar a favor de la familia, del matrimonio – es un conservador irreconocible.
-¿Qué le parece que Augusto Pinochet sea aún Comandante en Jefe del Ejército?
-Bueno, es una realidad jurídica irreversible que todos debemos asumir hasta la total normalización de la institucionalidad democrática. En lo personal más me preocupa que el hombre pobre encuentre un empleo y que la economía crezca a buen ritmo, hasta superar la marginación y los campamentos –da otra respuesta cliché.
Junto con la premiación, Lenin fue invitado también con su esposa a un tradicional almuerzo de lujo a la Sociedad de Empresarios. Esta vez él era una de las estrellas laureadas. En el exclusivo club La Cúspide los garzones servían una exquisitez tras otra y tragos exóticos. Antes de tomar asiento, Lenin divisa desde el refinado balcón un Santiago muy distinto. La capital del país ahora era sólo un gran mercado, con políticas económicas neoliberales claras y convenientes que abría las más disímiles alternativas comerciales e industriales, con serías posibilidades de convertirte a mediano plazo en un empresario internacional. Si le vendía a cada santiaguino uno o tres de sus productos en un futuro cercano su fortuna personal sería cuantiosa e incalculable y podría comprarse la mesa directiva completa de cualquier partido político u organización e inclusive hacer alguna reservación de primera clase en el santo cielo, adquiriendo sacramentos u ordenanzas puras. La Alameda ya no es el lugar romántico y natural de encuentro de la lucha de las fuerzas contestatarias. Hoy es simplemente la principal arteria capitalina que se dedica a transportar millones de mercaderías, insumos, bienes muebles, activos, valores, trabajadores y asesores. Con rayos del pasado que vienen a su mente, jamás se ha desvinculado del gobierno popular del Chicho. Y no es que no lo quiera, simplemente no puede. Es como un karma, una especie de fantasma que lo interpela. Son chisporroteos potentes y esporádicos en su melancólica alma, en la cuales aparecen vívidamente Allende, las marchas revolucionarias, las peñas folclóricas, los cordones industriales, las paralizaciones, la agitación universitaria sesentera y setentera y más. La agenda de la Unidad Popular es un componente de su ser. Su corazón vuelve a la Alameda allendista, con el flaco Fernández al lado de él, gritando por una genuina reforma agraria, por la anhelada estatización de la banca, por la educación nacional unificada o por lo que sea. A veces sentado en su automóvil o en La Ventajosa ve al flaco y a sus antiguos compañeros pararse frente a él con carteles marxistas y gritando a todo pulmón. Todo es en un blanco y negro paranoicos. Son espectros que apesadumbran su sesera seguidamente. Entre los distinguidos comensales figura el infaltable presidente de los empresarios de la región metropolitana y de toda la patria, don Agustino Casiux, amigo personal y devoto del expresidente Augusto Pinochet Ugarte. Sin la presencia del Don, ningún evento relevante empieza. Don Agustino llega en su Mercedes Benz del año y uno de sus secretarios privados lo acompaña a su mesa en donde saluda a Lenin y a una nerviosa Sara Esther con alguna informalidad, porque el Don es muy afable y simpático. Pide que retiren un cenicero que ve cerca de un florero lejano. Nadie osará fumar delante de su presencia, y en su territorio a nadie se le ocurriría insinuar una mínima interpelación a Augusto Pinochet, el hombre y enviado de Dios que salvó a la patria de la lepra del marxismo y sus aberrantes consecuencias como la demagogia, la improductividad, la irreverencia, la opresión, el resentimiento, la inflación, la pobreza, el ateísmo y cien mil más.
-Don Lenin, lo felicito por su galardón. He sabido que usted es un hombre de esfuerzo, que empezó de cero. Da gusto ver nuevos talentos –dice un magnánimo Agustino, al que todos escuchan con acatamiento y en silencio.
-Muchas gracias por sus palabras don Agustino, usted es un modelo a seguir –se sentía un proletario sucio al lado del Don-. En mí todo ha sido trabajar muy duro, de lunes a domingo. Es un honor conocer a una leyenda viviente como usted. No soy digno de sentarme en su mesa -le contesta un impresionado y humilde Lenin.
-Sí, don Agustino, mi esposo trabaja dieciséis horas diarias y sólo sueña parecerse un poquito a usted porque es muy inteligente, y cordial. Es todo un agrado y un sueño conocerle. Comprenda mi emoción –añade una nerviosa Sara Esther.
-Lo felicito otra vez Lenin. También tiene una esposa hermosa y dulce. Cuídela – le habla como si fuera su padre-. Al final de esta efímera existencia advertirá que lo más importante es la familia, la fe en Dios y la santa iglesia, indiscutiblemente. Todo lo demás es material y pasajero. Hay que alimentar el alma un poquito cada semana –exhorta don Agustino con un espíritu elevado.
-Don Agustino, usted que ha sido el maestro y faro de los empresarios, dígame, ¿cuál es la dificultad más grande que ha superado, en sus quehaceres? -consulta el concentrado discípulo y dueño de La Ventajosa.
-Agustino, cuéntele lo que sucedió con su fundo en los años en que los saqueadores y manilargos gobernaban nuestro querido Chile –intervino con pasión el vicepresidente de los empresarios, don Leonardo.
-Mire hombre, en la paupérrima administración de Allende unos revolucionarios o maleantes, me querían robar mi fundo de Talca, herencia sagrada de mis sacrificados tatarabuelos, pero mi general Pinochet, el salvador de la patria, puso con fe y esmero todo en orden nuevamente y volvimos a la normalidad, al trabajo, al orden y a la decencia. Esos orangutanes marxistas son parte de la historia negra y vergonzosa de la patria –sentencia con convicción un satisfecho don Agustino.
-Que Dios bendiga al expresidente Pinochet y a su familia. Un brindis por don Augusto –dice con iniciativa y respeto Sara Esther. El sublime y espontáneo brindis de una Sara que brillaba con luz propia tocó el fondo del corazón de don Agustino.
-Un brindis por don Augusto –responden todos al unísono en la mesa.
-Mi general debió exterminar a todos esos marxistas sin Dios ni patria. Son una escoria. Los sobrevivientes, los que quisieron cubanizar esta patria libre y soberana, ahora fomentan el odio y el resentimiento por los cuatro costados. Son una plaga y tenemos que desde ya buscar un insecticida -replica con vehemencia don Leonardo, tan pinochetista y peliagudo como el Don.
-Don Agustino, gracias al gobierno anterior hoy en Chile están dadas todas las condiciones para organizarse y progresar. Es una época generosa para los que trabajan mucho y reclaman poco –concluye Lenin, con una sonrisa.
-Lenin, tu comentario es muy sabio y sabroso, como el brindis de su esposa. Se lo diré a mi general Pinochet cuando lo vea, este fin de semana. Si necesitas verme acude a mi banco cuando quieras. Tú y tu hermosa esposa me conquistaron, definitivamente. Desde ya son bienvenidos. Tener a un amigo que es el dueño de un banco nunca está demás –remató don Agustino, ironizando con afecto. Después del sobrio reconocimiento que le hicieron en el escenario de La Cúspide Lenin levitaba de júbilo y placidez. El Don le había dado una bendición personal que muy pocos empresarios obtienen. Algunos matarían por ésta. El Don es uno de los encargados de decidir hacia donde deben soplar los vientos del país, y si deben soplar o no. Los asesores del Don le explicaron a Lenin con peras y manzanas que él no bromeaba. Si él le abría las puertas del banco a un amigo o socio, lo hacía generosamente. Además, que dificultad le traería al Don una empeñosa hormiga, de bajo perfil, como Lenin. El Don era el cielo. Si él te bendecía era el cielo el que te bendecía. Simplemente la gracia del Don cayó sobre Lenin, tal vez influenciado por la preciosidad y el desenvuelto brindis de Sara Esther por el Capitán General. Nadie lo sabrá jamás. En todo caso Sara Esther sentía ahora al Dios Todopoderoso y a los poderosos de Chile como sus aliados, por la vehemencia de sus plegarias al Redentor de la humanidad, seguramente.

Enero 2002

Josué Salvador fue un mimado desde el primer día, su madre lo veneraba y lo regaloneaba en todo, más que a su amado Lenin. Su abuela Adela, que lo acaramelaba todo el día, lo convertía en un niño esquivo y después en un joven inconsciente, con la cooperación de todos. Como su segundo nombre era en honor a Salvador Allende, Lenin le dijo a su hijo “chicho” desde niño, siempre que no hubiesen militares presentes, como en su juventud se refería así del presidente socialista mártir. Las mujeres de la casa le decían “chichito” y satisfacían casi todos sus caprichos. Obsequio que pedía, la mamá se lo compraba sin más. El chichito estudió su primaria y secundaria en el “Big School”, prestigioso colegio privado de la comuna de Providencia, entre los años 1988 al 2001, de primero básico hasta cuarto medio. Era revoltoso, bailarín, sano y le gustaba participar activamente en todo tipo de actividades, paseos, fiestas y espectáculos estudiantiles o de lo que venga. Daba la impresión de que quería ser actor, animador o músico, generando preocupaciones macizas en su contrariado padre. En este último año de secundaria y como cierre anual le solicitó a su padre una motocicleta. Junto con rechazarlo de inmediato, le enseñó que cuando un papá compra una motocicleta, también debe comprar una tumba. Sara Esther si veía una motocicleta en la casa o la regalaba, la quemaba o la devolvía. Lo que sí le rogaba ella a su hijo de todas las maneras posibles era que se bautizara por la iglesia evangélica a la cual asistió muchas veces, particularmente a la escuela dominical, cuando niño. Josué era respetuoso de Cristo Jesús y su credo, mas ni quería acercarse a un templo. Más bien pensaba en el rock, las mujeres voluminosas y acinturadas y en las cervezas, al parecer con moderación. Esta situación forjaba tensiones en la familia. El año 2002 el primogénito ingresa a la Universidad de Chile a estudiar Licenciatura en Historia, siguiendo la ruta escolar de su padre. Si bien obtuvo un buen puntaje en la prueba de aptitud académica, Lenin, sabía que su retoño era inteligente y que el colegio privado lo preparó bien. El problema era que el malcriado chicho no era un lector perseverante y en la carrera de Licenciatura hacen profundas y largas e incesantes lecturas a unos libros que parecen cajas. Lenin soñaba que su farolero y frívolo vástago estudiará Ingeniería Comercial con un doctorado en economía o en administración en el extranjero, o algo equivalente. También hubiese sido muy agradable ver al chichito estudiar Derecho. El objetivo era que se preparara adecuadamente para que un día administre su suculento patrimonio, su herencia. Sara se preocupaba más por el alma de su alocado y artístico muchacho, que ahora le pidió un automóvil a su padre.
-Papá, ahora que soy adulto e ingresé a la universidad cómprame un automóvil, por favor. Lo necesito para movilizarme por Santiago –lo señala Josué con seguridad y una improvisada madurez que no persuade a su progenitor.
-Para correr por Santiago querrás decir, con tus amigas de minifalda corta y que mastican chicle y fuman. Recuerda que eres un atolondrado –lo dice con un poco de inquietud y malquerencia. Su hijo es un mayor de edad impredecible.
-Papá, confía en mí, ahora soy un universitario.
-Querido hijo, yo no confío en tu prudencia –mantiene su desasosiego.
- Mira papá, me bautizo por la iglesia, hago el curso para manejar y tú me compras el automóvil. Tarde o temprano tendrás que comprarme un medio de transporte, como sucede ya con todos mis amigos de los colegios privados. Si soy un peatón permanente se van a burlar de mí y sé que tú no lo soportarías –decía un circunspecto y no tan contundente Josué Salvador.
El chicho encontró el talón de Aquiles de sus padres. La mamá le rogaba que leyera la Biblia y que se bautizara y no avanzaba un metro. Lenin también se estaba cansando de los inútiles ruegos redentores de Sara y de su inconmovible inmadurez. Un automóvil deportivo del año lo podía cambiar todo, limar asperezas, en un escenario preconcebido y bien abocetado.
-Chicho este es el trato. Te bautizas por la iglesia, apruebas el curso de chofer, respetarás los horarios que te impongamos y me prometes un buen rendimiento académico en la Facultad. A cambio yo te compro un sedán deportivo. Este va a ser un secreto entre nosotros –no debía enterarse Sara Esther del turbio acuerdo que salvaría el alma de su díscolo primogénito y futuro chofer.
-No faltaba más. Acepto de inmediato el trato. Te prometo que cumpliré con todo. No te fallaré en un milímetro –responde un alborozado y acelerado chichito, que no se creía ni él mismo. Por mientras hacía el curso de chofer, le comunica a su madre su repentina y copiosa fe en el Señor. Sara habla con el pastor y el 1 de febrero la familia se presenta en el templo metodista. Terminado el culto regular de adoración a Dios, el párroco notifica al rebaño. “Queridos hermanos, quiero que pase aquí adelante el joven Josué Salvador, hijo de nuestra siempre querida Sara Esther. Daremos cumplimiento a lo estipulado en la Palabra y recibiremos como corresponde al nuevo miembro de la grey”. Que pase Josué al altar.
-Querido Josué Salvador, ¿te arrepientes de todos tus pecados? –pregunta el pastor.
-Sí, me arrepiento de todos mis pecados -responde muy serio Josué.
-¿Renuncias a Satanás, al mundo y a los placeres de la carne?
-Sí, renuncio de inmediato.
-¿Aceptas a Jesús de Nazaret como tu Señor y Salvador por siempre?
-Sí, acepto a Jesús como mi Señor y Salvador por siempre –concluye un devoto joven.
- Pues bien, entonces yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo –con un poco de agua en la cabeza que le derrama el pastor.
Si bien el chicho sintió algo extraño y magnífico en su corazón, quería que el bólido fuese de color rojo. Sara Esther lloraba de felicidad por la salvación del alma de su retoño, por su inesperada y luminosa conversión a Cristo, por su emotivo y serio bautismo. Era un milagro de cuerpo entero y no paraba de darle las gracias a la Santísima Trinidad por el magno favor concedido. Lenin estaba más tranquilo al ver a su esposa con el alma en paz y a un hijo algo devoto con una palabra de honor que cumplir. Esta vez el instrumento del cielo que movió algunas montañas tenía cuatro ruedas. Otros han doblado sus rodillas delante del Padre por mucho menos. Son los misterios de la fe, que mueve voluntades en varias direcciones.

Febrero 1963

Lenin Reynaldo Farfán Rojas, Emilio Andrés Peña Alcántara y Juan Francisco Fernández Fernández, nacieron el año 1950 en la aplazada comuna de Lo Prado. Lenin era el hijo de un obrero de la construcción y comerciante esporádico, que era tan comunista, que a su bebé quería ponerle de nombre Lenin Stalin, mas la mamá no lo permitió y acordándose de su abuelo Reynaldo llegaron a un nombre más ajustado. Residía en una humilde casa básica, cerca del flaco, con calles de tierra y carencias para elegir. El flaco Fernández era el hijo de una madre soltera y abandonada que ni el apellido del padre pudo ponerle a su hijo Juan. En aquella época el niño Juan Francisco técnicamente era un bastardo y hasta el cura le ponía mala cara, porque no era bautizado. La digna madre trabajaba de nana puertas afuera y era muy pobre. Emilio, que era el hijo de un profesor socialista, residía en la calle Varsovia y su casa era un confortable. Los tres estudiaron en el “Aurora de Chile” y los tres eran jugadores titulares en el destacado equipo de fútbol “Los Matorrales”, en la división infantil. Los niños se divertían encumbrando volantines, jugando taca-taca, a la rayuela con canicas y en cualquier actividad en la que pudiera participar un joven con los bolsillos sin un centavo. Eso sí, lo más emocionante de ese verano era la final infantil de fútbol de Lo Prado entre el invicto “Los Matorrales” y “Los Pelusas”. La cancha de tierra se llenó de público y la agitación se inhalaba por todos lados. Emilio jugaba de arquero, Fernández de volante de creación por la derecha y Lenin, el goleador, de centro delantero. El partido estuvo peleado desde un principio y nadie marcaba, y las barras de ambos equipos gritaban y estaban con el alma en un hilo. Todo podía ocurrir en esta infartante brega. Al minuto 86 el flaco lanza un centro al punto penal del arco rival, rebota mal en un defensa y Lenin aprovechando la única oportunidad innegable del encuentro mete el balón pegado al segundo palo, y gol de “Los Matorrales”. Un poco de buena fortuna nunca viene mal. Cinco minutos después concluye el partido y “Los Matorrales” son los nuevos campeones de fútbol de la división infantil de Lo Prado versión 1963. En esa tarde de gloria Emilio se disfrazó de La Araña Negra, el flaco de Garrincha y Lenin de Alfredo Di Stefano. La historia estaba escrita a favor de “Los Matorrales” desde un principio, se notaba. Este laurel estaba predestinado. La gloria una vez más tenía nombre y apellido. Con la humilde copa obsequiada por el alcalde, el equipo completo da un inolvidable vuelta olímpica alrededor de un campo de juego que era el protagonista de la satisfacción de unos jóvenes deportistas que lucharon limpiamente partido a partido por el primer lugar y que se lo transpiraron todo. Los tres amigos caminaban borrachos de felicidad besando la copa sobre la inhóspita cancha de tierra y polvo. Con el legítimo prestigio ganado en el torneo, estos triunfadores de fuste ya no eran los mismos. En la escuela y en los pasajes de tierra eran reconocidos como los grandes campeones versión 1963. Más de uno les propuso que se fueran a probar en las inferiores de la Universidad de Chile en donde jugaba el inmortal Ballet Azul, con el sempiterno Leonel Sánchez de cabecilla. El campeonato mundial de fútbol del año pasado jugado en Chile, promovió la locura de este bello deporte como nunca antes. Los tres futbolistas infantiles recibieron varias cartas de amor secretas y poemas de algunas señoritas del barrio. Eran las estrellas de ese verano en la postergada barriada en la que vivían y en la cual a veces eran felices, a pesar de las penurias de una patria tan mísera. Los padres de estos muchachos y la izquierda chilena de aquella época no terminaban de venerar a un valiente e intrépido joven revolucionario barbudo llamado Fidel Castro Ruz que con una metralleta y una fuerte e insólita determinación había conquistado La Habana en el año 1959 para la causa del socialismo, junto a un puñado de revolucionarios decididos a darlo todo en la lucha, y a morir en combate si era necesario. Estos rebeldes jamás pelearon como señoritos y nunca huyeron de las cruentas refriegas con el Ejército de Batista. Sin justificaciones, lucharon como hombres, como guerrilleros comprometidos y vencieron. Esa es la verdad. Fidel Castro, El Che Guevara, Camilo Cienfuegos y tantos otros, marcaron con hierro y fuego el sendero por el cual el marxismo cierto debe transitar, sin candores ni componendas. La democracia burguesa y su aparato militar burgués deben ser derrotados militarmente. Sin sangre derramada en la lucha, no hay revolución, no hay victoria. Todo lo demás es un galón de cerveza en una taberna bebido por los estirados de siempre, por los socialistas burgueses. No comprender esto es una ingenuidad letal. Cada país, cada postergado debe embarcarse en su propio Granma y ya, y se acabó la tanta filosofía árida y el debate. Jugar, con cien compendios y discursos exaltados, a ser revolucionario y no estar dispuesto a matar a ese enemigo fanático y cruel del socialismo es una falacia, un suicidio. No comprender esto adecuadamente es cavar tu propia tumba. Los tres futbolistas, influenciados por sus progenitores y vecinos, alimentaban su espíritu con la Revolución Francesa, la Revolución Bolchevique, la Revolución Mexicana y con muchas otras, como con la legendaria historia del héroe Espartaco. Eso sí, fue la Revolución Cubana la que transformó los ánimos, el ideario, la agenda socialista, la que apuró el paso y el fervor, la que puso sangre caliente en las venas. Fue Fidel quien con su testimonio y arrojo probó que era posible, desde una Sierra Maestra, liberar a los pueblos del imperialismo capitalista, del yugo de los explotadores, negreros y privilegiados. La semilla de la revolución en la isla incendió de entusiasmo revolucionario a América Latina y el Che y Camilo Cienfuegos, muerto éste último en muy extrañas circunstancias, eran los santos venerados de aquellos oprimidos e ideólogos que veían en la hoz y el martillo el camino de la liberación definitiva y real, y del progreso. Al Che le cantaban alabanzas y le escribían elegías, y hasta más uno se atrevió a encenderle una vela, ya que era uno de los iluminadores de la belicosa carretera. En lo posible había que usar la gorra del Che, o su barba, o su chaqueta o lo que fuere. La idea era, a través de estos símbolos y ritos rojos, empaparse responsablemente y con bravura de lo que realmente significaba ser un revolucionario en una América Latina sumida en la miseria, la desesperanza, la corrupción, la usura y el saqueo ciclópeo, y Chile, empantanado en la privaciones, la desnutrición infantil, la explotación de los trabajadores y campesinos, y en la precariedad, no era la excepción, obviamente. Y curiosamente el instrumento preferido de los negreros para santificar sus abusos, es la democracia representativa, la cual manipulan con su poder económico sobornando, chantajeando, pagando todas las campañas políticas, más otros embelecos y ardides canonizados. Por eso el clarividente Congreso marxista de Chillán fue tan nítido y rotundo al discurrir que la vía armada es el único camino genuinamente fructífero en la construcción de un Estado Revolucionario. Todo lo demás es engaño, inocencia tóxica, discursos nerviosos, verborrea sempiterna y delirante. No es factible habitar entre dos trincheras opuestas. No es posible ser un ángel negro y uno blanco a la vez. Hay dos bandos, dos clases, dos polvorines, dos opciones contrapuestas y es una la que representaría los intereses del pueblo.

Febrero 2003

Después que Lenin le compró un automóvil rojo del año a su chichito, comenzaron los problemas y la irritabilidad. El rendimiento en la universidad no era el adecuado y en Licenciatura repitió una asignatura y puso en peligro otras dos. Tambaleaba en el campus por falta de consagración a su carrera. No era tonto, era negligente. Total, cualquier dificultad en el futuro, su progenitor la iba a financiar o cobijar con su dinero o contactos. Sara no comprendía del todo porque su retoño jamás asistía al templo si se había bautizado con un rostro de misionero. Pensaba seriamente que se estaba descarriando porque llegaba tarde todos los fines de semana con excusas como la semana mechona, la semana universitaria, el cumpleaños de amigos, la integración juvenil, la bienvenida o despedida de alguien. Era un erudito en inventar motivos para que no le prohibieran salir y enfiestarse. Josué Salvador era una parranda juvenil sobre dos pies o sobre cuatro ruedas, pues daba lo mismo. Era simpático, cariñoso y respetuoso con su madre y con todos, y el irresponsable perfecto. En un verano sin clases ni deberes, las salidas y el jolgorio eran diarios. Por darle un beso o manosear a una joven bella o curvilínea era capaz de subir una montaña, cantar una serenata arriba de un árbol o de llevarla en su automóvil al fin del mundo o a Alaska. Cuando le comunicaba en secreto a su papá que había conocido en vivo la hermosa figura de una señorita, Lenin lo autorizaba a perderse una semana completa y le daba dinero y vales de gasolina y preservativos, transformándose en su cómplice y asesor. Eso sí, si lo sorprendía con una mujer casada le iba a patear el trasero un semestre. La mamá no se enteraba de los detalles aunque lo procuraba. En una noche de sábado a las tres de la mañana suena el teléfono en el hogar de La Ventajosa y contesta una soñolienta Sara.
-Buenas noches señora, llamo de la comisaría de Lo Prado, comuníqueme con su esposo por favor –señala el mayor Andrade, de Carabineros.
-¡¿Le sucedió algo a mi hijo?! –le pregunta gritando una y otra vez y Lenin salta de la cama por el despavorido grito y en menos de tres segundos – ella le pasó el auricular en estado de shock porque como madre presiente algo horrible- ya hablaba con el policía, que era uno de sus amigos y clientes.
-Buenas noches, ¿qué sucede? –pregunta un asustado Lenin.
-Buenas noches don Lenin, habla el mayor Andrade –con voz calmada.
-Amigo Andrade, dígame rápido, ¿qué sucede? –consulta un aterrado Lenin.
-Cálmese y escúcheme atentamente. Su hijo acaba de tener un accidente en su automóvil rojo que quedó despedazado, en la Alameda esquina calle Las Rejas. Mis patrulleros llamaron a la ambulancia y por instrucciones de los jóvenes que iban atrás del automóvil lo trasladaron inconsciente y sangrando –por mientras el rostro de Lenin se desfiguraba y emblanquecía, Sara simplemente lloraba y se desesperaba, sin saber exactamente por que -a la clínica Torrelaguna. La joven que lo acompañaba está en la Posta Central, magullada entera pero viva, al igual que los jóvenes que iban atrás. Váyase a la clínica y prepare a su esposa. La verdad es que no sé lo que ocurrirá con él. Espero que todo le salga bien –concluye Andrade.
-Muchas gracias amigo Andrade por preocuparse personalmente del asunto y llamarme –le señala Lenin al mayor y cuelga el teléfono con los pelos erizados.
-¿En la clínica? ¡¿Qué pasó?! – le consulta Sara desesperada y llorando.
-El chichito tuvo un accidente en el automóvil y está en la clínica. Vámonos –le responde a Sara abrazándola con una forzada serenidad. En el trayecto a la clínica Lenin le comentaba más detalles de su conversación con el mayor de la Policía. Ella escuchaba poco y oraba más. Al llegar ella se fue volando al médico que atendía a su hijo, por mientras Lenin firmaba un cheque en garantía.
La familia Farfán era un usuario habitual y registrado de la clínica privada.
-Doctor, dígame ¿cómo está mi hijo? –consulta una angustiada madre. El médico antes de responder espera primero a un Lenin que viene con pasos apurados.
-Señora su hijo tiene un traumatismo encéfalo craneano cerrado al parecer no tan rígido. Esta totalmente inconsciente y ya limpiamos sus heridas. Tiene varios huesos rotos que estamos tratando. Sólo puedo esperar a ver como evoluciona en su actual estado. También es mi obligación decirle que se preparen para lo peor, porque todos los escenarios son posibles y es la incertidumbre la que predomina en circunstancias como estas. El mañana es incierto.
-Doctor, déjeme verlo, se lo suplico –le solicita Sara.
-De acuerdo, pero se toma un sedante previamente –acota el médico con suavidad.
Lenin y Sara vieron a su hijo entubado entero y con vendajes y accesorios por todos lados. Era un espectáculo dantesco, de terror. El alma de Sara Esther se paralizó y Lenin amorosamente no se despegaba de ella, intentando vanamente consolarla. Ella tomó la radical decisión de quedarse afuera de la pieza 75 hasta que su hijo despierte, por un milagro del Señor. Lenin sabía lo tozuda que era su esposa en este tipo de situaciones. Ella iría a La Ventajosa sólo a ducharse y a cambiarse de ropa. Se encadenó a la pieza 75, durmiendo mal y comiendo mal. Lenin, al lado de su incondicional Israel intenta seguir trabajando, a duras penas, con el alma en el suelo.
El martes, ella iba a ducharse, conversan los dos en la casa y él se confiesa.
-Sara, tal vez sea yo el culpable de este accidente. Pienso que Jesús me castigó –expresa un acongojado y contrito Lenin.
-¿Por qué dices eso?¿qué paso ahora? –consulta una enredada Sara.
-Yo al chicho le prometí que si se bautizaba en el templo le iba a comprar el automóvil, siempre que se comporte adecuadamente. Siguió siendo el atolondrado de siempre. Ya no toleraba tu pena por no verlo bautizarse –comenta Lenin esperando el adecuado regaño por intentar comprar el santo cielo con prebendas.
-Tú eres un buen esposo y un buen padre. La única culpable soy yo. Yo los presioné a los dos. Obligué a mi hijo a que se adhiriera a Dios Padre por la fuerza. Nadie puede obligar a un ser humano a aceptar a Cristo por la fuerza, es ridículo, mas yo lo intenté así porque fracasé como evangelizadora de mi hijo. Josué fue malcriado por todos. Mi piadosa y rigurosa madre no falló conmigo, como pienso que estoy haciendo una buena labor con mi Priscila, porque no me despego de ella ni de la Santa Palabra. Cosechamos lo que sembramos y Dios no es el culpable. Yo, con mi madre y mi hija no dejaremos de orar al Padre, para que el chichito vuelva a La Ventajosa vivo. Nadie me robará la bendición –responde una reflexiva y sabia Sara que asombra a Lenin, consagrada ya al divino oficio de la oración, por su hijo.
-Sarita, no te olvides que tú eras pobre. Al chichito le comprábamos de todo, lo regaloneamos tanto, que lo transformamos en un cuervo. Yo, como el hombre de la casa no debí permitir que se sobrepasara, mas no fui capaz –intenta explicar Lenin, exculpando a su amada esposa, que como madre y esposa era radiante.
-Es verdad, Josué tuvo siempre una muy buena situación económica y todos somos culpables porque todos le fallamos al incorregible chicho –concluye una resignada madre que está totalmente entregada a la voluntad de Dios.
Y Sara continuaba encolada a la pieza 75, con una fe y entereza admirables. Lenin iba a la clínica hasta cinco veces por día. Y pasó el martes, el miércoles, el jueves, el viernes, el sábado y todo el domingo. El lunes fue distinto. El médico manda llamar a Sara que estaba en la cafetería de la clínica. Sara camina con dignidad y confianza hacia él, subordinada totalmente a la sublime voluntad del Nazareno.
-Señora Sara, le tengo buenas noticias. Su hijo está despertando milagrosamente bien –le comunica el médico con rostro de arcángel, por mientras Sara llora de felicidad delante de sus ojos-. Le pido que pase a verlo –la invita el médico.
Sara Esther ingresa lentamente a la pieza 75 y su hijo Josué gira la cabeza y le dice: hola, querida mamá. Ella, repleta de felicidad infinita le contesta: hola chichito mío, hola, hola –llorando-. El médico le comunicó que se retirara porque debía descansar.
Previa llamada por celular, en una hora estaban todos en la clínica. Lenin, Adela, Emilio, Rebeca, Israel y otros. En un principio Sara quería estar sola en Torrelaguna, completamente a solas, con Dios y su hijo. La ambulancia trasladó a Josué a su hogar, en el cual fue recibido con globos y amor. Inició una neurorehabilitación de seis meses con sicólogos, kinesiólogos y la Sagrada Escritura, que le leía su madre a veces. Josué se retiró de Licenciatura en Historia e ingresó decidido y transformado a una universidad privada a estudiar Ingeniería Comercial. El accidente lo hizo madurar brutalmente. Con el mismo talento de su padre, empezó a adquirir con el tiempo algunas responsabilidades gerenciales en las inversiones de Lenin. Sara y Lenin, agradecían al cielo por su nuevo hijo, que con los años se le conocería como don Chicho, un gran y agudo empresario y exportador, con la tela y perspicacia de su padre y mentor. Entre los exportadores cresos sería un líder de fuste.

Julio 2003

A diferencia del alocado Josué, Priscila Isabel era una devota de Jesús y leía la Biblia con su madre una vez por semana. Y si bien era una joven preciosa y adinerada, no era presumida ni arrogante, por las influencias de su confesión de fe. Acompañaba con gusto a su madre y abuela al templo metodista. Además en el refinado “Big School” era una muy buena alumna en rendimiento y conducta. Esto último era lo que más le preocupaba a Sara Esther y todo aquello que esté ligado al pudor. La cuidaba como a un tesoro, y Lenin apoyaba cualquier acción en esta dirección. Los fines de semana practicaba ballet y el padre le pagaba caras clases de piano con una profesora, que siempre debía ser mujer. Como era la tradición, en el primero medio del colegio le cantaron el “feliz cumpleaños” a Priscila Isabel, y sonó la campana del recreo. Afuera la esperaba su amigo y admirador más perseverante, el lustroso Santiago Andrés, una estrella en el establecimiento educacional.
-Priscila, permíteme conversar contigo a solas –le solicita cariñosamente.
-Por supuesto Santiago, dime –accede amablemente, como es lo habitual.
Todos los compañeros y compañeras se hacen a un lado como presintiendo algo, desde hace tiempo. Santiago siempre la mira embobado y si bien ella no demuestra ningún sentimiento, como se lo enseñó su mamá, siempre lo escucha muy atento, sobre todo cuando le comenta anécdotas de la historia universal y de los poetas. Santiago Andrés que está en cuarto medio y con dieciocho años es el niño genio del “Big School” y siempre obtiene primeros lugares, también en los ensayos de la prueba de aptitud académica y equivalentes. Ella se cansó de negarse a ser reina del curso, por instrucciones de una Sara Esther que no desea una hija vanidosa. Es el diálogo de una mente brillante y una joven bella, que en ningún caso es tonta.
-Priscila, quiero desearte un muy feliz cumpleaños número catorce. Es lo menos que se le puede decir a la joven más guapa y simpática del planeta –ella ríe-. Te he traído de obsequio un chocolate inglés y un insignificante poema, de mi autoría. Y si bien no hay vocablos en el diccionario que puedan definir toda la gracia y galanura que reside en ti, puse el máximo empeño en mi poema –dice un abiertamente enamorado Santiago que no pretende disimular en ningún instante.
-Santiago –ella está ruborizada con el canchero partidario- siempre eres caballero conmigo. Tus palabras son muy especiales. Yo creo que es por lo inteligente y culto que eres. Gracias por el chocolate y leeré tu poema con atención y aprecio -contesta Priscila con mucha suavidad y manteniendo la distancia.
-Gracias por tomarte la molestia de leerme. Tu sonrisa empalidece mi inteligencia o cualquier supuesto atributo que yo posea. No quiero ser atrevido ni mucho menos pero me gustaría que me acompañaras a tomar un helado este fin de semana en el centro de Santiago a las cinco de la tarde, por favor, por favor – ruega Santiago.
-Sólo tengo catorce años y no sé si sea pertinente. Tendría que pedirle permiso a mi mamá. Tal vez no me lo autorice, no lo sé –responde Priscila.
-Por favor, llámala y consúltale. Yo mismo soy capaz de llamarla si quieres, y le explico todo –insiste un trémulo y condensado admirador.
-Santiago, pásame a buscar al segundo recreo y conversamos –concluye Priscila.
-Recibir una orden tuya es todo un placer. Aquí estaré, como el súbdito tuyo que soy –responde su siempre locuaz prosélito.
En lo que queda de recreo Priscila llama rápidamente su madre, por teléfono celular.
-Mamá, Santiago, el admirador del que te he hablado me ha invitado al Paseo Ahumada este sábado a tomarnos un helado –dice una Priscila algo dudosa.
-¡Al centro de Santiago no vas por ningún motivo y a ninguna hora! –responde firmemente Sara Esther, con una intransable fuerza.
-Mamá, mamá, soy una excelente alumna y no te causo problemas. Además Santiago Andrés es educado y posee una mente esplendorosa. Por favor déjame salir con él –le ruega Priscila con gemidos a una estricta madre.
-Está bien, puedes salir una hora, a las cinco de la tarde con ese joven socialista, pero en la heladería de Lo Prado, la que está cerca de la casa –responde Sara, quien recordó en el acto los ruegos a su madre por lo del concurso de belleza.
-Está bien, acepto el trato, por dos horas eso sí –plantea Priscila.
-Como yo sé que te vas a comportar adecuadamente, acepto. No te desconcentres en clases por ese adepto tuyo, por favor – concluye una aliviada Sara.
Y suena la campana del segundo y último recreo de esa mañana del “Big School”, y Santiago ya está en la puerta de la sala de Priscila, como si fuera su absorbente guardaespaldas personal.
-Hola Priscila, espero ansioso la respuesta de tu madre –señala el inteligente joven.
-Santiago, mi madre me autorizó a salir, a la heladería que está cerca de La Ventajosa, por dos horas y en calidad de amigos, a las cinco –le indica una tímida Priscila Isabel, que se siente agradada.
-Así será y ahí estaré. Las instrucciones de tu madre son un halago. Las acataré al pie de la letra –responde un siempre parlero y correcto Santiago Andrés.
Con puntualidad londinense el joven enamorado toca el timbre de la casa de su bella princesa. La hija de Lenin sólo le encontraba virtudes al joven socialista, así que todos le saludaron y la curiosidad de Sara era indomable.
-Santiago, ¿cómo está?, pase por favor –le dice Sara Esther al despierto joven.
-Buenas tardes señora Sara, Priscila, don Lenin –saluda como un lord.
-Joven Santiago, mi hija me comentó que tienes excelentes calificaciones en toda la secundaria y que pretendes ser abogado –consulta un interesado Lenin.
-Don Lenin, la encantadora Priscila siempre es tan amable en sus expresiones.
Pues sí, pretendo estudiar derecho en la Facultad de la Universidad de Chile. En mis fines de semana estudio derecho romano, filosofía e historia, y la verdad es que estoy entusiasmado con la posibilidad de litigar, de tener mi propio bufete –responde el educando con humildad, que es otra de sus características.
-Y también estudia poesía –opina Priscila, intentando disimular su admiración.
-Bueno, unas gotas de literatura no vienen mal – contesta Santiago esquivando cualquier asomo de pedantería.
-Oraré a Jesús por usted y porque sea un excelente alumno y abogado – lo expresa una hechizada Sara Esther con el espectacular muchacho.
-Muchísimas gracias desde ya por sus eficaces plegarias. Priscila me habla con tanta dulzura sobre el Redentor de la humanidad, que pienso que es mi profesora de teología bíblica –señala el subyugado adolescente.
-Vayan a la heladería entonces –pide amistosamente Sara Esther.
-Don Lenin a las siete en punto estaré de vuelta –se lo comunica serio el chaval.
-Santiago, confío en la palabra de un abogado –concluye Lenin, con una sonrisa.
Santiago y Priscila caminaron por el mismo parque de siempre, entre las dos estaciones del metro. Él no se aburría de halagarla y ella de escucharlo. Después del helado y de regreso a La Ventajosa Santiago se paró enfrente y le robó un beso frágil en la boca, y charlaban amenamente.
-Priscila, cuando me reciba de abogado tocaré el timbre de tu casa y le pediré tu mano a tus padres, te voy a proponer matrimonio. Hablo del año 2009 –promete Santiago Andrés en sus matemáticas personales del amor.
-¿Y de cuántas muchachas te vas a enamorar en el camino escribiéndole poemas? –pregunta una dudosa y femínea Priscila, que sonríe.
-¿Crees tú que es posible enamorarse de otra después de conocer a una estrella cinematográfica como tú? – pregunta como si un fuera Romeo interpelado.
-Con esa locuacidad que posees varias mujeres te perseguirán, seguramente –concluye ella, al observar la vivacidad de su galán, que deslucido no era.
-Te lo repito con el corazón derretido: el año 2009 te pediré matrimonio.
Más allá de unos besos secretos ellos fueron amigos siempre. Él en la universidad fue un alumno de primera línea y uno de los intelectuales de la juventud socialista que anhelaba recuperar sus raíces y principios más sólidos. Se enfadaba con los aburguesados líderes con panza de obispo. La equidad es intransable. Ella era una buena hija y una buena cristiana. Con sus catorce años quedó impresionada con la lucidez e inteligencia de su admirador y futuro jurisconsulto. Pasaban los años y respetuosamente él jamás dejó de expresarle con claridad su amor y la promesa de matrimonio tan singular que le realizó. Ella cuando pensaba en el año 2009 reía en silencio, aunque su madre le indicaba que las promesas de los hombres a veces son frágiles y se diluyen como el agua. Es que algunos varones son como los candidatos a diputado, que dicen cualquier cosa por un voto más, por el aplauso fácil.

Septiembre 2007

Treinta y cuatro años después de fallecido el expresidente Allende mediante un golpe de Estado, Lenin y Emilio dialogan sobre la filosofía política imperante y la contingencia. Es un eterno retorno, un debate circular, una purga interna perenne, un caminar hacia ningún lugar, una catarsis gris e inconducente.
-Lenin, se ha divinizado desgarradamente el neoliberalismo como el pensamiento único, eficiente y desarrollista. La ecología, las tasas de interés demoledoras, la inequidad y los postergados de siempre son un lío secundario, irrelevante. Las pensiones son miserables. El abismo que separa al faraón del indigente es infinito. Atacar al pensamiento único es chocar en contra de los dioses del olimpo, del mercado, del espíritu del mal.
-Emilio, un número indeterminado de consorcios y empresas internacionales pretenden convertir al planeta tierra en su kiosco o minimarket. Estamos atrapados con esta nueva ideología ya elevada a los altares y que socava por dentro el debate genuino. Resucitar la crítica aguda y demoledora es una vileza. Si las variables macroeconómicas están en orden, el reino de este dios retorcido está orden.
-Si la fuerza del Estado disminuye, la fuerza de los poderosos crece. El mercado da una orden y el beato gobierno de turno obedece. El negrero es el mismo de siempre y también cree en el progreso, la libertad y la supuesta igualdad de oportunidades. Este peculiar igualitarismo viene con un sedante que se les da a los que sueñan mucho. Si la clase alta que todo lo posee sigue igual, nada ha cambiado. El irreligioso revisionismo perfora los mantos sagrados de la oligarquía.
-Ahora que se murió Pinochet tal vez la centro izquierda se quedó sin su centro de gravitación, sin su leitmotiv. Es probable que pierdan la próxima elección presidencial. ¿A quién odiaremos, unidos como hermanos? ¿a qué le dispararemos ahora? Si el próximo gobierno es de derecha nuestros anhelos sociales sufrirían un retroceso monstruoso.
Como buenos socialistas, eran expertos en los diagnósticos de la contingencia, generalmente certeros, dada la experiencia.
-Nuestra nueva fe es el neoliberalismo. Somos todos devotos obligados. El FMI, que es una santa sede, pronuncia una exhortación apostólica y nos callamos con respeto y humildad. Toda utopía, toda reforma estructural o pellizco al bolsillo del soberano es una imprecación insostenible. La ideología que señorea es el dinero en sí, con el egoísmo y la ambición como sus padres fundadores, componentes de primer orden de la naturaleza humana estropeada –recalca Emilio.
-Un camino intermedio entre el capitalismo salvaje y los intereses populares debería existir. Algo así como un capitalismo popular, con más participación de los trabajadores en la propiedad de las macroempresas y de la banca, siempre que el faraón no nos acribille primero –propone un incrédulo Lenin.
-Si el carro lanzaguas te moja la cara con ese líquido de dudosa salubridad, impaciéntate. La moralidad de un estómago hambriento es un machete furioso. -El Fondo Monetario Internacional bendice a los ortodoxos y excomulga a los descarriados. Un Estado pigmeo es una calamidad social –dice Emilio.
-Todo beneficio social disminuiría en un gramo el PIB. La pronta intervención del Estado es la manzana de Eva. El lucro y la codicia serían los cimientos de la prosperidad a largo plazo, del sendero lleno de espinas y luminoso. Es que el socialismo real crea parásitos y nunca emprendedores, quejumbrosos y nunca triunfadores o realizadores –en un tono irónico y melancólico Lenin se pronuncia.
-El amo del mundo es el dinero y muy pocos lo poseen en grandes cantidades. Ese es el dinero que financia la actividad política, las candidaturas de todos los sectores. El peatón no participa de las grandes decisiones, sólo las acata y aplaude, y en democracia –expresa Emilio, insatisfecho.
-Como estudiantes de pedagogía intentamos cambiar el mundo, honestamente.
-La especialidad de los universitarios izquierdistas de hoy es beber cerveza, fumar y permitir que el consumo de drogas y el lesbianismo se desarrollen en un ambiente de libertad, sin renunciar en lo más mínimo, eso sí, a las ácidas y estériles críticas al imperialismo. Estos burgueses del mañana y futuros adictos al euro no conocen la disciplina roja y el sacrificio ni cuando predican disolutos del socialismo, hasta las dos de la mañana alrededor de un botellón de pipeño o ron. Defienden justamente a las ballenas y a las mariposas hasta la ira y convierten el vientre de una mujer en un cadalso –está influenciado por su esposa-, relajadamente.
-Creo que la nacionalización del cobre fue el gesto heroico más relevante de nuestra historia. Fue la decisión más beneficiosa y poderosa que un político haya tomado jamás, y los más beneficiados han sido las fuerzas armadas, los andariegos y los excluidos. Allende no perteneció a ningún cartel, por eso fue valiente.
-Desde ese día impactante el presupuesto social nacional se vio permanentemente reforzado. Hoy no poseemos el valor para estatizar toda la minería. Con la célebre nacionalización Allende se convirtió en un patriota sublime, por la valiente manera en que escudó el interés de la república. Muy difícil va a ser superarlo, tal vez imposible, menos con parlamentarios cobardes, siervos fieles del gran capital.
-Todo yacimiento minero y riqueza natural estratégica debería ser del Estado.
A veces, el revolucionario encapuchado que vivía dentro de Lenin, salía a pasear sin disimulos, desenterrando de un palmazo el ideologizado pasado.

Julio 2009

Santiago Andrés, que jamás perdió contacto con su princesa Priscila, empezó a visitarla asiduamente desde el otoño de ese año 2009. El se recibió de abogado con la segunda mejor calificación de su generación y ya trabajaba con éxito en un bufete y participaba de algunas reuniones políticas. Previo acuerdo y aviso de Priscila a sus padres, el flamante abogado se presenta el 17 de julio en La Ventajosa. La adorada hija de Lenin cumple veinte años. El flamante abogado toca el timbre.
-Santiago Andrés, pase por favor –le señala Sara Esther.
-Buenas noches señora Sara, es un gusto verla. Don Lenin, es un agrado saludarle.
Priscilita, como estás de cumpleaños te compré un oso de peluche y veinte rosas rojas, una por cada año –Santiago los sorprende a todo, y Sara recordando el romanticismo símil de antaño de su Lenin se emociona recatadamente.
-Señor abogado, desea un café o algo –pregunta un orgulloso Lenin.
-Por ahora no, muchas gracias –responde un solemne pretendiente.
Conversaron de todo un poco, incluso de política, entre Lenin y Santiago, hasta que llegó el minuto crucial. Priscila se comía las uñas.
-Don Lenin, señora Sara, el motivo de mi visita de hoy es para pedirles la mano de Priscila Isabel. Estoy trabajando bien, sueño con mi propia firma de abogados. Mi vida sin Priscila no tiene sentido –expresa un ceremonioso y enamoradísimo Santiago Andrés que siempre conquista a sus oyentes.
-Joven abogado, has sido respetuoso y correcto desde el principio. Además estás cumpliendo una promesa antigua, lo que implica que también eres un hombre de honor. Va a ser un todo un regodeo ser tu suegro –responde Lenin.
-Sólo pienso en lo hermosa que se verá mi hija en la parroquia vestida de blanco –lo expresa Sara Esther con algunas lágrimas imperceptibles y tomándole la mano a su esposo y rememorando su vestido de novia y años mozos.
En octubre de 2009 se casaron en el templo metodista. La luna de miel fue en Punta del Este, pagada íntegramente por Lenin. Sara Esther daba gracias a Jesús por todo. Sus dos hijos fueron bendecidos grandemente. Era pertinente una alabanza a Jesús de Nazaret, según ella, siempre tan creyente, todo el santo día. A veces aburría un poquito.

Marzo 2010

Con la llegada del empresario multimillonario Sebastian Piñera a la presidencia de la república, vemos a un hombre que le va a imprimir calidad a la gestión pública, que es lo que más se espera. Es un ejecutivo eficiente, de buenos resultados, sobre todo en la bolsa de valores. Casi todos sus ministros, adinerados de la gentil Universidad Católica que nunca se han subido a un microbus y sin experiencia, acompañan al inquieto mandatario en lo que sería una administración histórica. Piñera es un líder visionario que se anticiparía a la jugada, a todos los conflictos sociales que se avecinan, y los resolvería con singular habilidad, de antemano. Se supone que es muy difícil sorprenderlo. No necesita de los partidos políticos de su sector ni de esos viejos zorros de la derecha. Es un conductor político ubicuo e incansable, autosuficiente, vanidoso. Es un hombre que se da el lujo de disfrazarse de buzo o de lo que sea, porque está al tanto sus grandes y sobradas capacidades. Al poco andar Piñera se deprime porque fue la delincuencia la que lo derrotó, y duramente. El agudo conflicto estudiantil, en su segunda edición, lo sorprendió calato, en medio de la noche, en la pampa, y se demoró un siglo en elaborar o negociar una propuesta. A medida que la gente marcha, el primer mandatario derechista se va informando de lo que realmente sucede en el país, en los pasajes de tierra, en los campamentos. Algunos de sus ministros nunca han sido peatones, siempre se trasladaron en cuatro ruedas. El derechista Piñera no quiere ni puede hacerle cambios de fondo a la inmoral distribución de la riqueza porque eso perjudicaría los intereses de sus grandes y entrañables amigos y familiares, de sus vecinos y colegas, y de los nuevos y antiguos ricos de los sectores progresistas. Los jóvenes llevan en su mochila las protestas y requerimientos de los adultos, de las generaciones anteriores que callamos por cobardía o conveniencia. Los rebeldes de izquierda no iban a reventar a un gobierno socialista como los de Michelle Bachelet o de Ricardo Lagos. Aquí cualquier noble causa se puede postergar sin líos, porque amparar a un presidente de izquierda es más relevante que cualquier movimiento estudiantil o ciudadano. No hay ningún apuro. Las necesidades de la gente pueden esperar todo el tiempo que sea necesario. Ya llegará un gobierno de derecha al que puedan detonar y gritarle a los cuatro vientos que ahora sí son justicieros. En este decenio progresista 2000-2010 la tasa usurera sobre el 5% que ahorcó a los estudiantes vivió su mayor apogeo. No insinuaron ninguna reforma estructural que rasguñara ese modelo liberal que los tenía apoltronados en el poder. Los grandes negociados en educación, salud, transporte, obras públicas, justicia, cultura, asesorías y otros, estaban en pocas manos. Unos pocos dioses del olimpo son los propietarios. Muchos se enriquecieron con fondos públicos, dentro de la ley. Cualquier cambio profundo al capitalismo salvaje que imperaba era una blasfemia y también agujerearse a sí mismos. El sabio pueblo chileno castigó a Michelle Bachelet con una popularidad sobre el 80%, al marcharse, con el acompañamiento musical de artistas sensibles, dadivosos, del pueblo. Eran socialistas o concertacionistas sólo en las fotografías o cuando levantaban su mano izquierda, cada vez más encogida, de tanta prosperidad y licitaciones brujas. En medio de las llamas los evangélicos continúan con su tradición de guardar un espectacular silencio. Nunca se mojan el trasero, jamás denunciaron las torturas en el Gobierno Militar o la usura en plena democracia. Al dictador Pinochet nunca le pusieron una mala cara porque no correspondía y a la autoridad política hay que respetarla, y adularla, en este caso. Estos hermanos en Cristo prefieren enfocarse en las plegarias, las alabanzas, la evangelización, las ofrendas, los diezmos, las primicias y en el regreso del Señor, en la parusía. Que otros papanatas terrenales se preocupen de la desesperanza y rabia que se vive en las calles, de los hambrientos. Juan el Bautista habría denunciado públicamente y con un megáfono de un trillón de watts a los negreros, piratas, potentados, banqueros, violadores de bolsillos pobres, fariseos y avaros. El demonio de la concentración de la riqueza en unas pocas manos pasa desapercibido. La inmoralidad es la corona.
Algunas críticas radiales de pastores protestantes son tan timoratas y gallinas que nadie las escucha, y Satán se ríe. Es probable que pretendan seguir el férreo ejemplo de los fríos pastores evangélicos norteamericanos que callan frente a las invasiones y saqueos. Algunos teólogos anglosajones creen de rodillas que el ejército que invadió Irak, es el ejército del Dios de Abraham, el de un Dios petrolero, entonces. A la santa iglesia católica, con su espectacular descrédito, no la necesitan de mediadora ni de escolta ni de nada. Predican de la tolerancia religiosa y no hay ningún templo no católico en el Vaticano. Predican de los derechos de los trabajadores y en la Santa Sede jamás los trabajadores han podido marchar por sus derechos. Todavía esperamos que algún medico firme y confirme el certificado de defunción del envenenado Juan Pablo I. Este papa alegre que no poseyó derecho ni a una autopsia fue enterrado como un gusano. Es una iglesia que no transparenta sus intereses financieros, sus cuentas corrientes y rentabilidades, sus inversiones en la bolsa, sus infinitas propiedades, las prebendas que han recibido de los gobiernos y sus riquezas en general. Pedófilos y homosexuales ven en un seminario católico un gran porvenir. Hombres casados como el apóstol Pedro ven el sacerdocio desde lejos. Nadie sabrá jamás lo multimillonaria que es la iglesia romana. Se podrían acabar las ofrendas de los cándidos y de los desheredados. Tal vez, la reformista y anticomunista Virgen de Fátima no los orientó adecuadamente con sus profecías por goteo, tan bien gerenciadas. Las reformas estructurales se inspirarían en el Perpetuo Socorro. El subordinado Chile no es igual. Quiere rebelarse, transformaciones profundas y mil más. Con diferentes matices los habitantes se sienten aplastados por la banca, las colusiones y los enjuagues infames, con salarios injustos y sin una seguridad social genuina. Muchos trabajan una vida entera ásperamente y progresan poco y nada. El huaso, con sus dientes apretados es una bomba de tiempo. El excluido no anhela que se inviertan más millones de dólares en el modelo de educación. Lo que ansía es que se cambie el modelo de educación pública vigente quemando en la hoguera el actual, que asiente el opresivo endeudamiento sempiterno, el lucro encubierto o encapuchado, la no evaluación estricta de los profesores y el analfabetismo. Existen liceanos de primera, de segunda y de cuarta categoría. No hay disciplina intelectual en los que educan ni en los educandos. Algunos desvergonzados propietarios de establecimientos educacionales hoy son pudientes gracias a la generosa chequera fiscal. Exactamente lo mismo se desea con la pésima salud pública. El hombre pobre espera meses y años por un diagnóstico, por una intervención quirúrgica. Algunos medicamentos cuestan el triple que en otros países porque acá algunos piratas ricos lucran con el dolor ajeno, y La Moneda se encapucha, silba y se desentiende. Actualmente los reclamos por estas injusticias no generan mayores escándalos. El faraón, conformado por los poderosos de siempre, continúa durmiendo plácidamente la siesta en su trono, con algún esporádico refunfuño. La derecha económica con su poder y medios no tolerará que se debatan los temas de fondo, y menos en vivo y en directo en un horario prime. Concluir que un buen porcentaje de la propiedad de la banca y de las macroempresas sean de los trabajadores es un sacrilegio que los inquisidores de siempre frenarán sin escrúpulos. A través de los milenios han poseído una gambeta mágica, muros protectores. Como ya se compraron a los políticos, el debate cierto y duro se trasladó a la plaza, a la barricada, a la avenida central o debajo de un semáforo vapuleado. Cada que vez que un movimiento social vomita con irritación, el señor ministro los invita a platicar, y si la saña persiste, el ministro de hacienda colabora un milímetro y el primer mandatario con sus manos abiertas y una leve sonrisa hace un llamado al diálogo fecundo, como cuando el buen padre les habla a sus hijos con cariño. Cualquier truco es válido si es útil calmando la furia de unos transeúntes que anhelan quemar en la hoguera un modelo político que los ahorca. Las reformas estructurales son hoy un componente del adn de los chilenos. La casta política se preocupa cuando hay una cámara de televisión o una elección ad portas. No importa el lío político, el mantra es buscar “espacios de diálogo”.

Mayo 2010

En los insípidos veinte años que duró la Concertación por la Democracia, de centro izquierda, compuesta por la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido Radical y el Partido por la Democracia, en la casa de Gobierno, no realizó ninguna reforma estructural, asesinando otra vez al honrado socialista Salvador Allende y al democratacristiano Eduardo Frei M., y su “revolución en libertad”. Como el buen samaritano se dedicaron a entregar un beneficio social importante tras otro, a inyectar recursos humanos y financieros donde se necesitaba y a algunas reformillas de dudosa reputación. La gran especialidad de la Concertación fue el chaucheo, la migaja. Transitaron, en democracia eso sí, a través de un pinochetismo con Pinochet a un pinochetismo sin Pinochet. Obviamente el capitalismo hizo y hace una contribución determinante y vigorosa al crecimiento del país, mas no aporta nada en el área de la equidad mínima en sí. Los números grandes o variables macroeconómicas marchan muy bien desde el año 1985, tan bien que la mitad de los chilenos va a percibir una pensión que lo acercará a una hambruna moderada. La vejez de la mitad de los chilenos va a ser una película de terror en vivo en tres dimensiones. El anciano pobre todavía mendiga en los hospitales por alguna colaboración o ayuda a su mal o enfermedad. O la progresista Concertación tuvo pánico de elaborar alguna reforma trascendente como la estatización de toda la minería o sencillamente se vendieron al faraón, cual prostituta tramposa. El que un político, con o sin rostro de apóstol, venda su alma al diablo es casi un dogma, una consigna. En Chile un político honesto y coherente se siente un desadaptado social. La miseria del otro la esquivan con talento y alocuciones con trompetas.
-Lenin, si todos los asustadizos diputados y senadores de todas las bancadas se encadenaran al congreso hasta aprobar la primera reforma de fondo, por una semana, este país empezaría a cambiar para siempre –espetó Emilio.
-Mi último gran sueño, antes de ser un empresario, un hombre exitoso y práctico, me costó el exilio. Al igual que en Estados Unidos, España y otros sitios, los dos bloques políticos existentes son de derecha, en el área de la economía. Las diferencias se profundizan en la agenda valórica, en su rol en la historia y en algunos cambios menores. En Chile la Concertación por la Democracia es una derecha moderada y la Alianza por Chile es la derecha más dura o clásica, como en España con el PSOE y el Partido Popular. Ambos son la misma chola, pero con diferente pollera –replicó el decepcionado Lenin, que no ve salidas o puertas de escape.
-Nadie se juega el pellejo por los postergados. Morirse no es la peor noticia. Si Allende y Frei Montalva vieran todo lo que no hicieron sus discípulos y supuestos simpatizantes, se suicidarían juntos, previa borrachera de lágrimas. ¿Qué es refaccionar el pasado entonces? –concluye Emilio, contrariado.

Noviembre 1970

El ciudadano socialista marxista Salvador Allende Gossens asume el 4 de noviembre de 1970 la presidencia de la república de Chile después de un estrecho triunfo en las urnas, que ratificó el congreso nacional, previa firma de un estatuto de garantías, que Allende prometió respetar y que nunca lo usaría para ganar tiempo, dicen. Los henchidos revolucionarios Lenin, Emilio y Fernández, se reúnen clandestinamente para reafirmar sus propósitos últimos y fidedignos. Estaban ebrios de dicha por este primer avance táctico hacia un Estado Revolucionario legítimo. Era una oportunidad histórica y gloriosa que había que aprovechar con inteligencia y mucho coraje. El desafío de transfigurar totalmente la sociedad chilena, de pies a cabeza, era gigante e infinito y sabían que los enemigos tenaces iban a ir apareciendo por camionadas, en cada recodo y debajo de cada mata. Los tres hablaban infundidos casi al unísono, atolondradamente, como atropellándose con palabras vehementes y ansiosas. Era difícil percibir al autor de cada línea o vocablo. Alucinaban desde ya con el compañero Presidente de la República. Es que no hallaban como empezar, a pesar de que sabían que eran revolucionarios de segunda o tercera línea. Sólo el flaco Fernández formalizaría sus inquietudes inscribiéndose en ese Partido Socialista de Chile que idolatraba, desde la cuna.
-Ahora vamos a poder asentar la ENU, la Escuela Nacional Unificada, de perfil socialista, humanista y pluralista.
-Sí, los colegios privados y católicos sólo fabrican burgueses, capitalistas, momios, supersticiosos, fascistas y muchos lameculos del imperialismo norteamericano.
-Necesitamos una educación justa e igualitaria para todos. Que los educandos no tengan privilegios por su situación económica, clase social, religión, apellido u otro.
-Si el cien por ciento de los chilenos recibe la misma educación, sólo sobresaldrán los más capaces y talentosos, no los hijos de los pudientes o los sobrinos del monseñor o los malditos apadrinados de siempre.
-La educación pública debe ser gratuita y para todos, igualitaria y de calidad, sin predilectos. Nunca más estudiantes secundarios de primera y de segunda y de cuarta clase. Nunca más jardines infantiles para acomodados y otros para atorrantes. Basta ya. El destino nos da esta gran oportunidad.
-En las exigentes universidades estatales se matricularán los que se lo merecen y nadie más. La capacidad personal del alumno guiará el buque.
-Se capacitarán en el extranjero los de mejor rendimiento, y sin mirar a quien.
-Es la escuela humanista la encargada de formar al nuevo hombre, del nuevo país, que comenzaremos a cimentar desde mañana mismo, con efusión.
-La Madre Iglesia es fascista y multimillonaria y una empresa internacional más. Educa al rebaño para primeramente proteger sus intereses, escondidos detrás de un credo basado supuestamente en la santidad del Evangelio puro y simple de Jesús. Y si no me crees, pregúntale a Franco, a Mussolini, a Pavelic, a los banqueros de Dios y a cien más. La Santa Sede es un enemigo burgués más, un amo más, con la piel de una oveja supuestamente irreprochable, dedicada al encubrimiento.
-Sí, hay que desacralizarlo todo y extirpar el maldito y exasperante clasismo. Si todos nacemos y morimos de una misma forma, entonces debemos vivir y desarrollarnos de una misma manera. Es lo justo. El desordenado ímpetu abarcaba casi todos los tópicos del programa socialista, incluidos los más espinudos. No lograban calmarse ni escucharse bien.
-La Corporación de Fomento estatizará la banca y a los usureros los pulverizaremos uno por uno, hasta el último, con celo revolucionario.
-La Iglesia no es la única enemiga. También están los altos mandos de las Fuerzas Armadas, de histórico talante burgués y aristocrático. El Ejército es el brazo armado de las clases acaudaladas, de los banqueros. Y por supuesto, a los primeros que hay que combatir es a los empresarios, a los explotadores de los trabajadores, a los negreros de siempre. La pelea será larga y compleja. Seguramente la burguesía se va a defender como sea, aunque tengan que pedirle ayuda a la CIA, a la Casablanca, si es que no se han contactado ya.
-No nos olvidemos de las promesas que hicimos en el congreso marxista de Chillán, de que defenderíamos la causa revolucionaria con metralletas si es necesario, sin titubeos o lloriqueos rezagados.
-Debemos invitar al gran Comandante de Latinoamérica para que nos aleone, a que nos dicte una cátedra, a que nos preste su brújula.
-Compañeros, la visita de Fidel Castro está garantizada. El sublime maestro nos guiará por la carretera del sacro verde olivo.
-Yo sé que el espíritu del Che Guevara está con nosotros, que ronda por La Moneda desde hoy. Siento su magna presencia.
-Y nos va a acompañar hasta el último día, porque el Che es una luz inmortal.
- Lo más difícil siempre es la disciplina revolucionaria, la lealtad y el coraje. No nos podemos dividir ni desordenar. Si nos afiebramos y perdemos el orden y la serenidad en el análisis político y en el proceder, nos vamos a extraviar.
-Seamos nosotros los primeros en subordinarnos a la agenda socialista que generará los cambios, con implacable disciplina.
-Viva el cambio.
-Es primera vez que un marxista llega a la presidencia por la vía democrática.
-Eso nos da una mayor responsabilidad y aumenta la carga.
-Nuestros líderes tienen que ser capaces de armar brigadas dispuestas a todo, en coordinación con los sectores postergados y las organizaciones de base.
-Compañeros allendistas, si el pueblo no se empapa de los objetivos y conceptos primordiales y esenciales de lo que es el Estado Revolucionario en sí, estamos perdidos. Hay que instruir al pueblo y formar militarmente a los más valerosos y decididos. De lo contrario el fascismo internacional nos abatirá.
-En la lucha en contra del imperialismo el que pestañea se muere, tengámoslo claro desde ahora. Los pucheros no sirven. La cobardía es basura.
-La Historia es nuestra, nos pertenece, nos dará la razón. Las banderas del justiciero socialismo no caerán jamás. La burguesía fue derrotada en las urnas y ahora será abatida en la calles, en los campos, en las ciudades y en todos lados. La bandera de la hoz y el martillo flameará de Arica a Punta Arenas, de cordillera a mar. El triunfo está a la vuelta de la esquina, si trabajamos con unidad, valor y firmeza.

Junio 2011

Una de las vecinas de Rebeca se compró un refrigerador que no terminó de pagar porque perdió su modesto empleo. Con la leonina repactación su deuda se cuadruplicó y su angustia se octuplicó, y otra vez los supuestos allendistas no resistieron comentar la situación en un almuerzo sabatino familiar. El nuevo escándalo, el número mil, estalló en la televisión, por un breve tiempo, por mientras la impunidad se emperifolla para que los poderosos reciban un tímido rezongo escrito como el más duro de los castigos. La sátira es fenomenal.
-Es increíble que un consumidor quede engrillado a una deuda que crece y que lo va a dejar en la calle o en la cárcel, por comprar una nevera –señaló Lenin.
-Este abuso es una de las tantas formas modernas de esclavitud –replicó Emilio.
-A través de la computación nos ponen un cepo electrónico. Al que no paga lo pasan a la lista de los parias, y todo por perder el empleo o enfermarse gravemente. Una economía sana necesita galeotes leales y los funcionarios de las empresas de cobranzas son unos pistoleros maliciosos. –dijo un enfadado Lenin.
-Algunos préstamos bancarios van amarrados a un seguro propio o a alguna otra triquiñuela sucia. La banca es el godzilla intangible, impoluto. La impía banca internacional con sus cuentas secretas protegen el crimen, a los dictadores, a los mercenarios, el lavado de dinero, el contrabando, la trata de blancas y mil más. El no pagarles o tener lepra es lo mismo. Son una divinidad intocable –recalcó Emilio.
-Los parlamentarios están totalmente subordinados a los usureros, cloroformizados. El Parlamento es una ramera y ahí la sinvergüenzura es parte de la hermosura. De vez en cuando, en una sobresaliente actuación, ponen el grito en el cielo para que creamos que están preocupados con los espantosos atropellos de algunas de las grandes empresas o industrias –dijo Lenin con vehemencia y convencido ya de que el parlamento es un cártel de derecho, una meretriz voraz.
-Crean una comisión investigadora tras otra, hasta que todo se diluye en los vericuetos de los variados limbos de los propietarios legales de la nación –señaló un Emilio hecho trizas con la impunidad infinita de los gigantes.
-No hay comisiones que evalúen con rigurosidad a las comisiones y subcomisiones que crean los parlamentarios, con bombos y platillos –subrayó Lenin, que sabía que el objetivo final era tapar todos los gatuperios con tierra y agudeza.
-Con el cobro de seguros, comisiones, intereses, gastos administrativos, gastos legales y otros, flagelan a los consumidores o plebeyos –apuntó Emilio.
-La clase política, izquierdistas y derechistas, está comprometida con la aristocracia primeramente, y a veces son un componente de ésta -expuso Lenin.
-Candidatos pasan el sombrero indiscriminadamente y los amos del país les lanzan algunas monedas con la cual financiarán sus campañas y vacaciones. La clase política es el mayordomo del faraón, en todos los sitios –recalcó Emilio.
-La democracia de hoy es el acuerdo de unos pocos privilegiados que se amarran a la mamadera del poder con todo lo que poseen –señaló un agotado Lenin.
-Los políticos que sobreviven o sobresalen pertenecen todos a una misma mafia. Se dividen la torta por medio de cohechos, timos, engañifas, licitaciones hechiceras, fiscalizaciones simuladas y contubernios clásicos. A veces el pecado del diputado es solamente de omisión. El guardar silencio también ha sido lucrativo –dijo Lenin.
-Cuando termine todo esto y la televisión ya no hable más de este caso, hallarán otra forma de robarnos, como siempre. Los jueces también participan de la fiesta –concluyó un Emilio que se envenena la siquis con los noticieros.
Tampoco obviaron las revueltas estudiantiles. En abril del 2006 los educandos jóvenes de la noche a la mañana enloquecieron. Con el anhelo de transformar la educación pública chilena, comenzaron a tomarse los colegios y a movilizarse. Cual azote del destino, las tomas eran en una escuela tras otra, en un distrito tras otro, con la respiración sacudida. Trasnocharon, comieron poco, durmieron muy mal, caminaron millas, levantaron carteles y la voz. Pusieron a empujones en una mesa de diálogo al siempre adormilado gobierno para intentar modificar las bases de la mala enseñanza estatal. El astuto gobierno creó una anestesia llamada Consejo Asesor que digería todas las inquietudes e iras, sin soluciones de fondo. Las protestas y las revueltas terminaron. Los jóvenes se desmovilizaron y fueron estafados con una carismática sonrisa. Si bien al final todo quedó igual, a los estudiantes les quedó la sensación de que hicieron un aporte a la patria y al gobierno le quedó también la planificada y socarrona sensación de que hicieron un aporte al debate sobre la educación y al ejercicio de la democracia cierta. La percepción de muchos ciudadanos era la misma. Ese año 2006 el modelo educacional corrupto ya estaba agotado, mas guardaron silencio por razones políticas egoístas. Y todos fueron felices. El agotamiento del modelo educacional decidieron comunicarlo con megáfonos y trompetas cinco años más tarde, con un gobierno de derecha en La Moneda, ya que así es más cómodo y divertido. Como en el año 2006 nada se hizo y todo fue estéril, en junio del 2011 los mismos estudiantes secundarios y los mismos universitarios, con nuevos nombres y las mismas ilusiones, iniciaron nuevamente tomas, protestas y marchas, con el mismo propósito de mejorar la pésima educación pública chilena. Todo volvió a fojas cero, porque los cambios anteriores fueron triviales, voladores de luces, analgésicos perecederos, como es y será la costumbre, al final del camino, con senadores reservados que no perforan ni en broma el patrimonio de los amos legales del país.
-Si los educandos se sientan apaciblemente a platicar con el Ministro de Educación titular o en ejercicio no consiguen nada o muy poco. Si actúan violentamente, como lo proponen los anarquistas, no consiguen nada. Están atrapados en un callejón sin salida que es de propiedad de los patrones. El ciudadano común está sencillamente acorralado. Hacia donde camine choca con un muro legal que es el cobijo de los inalcanzables poderosos –exclamó un punzante Lenin.
-Al faraón, o los propietarios del poder, no hay como pellizcarlo. Si les dan una educación de calidad a los niños y jóvenes pobres la mano de obra se encarecería rápidamente y los trabajadores no calificados disminuirían considerablemente –replicó un melancólico Emilio, que escuchó a un académico.
-Una buena economía de libre mercado requiere de mano de obra barata y abundante. Las barriadas nos abastecen de los obreros mal pagados que se necesitan para el desarrollo económico del país –dijo un experto y curtido Lenin.
-Calmaron y terminaron las protestas inventando sagazmente comisiones y subcomisiones hasta apagar toda llama de rebeldía –señaló un rendido Emilio.
-Ese truco de marear al que reclama furioso con supuestas medidas y con cien mesas de trabajo es tan antiguo como sentarse en el suelo –intervino la siempre avispada Rebeca, que no veía salida al problema.
-Es un drama ver a jóvenes maravillosos o talentosos sin futuro ni esperanzas. Varios estudiantes cristianos han perdido hasta la fe y hoy beben ron como si fuera agua –opinó una ofuscada Sara, que ve todo oscuro.
-Chile camina en un círculo sin fin y que no parará. No vamos a ningún lado. No hay una agenda transformadora, ni la habrá. El monarca no lo permitirá jamás –dijo Lenin, contenido y buscando con fe una ventanilla a la encrucijada.
-Es curioso, el congreso y la clase política se dan mil vueltas y gastan millones de dólares para dejar todo en el mismo sitio, y con un rostro de “misión cumplida” –indicó Emilio, aburrido de los embelecos repetidos de los parlamentarios y ministros.
-Los cambios son puro maquillaje, externos. Emperifollan el muerto con la intención de conseguir más votos y perpetuarse en el poder, olvidándose de los postergados con una sutileza excepcional –sentenció una decepcionada Rebeca.
-Entonces en nueve meses más la revolución pingüina o estudiantil será sólo un recuerdo romántico más. Los jóvenes pagan intereses exorbitantes para estudiar. Si lo único que falta es que los obliguen a vender un riñón. Como dice Lenin, la gélida y criminal banca es intocable. La banca es el amo del mundo –dijo Sara, desencantada también, de una banca que es el imperio del mal.
-En seis meses más los periodistas o pajes hallarán una nueva entretención.
Ejemplo, algunos neoliberales recalcitrantes buscan la forma de asfixiar y endeudar a algunas empresas públicas hasta hacerlas ineficientes, como la empresa nacional del petróleo, para que de esta manera tengan la excusa perfecta para privatizarla. Es un método poco sutil con el que pretenden robarse las riquezas estratégicas de todos los chilenos que van quedando, otra vez –confirmó Emilio, cáusticamente, sabiendo que los saqueadores de la patria son insaciables.
-Con la efervescencia social los evangelistas del quehacer político trituran el inmaculado bostezo –concluyó irónicamente Lenin.
-La educación, la salud y todo lo demás, requieren reformas estructurales, de fondo, no una inyección de recursos, de lenitivos con una parafernalia que nos humilla y nos ofende cada día más –concluyó Emilio con algo de ira.

Agosto 2011

En la marcha estudiantil del año 2011 por una educación digna y presentable, los mismos moderados universitarios interpelaron al violentista apodado “el terrícola” por lanzarle piedras e insultos a los policías. Los educandos y muchos creían que los métodos utilizados por profetas como Gandhi y Martin Luther King al final son más fructíferos que la ruta del asesinado Che Guevara u otra parecida.
-Estúpido, ¿Por qué apedreas el furgón policial? ¿quieres que te lleven a la comisaría, ante el juez? –le indica un colegial al “terrícola”.
-Los malditos policías son mis enemigos, son los defensores de este sistema policial y fascista que a todos nos ahoga, y tú, te preocupas por una piedra que le lanzo a un furgón que parece de fierro. Todos los jueces son parte de la pudrición y están vendidos a los amos. Son sus cobijos –responde enojado el “terrícola”.
-Tarado, con la violencia se complica todo –le indica un manifestante.
-Es verdad, la violencia estructural o el actual modelo político lo complica todo. Me dicen “el terrícola” porque nací y crecí con un piso de tierra. Los bancos con sus intereses estrangulan al estudiante, al trabajador y a los humildes, coludidos con esa Cosa Nostra llamada “clase política”. El modelo legal sólo nos da carencias, humillaciones y postergaciones, a través de la miseria, del hambre. Somos parias, el Estado nos golpea con todo, y yo, les respondo con mi humilde armamento y tú te enfadas. El primer violentista irracional y furibundo es el Estado, secuestrado por unos pocos, que se encapuchan detrás de sus fortunas personales y de la ley.
-¡Al quemar la bandera del país sólo retrocedemos! –replica otro.
-Yo no tengo bandera, ni patria, ni futuro, ni presente, ni salud, ni educación ni trabajo. Yo orino sobre esa bandera que intenta someterme. Hay que destruirlo todo, quemar las empresas, y expulsar a todos los déspotas que pretenden esclavizarnos dentro del Estado de Derecho, que es el látigo que inventaron los genios para convertir en reos a los que nos rebelamos. Los jueces, parlamentarios y ministros son los enemigos, siempre bien encapuchados, del pueblo. Encapuchados porque cubren y protegen con mañas a los amos del país y sus intereses, con una supuesta perspicacia, y ya que no quieren que los identifiquen, que los descubran.
-No, amigo “terrícola”, ¡debemos marchar pacíficamente! –dice otro universitario.
-Pedazo de idiota, las marchas tibias no sirven para nada, son basura. Si quemas un automóvil, te atiende un asesor del subsecretario, si quemas media ciudad te atiende el presidente de la nación, “muy preocupado”. Los poderosos se ríen de las marchas de boy scout, de los capones, de los asustadizos. Carabineros de Chile es el guardia privado del empresariado. En la primera rebelión estudiantil del 2006 los jóvenes marcharon pacíficamente, como tú, y terminaron haciendo el soberano ridículo y nada lograron. Y que quede claro que fue una gobernante socialista la que los estafó, creando comisiones y subcomisiones, hasta que todos se quedaron dormidos en el laberinto. Cualquier descerebrado lo capta de inmediato. Estamos como corderos sometidos a la tiranía y caprichos de unos pocos negreros, debidamente bautizados, que son los dueños de todo, hasta de nuestras vidas. Esta es la maciza guerra de los oprimidos. Cualquier demagogo que llega al parlamento o a un ministerio vende todo su ser de inmediato, o lo aíslan, y se extravía para siempre. ¿Qué hace la banca privada prestándole dinero a alumnos pobres con dineros que le entrega el propio Estado? La banca presta, ahoga y roba, sin correr ningún riesgo. El banco del Estado es el que debería hacer esta labor, con un espíritu social. Por eso soy revolucionario, y por medio de la violencia romperé mis cadenas. Dialogar con el faraón es sometérsele. Si ustedes quieren marchar como en un jardín infantil, allá ustedes. La actual institucionalidad, enlazada a una constitución política fascista, es nuestro primer grillete. Yo no soy un delincuente, soy un antisistémico, un anarquista, y ustedes un estadio repleto de ingenuos y pelotudos, que lo único que hacen es mendigar una reforma insípida tras otra, trozos imperceptibles de piedad. Púdranse. El camino de Gandhi fue fecundo, el camino de Mao fue prolífico también. La Concertación por la Democracia, la Alianza por Chile, los curas, la banca y los macroempresarios, forman una asociación ilícita que nos lanza piedras, rocas y cepos, respetando los derechos humanos, ja ja ja ja. Lo mismo sucede en España con el PSOE y el PP, y en Estados Unidos con los demócratas y republicanos. Todos chapotean en el mismo barro, con las indecorosas instituciones republicanas como vigilante y adarga de sus monederos delictivos.
-Tranquilo amigo anarquista, esta lucha la ganaremos sin daños a terceros. Dios nos va a ayudar –replica una marchista cristiana.
Católicos y protestantes han bañado con agua bendita la esclavitud y la usura durante siglos y sin asco. La religión es una ramera más, después del congreso, o antes. El templo te invita a la sumisión, al conformismo, no a la rebelión, a la lucha. El Vaticano bendice con el sacramento del divorcio sólo a algunos privilegiados como Joseph Kennedy, Carolina de Mónaco y también a algunos millonarios chilenos, muy secretamente. Se dedican al lavado de dinero y todavía no le hacen una autopsia televisada al envenenado Juan Pablo I. Los obispos no sólo encubren los abusos a los niños, sino también los enjuagues financieros. ¿Cuántos izquierdistas son lustrabotas del faraón, de los que detentan el poder, y no siempre están bien pagados, ah? Que el presidente Piñera estatice su línea aérea como un aporte a la patria, ja ja ja ja. Su primer deber ético es que no les rasguñen el patrimonio a sus amigos y aliados, lo mismo sucede con todos los otros que llegan a ser mandatarios. Como dijo el antipoeta Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”.
Todos comprendían que dentro de muchos excluidos dormía un “terrícola”. La ruta de las balas, la intimidación y el saqueo es totalmente rechazada por la ciudadanía, y con mayor razón si la guerra fría terminó. La no violencia es la vía, piensa la gente seriamente y sin fluctuaciones, a pesar de comprender a cabalidad la furia acumulada y expectaciones de los “terrícolas”, que no son pocos. La revolución debe ser por goteo, supeditado a una sabia gradualidad, sin transar, en democracia, defendiendo en la calle y en cada espacio cada metro avanzado, desestimando la violencia. No más traidores o vendepatrias en el Parlamento.

Julio 1971

A través de un decreto promulgatorio que modificaba la Constitución de la Republica o algo así, el cobre quedaba nacionalizado, es decir, la más importante y contundente riqueza del país ahora era de propiedad de todos los chilenos. El grito de júbilo en la patria fue de inmediato, en todos los sectores. Las banderas chilenas no dejaban ver el cielo. Los más beneficiados eran los postergados de siempre. Los tres amigos hacían rondas de dicha y los abrazos se repartían como en año nuevo. La locura era total. El Capitán General Bernardo O”Higgins Riquelme firmó la independencia política de Chile en el año 1818 que nos desvinculó de España y Salvador Allende firmó la independencia económica en el año 1971, que nos divorció de la sumisión, del vasallaje. Viva Chile. Ya podemos pronunciar la palabra libertad.
-Compadre, la patria ha sido renacionalizada, el estratégico cobre es nuestro.
- Primero la independencia política con nuestro padre de la patria don Bernardo O´Higgins y ahora se firma una segunda independencia, la económica, con nuestro prócer Salvador Allende. Más patriotismo imposible. Viva Chile.
-Sí, O´higgins y Allende son los grandes próceres de nuestra historia.
-La iglesia católica se demoró más de veinte años en reconocer la independencia política de Chile, y ni se encogieron.
-Es que los obispos ven lo que les conviene primero, ja ja ja ja. El ojo financiero y político no le falla a la Santa Sede, y después ponen cara de distraídos y se justifican con magia y unos argumentos que son envidiables.
-Con la venia, cobardía y traición de los gobiernos burgueses las empresas extranjeras e imperialistas nos robaron miles de millones de dólares, en un Chile muerto de hambre y mísero. No tienen perdón.
-Ya no recogeremos algodón otra vez.
-Esta firma del Chicho es como la victoria de una segunda Batalla de Maipú.
-Con este decreto promulgatorio somos libres otra vez, al fin.
- Como dijo el pastor Martin Luther King: ¡libres al fin! ¡libres al fin!
-Nuestro padre de la patria O’higgins hubiese hecho lo mismo que Allende.
-Sí, nuestro padre de la patria no se habría sometido a los extranjeros poderosos.
-La agenda social se fortalecerá.
-Decenios de sometimiento a las potencias extranjeras terminaron.
-Que el cien por ciento de nuestra minería y grandes riquezas sean de todos los chilenos por los siglos de los siglos, sin triquiñuelas o trucos jurídicos de los imperialistas o sus siervos. No vendamos parte de la patria nunca más. Que Chile sea de Chile, siempre.
-Alcanzar el cielo es posible. La dictadura del proletariado es posible. La victoria final es posible. Este fue el primer gran paso.
-El marxismo es el método de interpretación de la realidad. Interpretemos bien los que sucede, el contexto, sin desbarrancarnos.
-Yo lo sé. Esto significa que le decimos adiós al feudalismo.
-Que la gran minería y las riquezas estratégicas sean chilenas por siempre, en su totalidad, sin traidores astutos y demagogos de por medio que podrían privatizarla fraccionadamente, por medio de subterfugios jurídicos y contratos sagaces. Que así sea, y que con el tiempo esta bendición no se diluya.

Diciembre 2019

En Chile nadie cree en nada. El nihilismo predomina. Los mundos religioso, político, sindical y dirigencial están totalmente desacreditados. La poesía fidedigna es lo único que se mantiene puro. Antes de navidad se reúnen en el restaurante Don Jano un trío formado por Lenin, su yerno y Emilio, una vez más.
-En Chile se ha perdido toda credibilidad y fe, el escepticismo y el desaliento reinan –sentencia Santiago Andrés, que advierte un nudo ciego.
-Los estómagos vacíos son incrédulos y están condenados a una pobreza perpetua también. El estancamiento liquida a cualquiera. Los postergados no escalan, dándose vueltas en un pernicioso círculo. La política migratoria es un asco. El país es un ejemplo de crecimiento y a la barriada no se lo han comunicado –acota un ofuscado Emilio.
-En mi juventud la palabra del cardenal Silva se respetaba. Cada sector político tenía personalidades que eran apreciadas hasta por sus adversarios. Ya nada queda de eso. Hoy un político habla y la gente se orina en su cara. Algunos ciudadanos no ven ninguna diferencia entre un diputado y un bandido violento –opina Lenin.
-Los partidos políticos son agencias de empleos y el centro neurálgico del tráfico de influencias, particularmente cuando se trata de licitaciones brujas voluminosas, de contratos millonarios, de contubernios prodigiosos –señala Emilio, que ha visto a políticos menesterosos prosperar robustamente de la noche a la mañana.
-Estamos en un túnel sin salida, aunque Espartaco nazca mil veces. Y la Santa Sede continúa con sus oscuras finanzas, ocultaciones e inmoral testimonio. El encubrimiento duro es su gran distintivo –expresa un decepcionado Lenin.
-El Romano Pontífice debería ordenarle a la Santa Sede, a las órdenes religiosas y las entidades católicas, que transmitan por Internet todas sus cuentas contables. Deberíamos poder ver en una página electrónica cada cartola bancaria, balance, contrato, pagos e ingresos del mundo católico, pero no, la Santa Sede ha optado por el secretismo y el descrédito, a través de los siglos. El secretismo es su impronta. Creo que el encubrimiento inmoral y escandaloso de la pedofilia por parte de cardenales y obispos fue la lápida. Ahí mostraron su carácter, su genuina y milenaria fibra moral. Lo demás es no querer ver ni asumir, simplemente –señala un penetrante Santiago Andrés, que ve en los curas una tropa de degenerados avisados.
-Los evangélicos no andan lejos. También hay evangelistas y pastores que no le rinden cuenta a nadie de sus jugosos ingresos pecuniarios. Hay otros que sólo se dedican a pedir dinero, antes que se venga eso del fin del mundo –expresa un sardónico Emilio.
-Los partidos políticos y el parlamento hace años se vendieron al faraón, hace siglos en algunos casos. El congreso es la mujerzuela ardiente que se sienta en los muslos del rey, mascando chicle y esperando la moneda generosa – reafirma un fastidiado Lenin, que ve en el diputado una prostituta de esquina.
-A través de disímiles embelecos y malabares legales todo se privatiza y ni cuenta nos damos. La salud se privatiza, la educación se privatiza, la previsión se privatiza, la minería se privatiza –expresa Santiago con una cerveza triste en la mano.
-Privatizar, privatizar, que el mundo se va a acabar, es el Decálogo del actual modelo político –acota un frustrado Emilio, que se siente impotente.
-El desencanto de los peatones es para llorar. No hay acuerdos o candidaturas que generen esperanzas. Sólo se elige entre lo que hay, entre lo que te imponen. Todos los candidatos terminan respetando o subordinándose a los amos del país. Esta democracia es el asistente sumiso del zar, de los negreros –plantea con seguridad y despecho Lenin, que olfatea las secuelas del descontento generalizado.
-Los banqueros creen que Chile es su edén en Sudamérica y no paran de reír. La banca es la dueña de nuestras almas, de la patria y de nuestro diario vivir –ironiza el siempre perspicaz Santiago, que posee un buen ojo.
-Los ciudadanos escuchan los discursos con los oídos tapados. Todos prometen lo mismo, todos mienten por igual –ironiza también Emilio, que sufre con las campañas políticas, que se han convertido en carnavales.
-Si los indignados no canalizan sus inquietudes a través de la ineludible acción política y con vehemencia, pasarán a la historia como una anécdota más –lo señala el joven abogado e historiador aficionado.
-Nuestros desesperanzados jóvenes vagan por las calles consumiendo drogas, bebiendo pisco desproporcionadamente y lanzándole piedras a los carabineros –expresa Lenin, que encontró una ventanilla o supuesta salida política.
-Los señores feudales no ceden un ápice –plantea con rabia Santiago.
-Hay que buscar la forma de instalar en la agenda pública un nuevo contrato social, que excluya a los derechistas cabezas de piedra –indica un furibundo Emilio, que de vez en cuando su sobrecarga ideológica lo monitorea.
-No, si queremos firmar un pacto que promueva la nacionalización de la gran minería y de las riquezas estratégicas tenemos que invitarlos a todos. El faraón quiere vernos divididos. Yo propondría un pacto por la nacionalización que incluya a allendistas y pinochetistas y todo lo que hay entremedio, sin temor –plantea Lenin sorprendentemente y algo ruborizado.
-Esa parece una solución ridícula –señala Emilio, que el igual que Santiago, se quedó con la boca abierta con semejante proposición. Y Lenin no bromeaba.
-Tal vez sea lo que necesitemos. Algo novedoso, ridículo y blasfemo nos sacaría de la podredumbre ideológica generalizada. Los acuerdos políticos convencionales y decentes de los políticos respetables, nos han traído a esta caótica situación. Es el minuto de romper los paradigmas y atreverse. Si todo sale mal nada perderemos, nada. Le he dado muchísimas vueltas a este planteamiento y créeme, no soy el único que piensa igual. Creo que se lo propondré a los Partidos, a la sombra de un vino tinto navegado. Conozco a algunos líderes. Empezaré mis gestiones, que seguramente me costarán mucho dinero, tiempo y paciencia –responde el millonario Lenin con firmeza, que está repleto de influencias y peso, y vislumbra un horizonte fértil, con una fe inaudita y novedosa, en su capitalismo popular.
-Suegro, si bien la idea parece más que interesante, pienso que los comunistas le van a cerrar la puerta en sus narices en el acto –lo dice algo preocupado Santiago.
-Obviamente me van a dar un portazo al principio, es parte del proceso de este pacto imposible. Intentaré persuadirlos. Ahora sé que soy un quijote –concluye el socialista que campea dentro de Lenin y que ya ha reunido miles de antecedentes de la estatización de Allende que incluyen periódicos, fotografías, cintas, grabaciones, argumentos políticos, que es lo que necesita como el primer ladrillo de su audaz pacto, versión siglo veintiuno. Su extravagancia se viene. Contrató a un sociólogo, que está dedicado a tiempo completo a la herética propuesta. En este capitalismo popular el nuevo dueño son los trabajadores.

Septiembre 2020

La conferencia episcopal, la confraternidad de pastores evangélicos y las otras confesiones religiosas de la patria se han adherido a la conclusión de los luchadores sociales de que los trabajadores sean los propietarios del 70% de la propiedad de las Administradoras de Fondos de Pensiones y de las Isapres como un primer paso en la equidad nacional y en el combate a la horrorosa y perversa distribución del ingreso. Una clase trabajadora capitalizada está en condiciones de comprar acciones de la bolsa y participar de la propiedad de bancos, industrias, comercio, servicios y otros, como se dijo antes, con la colaboración de Hacienda. Las acciones bursátiles de la banca los trabajadores la van a pagar con las utilidades futuras de las mismas instituciones bancarias más un aporte inicial en efectivo. La otra posibilidad es que sea una administradora estatal la que gestione los fondos de pensiones de los compatriotas. Chile se ha convertido en país de proletarios, no de propietarios. A la mitad de los trabajadores les espera una pensión de hambre, una salud pública que desespera y una educación que forma más proletarios medianamente letrados y que no dinamita el redondel de la pobreza. Los señores feudales residen en el edén. El rebaño se empobrece y el mundo religioso y sindical anhelan una salida civilizada a la inmoral repartición de la riqueza. Algunos plantean que el único problema de fondo de siempre es la distribución de la riqueza. Y como siempre, la estatización de la gran minería es el primer y gran anhelo, solicitado a Dios Padre de rodillas. Los diagnósticos sin solución son los mismos de siempre, con palabras y expresiones que se repiten y cansan. Siempre nos quedamos en el lloriqueo legítimo, histórico e infértil, en la eterna marcha callejera estéril, y no habría un pasadizo por donde escaparse, al parecer. Una salida política herética es la gran y singular solución final, sin estallidos, sin incendios, sin destruir el país. O estatizan el litio o los trabajadores son el dueño de la mitad de las acciones del litio, que comprarán con las cotizaciones. Bienvenidos a un capitalismo popular genuino, con el respaldo de un movimiento popular potente y firme, siguiendo a Gandhi, al pastor Martin Luther King.

Diciembre 2020

Don Agustino, el ex líder de los empresarios por mucho años y que por cariño sus colegas y emprendedores le llamaban el Don, está muy anciano y enfermo, y mirando televisión conversa con el abogado Ernesto, su asesor personal más antiguo y leal.
-¿Qué es lo que realmente sucede Ernesto, explícame? –pregunta el Don.
- Don Agustino, son los jóvenes que reclaman y marchan por una educación pública de calidad, y los trabajadores que piden mejores pensiones y un sistema de salud que no excluya a las barriadas y villas de la zona occidente de la capital. El petitorio es extenso, reiterado y aburrido –contesta el incondicional Ernesto.
-¿Y esos jóvenes que rompen vitrinas, semáforos y automóviles?
-Don Agustino, son los anarquistas, judas y violentistas de siempre. El movimiento social crece y nadie quiere concretar las reformas estructurales que la ciudadanía solicita hace tantos años, como dicen ellos con tanto desparpajo. El país se desordena por todos lados y el Presidente de la República y las instituciones republicanas son sobrepasadas, otra vez. Algunos periódicos sediciosos señalan que esto es un movimiento social con las características de una revolución silenciosa, con una masa desesperada, frustrada y furiosa. Las paralizaciones estudiantiles y laborales son como un tren, una primero e inmediatamente después viene la otra. Por momentos el país es ingobernable. Las ciudades también se levantan, gritándolo todo. A los carabineros los insultan y los apedrean como si nada. La Justicia no castiga a los que con palos y otros elementos contundentes devastan nuestro querido Chile. Los saqueadores ni siquiera son procesados. El despelote es total –dice Ernesto, con la película y la ira muy claras.
-No te preocupes, nuestros generales sabrán cumplir con su deber. Todos estos antipatriotas y sublevados tarde o temprano recibirán su merecido. Si la actividad política regular no es capaz, nuestras Fuerzas Armadas impondrán el orden, el respeto a Dios, a la bandera y a la ley. Con revoltosos y perturbadores como estos es imposible emprender, invertir, crecer, producir y enriquecerse limpiamente. Y al final los únicos perjudicados son los desempleados y los humildes, como siempre. Por mientras existan uniformados patriotas, nuestras distinguidas damas dormirán y transitarán en paz por la calles. Añoro esa paz social que instauramos en aquellos inolvidables años, con los militares. Me gustaría saber como vamos a canalizar toda la energía y furia de los indignados con el actual modelo político, a favor nuestro. Necesitamos un cientista político talentoso y sagaz, y abogados constitucionalistas eruditos y zorros, y todo lo demás –sella el Don, que conoce el rubro.
-No se preocupe don Agustino. Ya encontraremos una forma inteligente de lograrlo, de llevar toda esta agua a nuestro molino y volver a hacer así de Chile un país normal –concluye el devoto asesor, que anhela mantener su orden.
El faraón, el Don era una de las estrellas de este equipo dueño de Chile, siempre observó desde su balcón el despliegue de odio e insultos entre pinochetistas y allendistas, que le convenía mucho. Él dividía y vencía. Nada ni nadie interrumpirá la siesta en su hamaca. El faraón posee fuerzas fieles e incondicionales entre los civiles, los uniformados, en el más allá, las potencias extranjeras, la banca y mil más, y siempre tiene cien cartas marcadas bajo la manga, por si alguna mosca impertinente se le quiere acercar. Todo senador de prestigio es un súbdito leal del monarca. El odio entre chilenos es su mejor negocio. Un país fragmentado entre buenos y malos es su edén personal. Los buenos son aquellos que lo defienden, y que por eso aman a la patria y a Dios, y Dios y la patria les aman. La mayor tabla de salvación del patrón de Chile es mantener a los ciudadanos divididos entre allendistas y pinochetistas, entre izquierdistas y derechistas, a través del rencor inmortal. Esa es la barrera o truco que hay que desenmascarar.

Marzo 2021

La concentración de la riqueza en pocas manos continúa tal cual desde que se firmó la independencia en el año 1818 y las carencias en la agenda social son interminables. Después de odiarse por casi medio siglo ocurre lo imposible, casi un milagro, una chifladura de aquellas, una blasfemia. Por muy diferentes motivos y aburridos de las exclusiones, allendistas, radicales, socialcristianos y derechistas hacen una tregua y firman un pacto de noche, que traería las más insospechadas consecuencias comunicacionales a nivel nacional. Pulverizan todos los ladrillos del muro de Berlín y la guerra fría, o lo que quede de ella. Sí, hablo de un pacto entre lo que se ha denominado siempre como la extrema izquierda y la extrema derecha y todo lo que hay entremedio, pensando en el interés nacional. Los sectores, debidamente representando a sus fracciones deciden apoyar la idea de nacionalizar toda la gran minería y una fracción de las macroempresas, como la banca, hasta las últimas consecuencias, desmarcándose de los poderosos, de aquellos que dividen para vencer y de los políticos clásicos o arrastrados. Conversan en un lugar neutral los presidentes de las dirigencias, con respeto. Después de invertir unos millones de dólares y años, Lenin, siempre detrás de las bambalinas, logra sentarlos en una mesa, y escucha atento, lo que otros ven como una blasfemia insostenible, un pedo de Satán.
-Buenas noches señor Iturra –expresa Miguel Poblete, presidente del Partido Socialista y luchador social infatigable.
-Buenas noches don Miguel –es el saludo de Bernardo Iturra, líder de los derechistas de la nación.
-Le hablaré sin rodeos ni mentiras. No me contacté por carta con ustedes por simpatía, más bien por necesidad, porque estamos atrapados. Mi primer y más profundo anhelo, de muchos más, es que se nacionalice el cobre en un cien por ciento y la gran minería, y que el pueblo participe de la propiedad de las grandes empresas. El pueblo chileno tiene carencias en educación, salud y muchas más. La lista de penurias es interminable. Puede parecer una excentricidad, y en cierta manera lo es, pero para nosotros recibir el apoyo formal de la derecha para intentar nacionalizar la gran minería, sería un avance estratégico en esta lucha en particular, una jugada táctica. La riqueza continúa en pocas manos y estoy enfurecido por esto. Si los polos opuestos se unen, creo que podríamos cambiar Chile. Tal vez la patria quiere tomar el hilo por los extremos –expresa Miguel.
-También le hablaré sin rodeos don Miguel. Los amos de este país, que utilizaron a los militares para sus intereses, siguen enriqueciéndose y algunos uniformados han muerto por no tener una cobertura médica adecuada, particularmente en provincias. El presupuesto previsional militar de la Defensa está prácticamente quebrado. También hay otros requerimientos que ahora no le mencionaré. Me parece brillante vuestra idea de nacionalizar la gran minería en un cien por ciento, sin titubeos ni cobardías. Cuando el señor Allende nacionalizó el cobre tuvo el apoyo de todo el congreso. Podemos hacer algo parecido otra vez. Esto beneficiaría mucho a los dos sectores que representamos y a toda la patria, obviamente. Tengo entendido que los polos opuestos se atraen –bromea un poco-. Quiero dejar en claro que en el pasado usted fue mi enemigo y que el señor Fidel Castro atropelló todos los derechos humanos y que nunca me agradará –señala Iturra.
-Pinochet atropelló todos los derechos humanos y también fue mi acérrimo enemigo, y es precisamente por eso es que lo necesito. Un componente de esta tregua y trato no es revisar la historia o tratar de persuadir al otro de que transitó por un camino profundamente equivocado. El objetivo es uno y simple, sin analizar las ideologías y asesinando el pasado: nacionalizar la gran minería en un cien por ciento, entre otros, como se lo detallara en mis correos electrónicos y sus anexos. Obviamente una buena salud y educación incluye a los militares y sus hijos, también algunos beneficios sociales y globales –afirmó caballerosamente Miguel, que presentía que podía pasar a la historia grande con esta propuesta generosa, irreverente, dislocada y sui generis.
-La causa de la nacionalización de los recursos mineros es una ofrenda de amor a la patria. También ver tanta pobreza que no fenece me cansó. El chorreo nunca dio frutos potentes en las barriadas, nunca. Firmaré sin vacilaciones este pacto y supongo que muchos más se sumarán, dada sus características. Considéreme un adherente fidedigno más –agrega Iturra, sin duplicidades.
-En nuestros primeros sondeos ya averiguamos –Lenin hizo la gestión y pagó varias encuestas, sondeos y consultas- que se van a ensamblar a esta noble a la causa las diferentes confesiones religiosas, profesores universitarios, gremios, campesinos, sindicatos, juntas vecinales, clubes deportivos, artistas y miles de fuerzas vivas. Pienso sinceramente que este excepcional pacto va a causar una conmoción mundial, y le dará un giro a la historia y comunicacionalmente es un golpe inmejorable. Acudí a usted sólo por razones estratégicas, realmente lo necesito. Seguir teniéndolo como enemigo ya no sirve, es un pésimo negocio, que sólo favorece a los potentados que quieren mantenernos divididos. Odiándolo por decenios, tal vez por siglos, no ha sido útil. Esta es una propuesta política racional en la cual debemos congelar nuestras almas primeramente y el pasado, y pensar en el futuro –dice Miguel.
-Ambos nos necesitamos. Yo también lo recibí por razones estratégicas. De todas mis pesadillas, nunca en mi vida creí que fuera posible pactar con allendistas genuinos, a este nivel. Le dimos dos mil quinientas vueltas a su audaz proposición primera. Pensábamos que era una herejía, una burla. Disculpe mi sinceridad –señala Iturra.
-Estamos aquí para firmar un acuerdo con franqueza, a pesar de nuestras brutales diferencias. Tal vez una herejía nos saque del pantano social y moral en el que estamos metidos. Usted ha dicho sabiamente que nos necesitamos. De lo contrario no me habría acercado a usted ni para saludarlo. Disculpe mi honestidad. Entonces este va a ser el Pacto Imposible, por la patria –señala Miguel Poblete.
-Me suscribiré al Pacto Imposible, por la patria pobre –remata Iturra.
Al principio hubo incredulidad y risas, pero el Pacto Imposible elaborado fue detallado, simple, directo, sabio e inteligente, sin profundidades ideológicas ni dogmas, sin herir a los otros y respetando o tolerando el pensamiento del otro, de los cristianos, de los conservadores y el de todos los demás. El Pacto causó revuelo nacional e internacional de inmediato. Fue la locura misma. Lenin, cada día más pragmático brindó de inmediato con su esposa, quien fue la militante número uno del Pacto Imposible. Sara Esther y Rebeca le dieron algo así como una bendición apostólica al Pacto Imposible. Lenin financió la movilización, los insumos, las comidas, los arriendos, las asesorías, las parrilladas, la publicidad, las encuestas, las bailarinas y todo, detrás de la puerta. Se sumaron las iglesias, asociaciones, indignados, pymes, ecologistas, motociclistas, mapuches, sindicatos, borrachos, rockeros, círculos, clubes, partidos políticos, movimientos sociales y estudiantiles y diez mil más. Hasta las libidinosas bailarinas de La Tetera, en una fotografía casi sin ropa en la cual alabaron el Pacto con letreros y plumas, se suscribieron, y también las monjas. Nadie faltó a la cita, nadie quiso faltar. Se empezaron a firmar pactos imposibles de disímiles e irónicas características en todos lados del globo terráqueo. Entre cien diferencias duras aparecía un punto en común por el cual luchar reciamente, por la patria, por los postergados. El planeta ya no es el mismo. Algunos embelecos y fábulas de los amos del mundo ya no funcionan. Seguramente inventarán otras. Al menos por esta vez el lema divide y vencerás no les fue favorable. El mundo ya no es igual. En la casa de Lenin se juntaron todos a revisar el singular e insólito episodio, que resulto más fértil de lo que se pensaba.
-Lenin, este pacto es una bofetada a la historia, a la dignidad de la izquierda y sus mártires. Es un nuevo orden. No te entiendo –señala Emilio, algo embrollado.
-Ya que los políticos clásicos nada solucionan, tal vez sea hora de acribillar la historia y dejar la infecunda dignidad de lado y someterse a un pacto, que a primera vista parece una calumnia, pero que podría darle un giro a nuestra oscura historia, repleta de tragos amargos y exclusiones. Por ahora nadie apunta con el dedo a nadie. Una vez Hitler y Stalin firmaron un pacto hipócrita, nosotros firmaremos el nuestro, sincero. La apuesta chiflada está hecha –responde Lenin.
-Suegro, este Pacto Imposible nació de la desesperación, es un retoño de la ineptitud incesante de la clase política que se vendió hace decenios a los banqueros y poderosos. Le felicito –opina Santiago Andrés, que se alineó también.
-Cada vez que se firma una ley de presupuesto en nuestro Chile, la banca abre una botella de fino champagne y el simbólico banco del Estado se deprime –ironiza con sabiduría Lenin, que sabe que BancoEstado es un excluido más.
-A través del crédito tienen endeudados, secuestrados y humillados a moros y cristianos. La impía banca es la única intocable. Rockefeller, Rothschild, Morgan y sus amigos, ya son los dueños del planeta. El que rasguña al banquero sufre un ataque cardiaco repentino -expresa lúcidamente Emilio, con sarcasmo.
-El odio entre allendistas y pinochetistas era un negocio redondo de la banca y del faraón. Lenin no cayó en esta trampa esta vez –expresa la intuitiva Rebeca.
-Si este extraño pacto es la solución a la miseria y a las pensiones paupérrimas, que Dios lo bendiga. Y si la banca es el amo de este mundo, entonces la banca es el anticristo –lo expresa Sara Esther con el Apocalipsis de la Biblia en la mente.
-Sí, sólo una bendita herejía como esta nos destrabará –acota Santiago Andrés.
Cada chileno tenía una razón distinta para nacionalizar la totalidad de la gran minería y otras riquezas, pero todos querían incorporar al patrimonio fiscal todos los yacimientos y crear una administradora de pensiones estatal, como las primeras transformaciones estructurales. Los megabanqueros tienen al planeta en la palma de su mano, y si se firma un pacto imposible tras otro, eso podría cambiar el mundo. Que el regreso del Señor nos sorprenda libres, decía Rebeca. No estamos obligados a ser esclavos siempre. Reconozco, eso sí, que firmar un acuerdo con aquel que siempre odiaste es complicado e irónico. Mas la Historia es irónica, mordaz. La otra posibilidad que los nuevos dueños de la minería sean los trabajadores: capitalismo popular.

Enero 2020

Lenin le dio miles de vueltas a los conceptos, trabas y consecuencias de proponer un convenio de esta índole. Su prestigio y cordura estaban en juego. En esta carrera apostaba todo a ganador. Todo o nada. Los militares han intervenido en la historia política de la Chile más de veinte veces y generalmente protegiendo los intereses de los poderosos o hacendados como quien defiende a Dios, sobre todo si la esclavitud a través de las centurias siempre ha sido alabada y lavada con agua bendita y profundos rezos, por católicos, protestantes y las religiones del globo. La elaboración de la moneda, el crédito, la gran riqueza y el comercio, están gerenciadas por unos pocos aristócratas privilegiados. Espartaco, el Che y sus secuaces son terroristas, criminales, a los que hay que reprimir con el terrorismo de Estado, por el bien y el decoro de la patria. Si bien el muro de Berlín cayó, algunos cerebros no se han enterado o no lo comprenden. Los que antes eran acérrimos enemigos, en todos los campos, ahora podrían dialogar y sembrar la semilla de un Chile nuevo, concentrándose solamente en los que los une, por diferentes motivos, congelando el alma. Este perro mundo entonces no es el mismo. Es factible aunar los dos extremos de una cuerda para así capturar todos los peces, que es el anhelo final. Sólo medidas audaces nos liberarán del lodo en que los ciudadanos viven y respiran, subordinados a una constitución política que no los representa. El quehacer parlamentario clásico de estos decenios de democracia supuestamente representativa no han generado reformas estructurales o cambios de fondo. La clase política está corrupta, totalmente vendida al monarca, y dedicada a darles migas a los peatones por mientras le presentan de rodillas sus respetos a los banqueros y a los grandes grupos económicos, propietarios legales de la república, y a la misma vez transpiran jurando que darían hasta su vida por los excluidos. El parlamento es una prostituta borracha, egoísta y ambiciosa. El congreso es un cáncer. Para nacionalizar la gran minería es determinante la participación de todos, con gestos innovadores e intrépidos, incluyentes. Kennedy intentó lesionar la industria del armamentismo y al FED y lo asesinaron. Allende quiso cambiar la sociedad de punta a cabo y tomó la honorable decisión de suicidarse, en su hora final. Es que deben participar todos en esta insigne tarea. El allendista que residía con camas, petacas y bandera dentro del corazón de Lenin nunca lo dejó en paz, siempre salía a pasear, gritaba, le aullaba. Si bien es verdad que el congreso marxista de Chillán estaba caduco y muerto, el espíritu de justicia social que lo atormentaba no, más allá de su vida empresarial y familiar conservadoras. Y aquí estamos igual de pobres y menesterosos como siempre, decía él. Porque la administración de los fondos previsionales está en manos privadas es que la mitad de los trabajadores chilenos va a marchar a la tumba bordeando la indigencia, con pensiones que inspiran fuertemente al más dramático autor de tangos y tragedias. A ellos les interesa el negocio, la rentabilidad, no el destino financiero final de los obreros y postergados. El Estado es quien debe cubrir o suplir todo lo que falte, porque los empresarios de las administradoras de fondos tienen su mente en las utilidades de fin de año, desmarcándose de toda responsabilidad moral y social con los trabajadores. La salud se privatiza, la educación también, y todo. La arquitectura política que construyó esta actual sociedad los asfixia a casi todos. Somos ovejas que caminan al matadero gritando o votando por los candidatos clásicos que no le mueven un átomo al impávido modelo. Cansado de reunir antecedentes, argumentos y luchar intentando contactarse con todos los políticos, con escuetos resultados, unos sociólogos le entregan los sorprendentes resultados de una encuesta que él financió. Resulta que el más del 84% de los chilenos aprueba el Pacto Imposible, con disímiles matices. Sí, la mayoría de los ciudadanos desea de corazón que se nacionalice la gran minería y las riquezas estratégicas para fortalecer potentemente la agenda social, sin importarles como, sin importarles quien pacte con quien, como un primer paso a las transformaciones de las estructuras de la república. Los jóvenes y contribuyentes se hastiaron de sus carencias y sufrimientos. Esta indagación reavivó la fe y los ánimos de un dichoso Lenin.
-Amigos, hemos conversado decenas de veces, lo hemos discutido todo sin avanzar un metro, pero ahora el escenario cambió. Más del 84% de los ciudadanos comunes aprueba el Pacto Imposible que les he propuesto a todos este tiempo- señala un optimista Lenin, con periódicos de importante circulación en su mano.
-Somos amigos y me gusta charlar contigo. Reconozco que ese 84% me mete presión y yo quiero estar al lado de la voluntad de las grandes mayorías. Como presidente de los socialistas no puedo desentenderme de esta inquietud. Sí, ahora tu pacto ya no me parece ridículo, es más, lo voy a proponer a la mesa directiva. Vamos a votarlo, con todos los correos, anexos y antecedentes que has remitido tantas veces. Esta encuesta ha generado impacto en Chile y en el extranjero y debo adelantarme a la jugada. Es que no puedo quedarme atrás. Si por la nacionalización de una minería, sin trucos, tengo que besarle el hediondo trasero al demonio, así lo haré. Que quede claro que no cederé en ninguno de mis profundos principios –señala sorprendentemente, por primera vez.
-Miguel, ¿cómo te voy a solicitar a estas alturas, que transes con tu ética y principios? Este es un acuerdo frío y racional, por el bien de los pobres de Chile, eso es todo. Varios bandos diametralmente opuestos, suscriben un anhelo común que revolucionará la patria, el planeta y el escueto presupuesto social nuestro. Tú sabes que este pacto irrita a los podridos políticos clásicos y a los poderosos. Te he explicado que el odio y esa comprensible bronca que le tienes a la derecha y a los negreros es el mejor negocio de los amos de la patria. Los banqueros y grupos económicos nos quieren ver divididos. Puedes pasar a la historia con honestidad, sin firmar ningún papel o propuesta que te ofenda.
-Lenin, acepto, por el bien de Chile. Si logramos nacionalizar la gran minería otra vez, Allende te va a condecorar personalmente, en el más allá –Miguel ríe.
-No quiero ser melancólico, pero todo esto lo he ideado pensando en el presidente mártir. Y cuando me vea en el más allá, aceptaré gustoso la condecoración. Cuando fui joven le fallé a Allende. No le fallaré otra vez –lo expresa Lenin con tristeza.
-Todos le fallamos al Chicho, unos más otros menos. Supongo que con una herejía como la que propones avanzaremos algunos metros –opina Miguel.
-Con este mecanismo extraño llamado Pacto Imposible nos redimiremos los allendistas y los demás y cambiaremos toda la historia, y me titularé al fin, así, de profesor de Historia –concluye un halagüeño Lenin.
Era tal la insostenible presión social, que la derecha se subordinó al Pacto Imposible, como sucedió con la nacionalización del cobre.

Febrero 2020

Lenin utilizando como artillería su luminosa encuesta al fin persuadió a unos allendistas que al principio se sintieron ofendidos con un pacto tan estúpido e irreverente. El camino hacia la cimentación de su utopía se allanaba. La encuesta también presionó a unos derechistas ortodoxos que prefieren arder en el infierno que negociar también con comunistas o anarquistas. Pero el tablado cambió y ya los chilenos no son los mismos. La siquis nacional es otra. El Pacto mejoraría su imagen y ayudaría a vigorizar el presupuesto previsional militar y la salud y beneficios de la familia de los uniformados. Después de analizarlo una y otra vez vieron en este acuerdo que proponía el dueño de La Ventajosa sólo trae beneficios. Era una gran oportunidad, en todos los sentidos. Se reúne con su amigo Bernardo Iturra en donde Don Jano, una vez más, casi sin piedras en el camino.
-Señor Iturra, ¿cómo está usted? – pregunta un Lenin feliz.
-Yo estoy muy bien ,¿cómo está su encantadora esposa y familia?- consulta, quien conoce a la bella Sara.
-Sarita está orando por mí a Jesús y por todo lo que me he ilusionado con un Chile próspero –señala Lenin con regocijo.
-Es evidente que usted está feliz con las seis encuestas que lo pone en una posición muy cómoda, dada sus aspiraciones, por el buen destino de Chile. En las entrevistas usted transmite convicción. En esta nueva realidad, ya no tengo razones atendibles para enfadarme con usted y su ofrecimiento, es más, el clamor de los ciudadanos es que firmemos con los que fueron nuestros enemigos duros un acuerdo como el que usted nos ha brindado destrabando así el aburrido y estéril quehacer político de estos años. Personalmente, lo tomaré como una tregua. Realice todos los preparativos. Firmaremos ese pacto pensando en Chile.
El milagro de suscribir el Pacto Imposible estaba a la vuelta de la esquina. Ya todas las fuerzas vivas y entidades de la república lo aprobaban. La nacionalización de la minería es un hecho. Los pocos que se oponían eran parias. Se modificó la Constitución Política en lo pertinente y través de una ley el Pacto Imposible se hizo realidad. Aleluya.

Febrero 2029

Con el Pacto Imposible sólo se podía ganar, es un regalo del mismísimo santo cielo. Años después Lenin y su esposa se quedaron solos en la casa como siempre, porque producto del nido vacío sus hijos y nietos partían a sus nuevos hogares, concluido cada fin de semana. Lenin se confiesa con su adorada esposa. Divisa su final, con paz en su alma.
-Sarita, la incoherencia siempre caminó conmigo. Quise, mas nunca fui muy consecuente ni un hombre de proceder limpio. Por enriquecerme a veces actuaba sin escrúpulos. Es que tenía pánico de volver a ser pobre, el atorrante de siempre. Era ateo y ahora creo en Cristo. Era un socialista ortodoxo y ahora soy empresario, y algo mojigato. Debe ser la vejez. Era un joven idealista y ahora soy pragmático, casi sin alma. No tengo una ideología clara. Estoy en el limbo. Antes la gente votaba por los partidos políticos, después por la calidad del candidato, ahora votan por propuestas concretas. Espero que el Pacto Imposible me redima. Es en beneficio al prójimo, como lo enseña y le gusta a Jesús. Cuando era joven prometí ser un revolucionario hasta las últimas consecuencias y arrugué antes, durante y después del golpe de Estado de la Junta Militar. En vez de volver a mis ideales, me fui a Suecia a convertirme en un flemático empresario a como dé lugar, sin consideraciones morales, muchas veces. Como empleador, otras tantas veces esquivé la ley y la ética. Poseía dinero en mis bolsillos y una extraordinaria esposa, sin merecerlo, y así y todo un bicho dentro de mí me atormentaba y a la vez me invitaba a crear este loco y fructífero Pacto, que a ratos parece algo enredoso. Como tú dices, esta no fue una idea mía, me la regalaron del cielo. Sí, yo soy sólo un servidor y nada más, una hormiga –dice un salomónico y avejentado Lenin.
-Amor mío, has luchado toda la vida y nunca te has rendido. Combatiste en contra de toda mediocridad. Siempre fuiste un buen padre, esposo y empresario. Eres un ganador, desde que jugabas fútbol cuando eras niño, en “Los Matorrales”. El destino de tu existencia era ser el ideólogo y financista del Pacto Imposible. El Señor te eligió para esto, así de simple, y te dio el dinero necesario, la inteligencia y los medios para materializar este bendito pacto. Antes de la gran bendición o firma de este acuerdo santo, pasaste muchas pruebas, te equivocaste, sufriste, pecaste, lloraste. Yo soy tu esposa por la voluntad de Dios –mariposea-. Es que nada de lo que sucede es por casualidad, todo tiene un propósito. Sí, casi sin darte cuenta te transformaste en una laboriosa hormiga de Dios, batallando duramente y rompiendo mil muros y frustraciones. A Dios le gusta hacer locuras, tranquilo. Ahora la gran minería es de todos los chilenos por la expresa voluntad del Dios Todopoderoso, y tú, mi querido Lenin fuiste el instrumento del edén que erigió de principio a fin este mil veces bendito Pacto Imposible. No se disparó una sola bala, no hubo semáforos doblados. Y no te olvides que es la sangre del Señor la que redime. Los pobres de Chile te lo agradecerán algún día y más de una calle llevará tu nombre, te lo prometo. Ya sabemos que la concentración de la riqueza en pocas manos es obra de Satanás y tú ya no necesitas una ideología, ahora que te bautizaste y eres un redimido del Salvador.
-No quiero la gloria terrenal, sólo deseo morir en paz, en Su paz, con la sensación de que le fui útil al prójimo, a la patria, de que amé a los otros, a través del Pacto Imposible y sus bienaventuradas e insospechadas consecuencias, más las otras reformas en las cuales con honor participé también, detrás de bambalinas. Ahora sí creo que Su Excelencia, el Presidente de la República don Salvador Allende Gossens me miraría con una buena cara y seguramente cuando le cuente en el más allá lo que hice y luché, me va a sonreír. Él era muy educado, refinado. Ya no me siento tan avergonzado con él, desde que se firmó este fructífero acuerdo. A este Pacto le puse todo lo que había y quedaba en mí. Invertí millones, miles de horas, paciencia y todo lo que me quedaba de buena salud. Dí todo lo que tenía. No hay más. Sí, la historia es un caballo y el Gran Arquitecto es el jinete y su amo. Prontamente bajaré el telón, con la frente en alto. Que Jesús me reciba en su santa presencia, por su gracia. Y pensar que todo comenzó con una lectura profunda a la Epístola de Santiago –termina Lenin, que fue influenciado por el evangelio en su proyecto.
-No te preocupes amor mío, la gracia divina es infinita, y por su misericordia estaremos junto a Él, por los siglos de los siglos. Jamás te vas a separar de mí. Estaremos juntos por los siglos de los siglos. Déjame leerte reflexivamente ese capítulo 5 de la Epístola de Santiago que te transformó y que te inspiró en tu fructífero ministerio social y político. “¡Oigan esto, ustedes los ricos! ¡Lloren y griten por las desgracias que van a sufrir! Sus riquezas están podridas; sus ropas, comidas por la polilla. Su oro y su plata se han enmohecido, y ese moho será una prueba contra ustedes y los destruirá como fuego. Han amontonado riquezas en estos días, que son los últimos. El pago que no les dieron a los hombres que trabajaron en su cosecha, está clamando contra ustedes; y el Señor todopoderoso ha oído la reclamación de esos trabajadores. Aquí en la tierra se han dado ustedes una vida de lujo y placeres, engordando como ganado, ¡y ya llega el día de la matanza! Ustedes han condenado y matado a los inocentes sin que ellos opusieran resistencia”. Amén. Amor mío, el evangelio puro y sencillo te inspiró a ti y al país. El Espíritu fue abriendo los ojos de los porfiados y nos guió a todos –expresa la siempre devota Sara.

Septiembre 2030

En el año 2030 y con ochenta años de edad fallece Lenin Farfán en La Ventajosa, que ya la administraba don Chicho, su hijo. Se fue en el sueño, en paz consigo mismo. A sus funerales asistieron muchos humildes que le agradecieron su gestión en la nacionalización de la gran minería y en la benigna creación de una administradora de fondos de pensiones estatal, entre otros justos servicios a la amada patria. Sara Esther les dijo a los periodistas de su marido: “Se ha ido un gran patriota, un hijo del Señor”. Sara Esther junto con malcriar a sus nietos, con poco ánimo, visitaba todos los sábados y con sorprendente rigurosidad la tumba de su marido, en la que puso una fotografía del presidente Salvador Allende con la banda presidencial en su bolsillo izquierdo. Usando un poco del lápiz labial rojo y el perfume que a él gustaban tanto lo visitaba y conversaba con él, a veces con ropa interior roja u otra prenda del agrado de su amado. Por razones obvias, la tumba de Sara, que estaba apegada a la de él, la esperaba. Lenin Farfán partió al más allá con Jesús en el corazón, con una fotografía de Allende en el bolsillo y con la sensación de que cumplió su deber en este planeta o dimensión. Se fue sin ningún problema de conciencia, con todo al día. A los cuatro años después de fallecer su marido, la apenada Sara Esther muere en su hogar, cerca de Priscila y Josué Salvador, con una Biblia en la mano. No soportó estar sola y sólo quería partir a la presencia del Señor a la brevedad, para estar cerca de su amado Lenin y darle algún postre de durazno con una crema sin mucha azúcar, con cucharadas en la boca, como lo hacía habitualmente. Es que el deber de una buena esposa es estar al lado de su marido en todo momento y lugar, y sin excusas, decía ella, siempre tan conservadora y devota de la Santísima Trinidad. Al final de la ruta, el singular Pacto Imposible fue la voluntad del Señor, independiente del maligno nuevo orden mundial que se aproxima, con su agenda valórica podrida. Lenin y Sara fueron llamados por Dios para cumplir una misión sacra, y la patria lo agradece. El estricto don Chicho, de pocos escrúpulos, es el nuevo y talentoso amo en La Ventajosa y en las otras millonarias inversiones.




FIN


NOVELA: EL MUNDO QUE ME CAMBIÓ.

AUTOR: JAIME FARIÑA MORALES

Arica, Chile

Esta novela fue inscrita en la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile el 09 de noviembre 2011. eliconoclasta63@gmail.com





Del blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN.

http://lassotanasdesatan.blogspot.com


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